«Estábamos en clase cuando sonaron todas las alarmas. Por aquella época estudiaba un máster en París. Creo que si te tocó vivirlo aquí, no hay nadie que no se acuerde qué estaba haciendo ese día, a esa hora», cuenta Alba, una joven española que se encontraba en París cuando el semanario satírico ‘Charlie Hebdo’ fue atacado por varios yihadistas.
Eran las 11 de la mañana, los hermanos Saïd y Chérif Kouachi solo necesitaron dos minutos para entrar en la redacción de la revista y asesinar a tiros, al grito de «Allahu Akbar» (Dios es el más grande), a nueve miembros de la redacción, a un consejero y a dos personas de seguridad, convirtiendo el 7 de enero de 2015 en uno de los días más oscuros de la historia de Francia, provocando un antes y un después en el país, pero también en los medios de comunicación. Desde entonces, las redacciones han aumentado las medidas de seguridad en sus instalaciones y algunos evitan entrar en temas polémicos relacionados con la religión.
Sin embargo, 10 años después del ataque, ‘Charlie Hebdo’ sigue trabajando desde un lugar desconocido, a pesar de las constantes amenazas. «No consiguieron matar a ‘Charlie Hebdo'», afirma el redactor jefe de la revista, Gerard Biard, en una entrevista para AFP, aunque admite que no es fácil mantener al equipo actual por el miedo y las medidas de seguridad que deben seguir sus trabajadores.
Las caricaturas de Mahoma
La revista ‘Charlie Hebdo’ nació en 1970, con el objetivo de seguir la estela de su predecesora ‘Hara-Kiri’, un satírico prohibido por las autoridades por su tono provocador. Sin embargo, ‘Charlie Hebdo’ continuó con la herencia de ‘Hara-Kiri’ publicando polémicas caricaturas sobre religión, y política, explorando los límites de las leyes francesas que prohíben los discursos de odio, pero permiten la blasfemia. Las críticas hacia la religión, permitidas en Francia, le llevaron a recibir innumerables amenazas y advertencias por parte de las autoridades.
Aunque no fue hasta la publicación de varias imágenes del profeta Mahoma, la figura más importante del islam, cuando las intimidaciones subieron de nivel y la publicación empezó a estar en el punto de mira de los más radicalizados.
El 7 de enero de 2015, Saïd y Chérif Kouach, dos hermanos nacidos en Francia de padres argelinos, decidieron atacar las oficinas del semanario. Ambos fueron criados en hogares de acogida de París tras la muerte de sus progenitores. Estudiaron en la universidad, uno de ellos obteniendo el diploma de ingeniero eléctrico, y dedicaban su tiempo libre a la música, grabando canciones de rap, para luego subirlas a internet. Fue precisamente en internet donde fueron captados y radicalizados por un grupo de salafistas.
Aunque en el año 2000 habían sido investigados por la policía por sus vínculos con Smaïn Aït Ali Belkacem, otro yihadista, no despertaron grandes sospechas entre las autoridades. Ni siquiera el viaje de Saïd a Yemen para realizar un entrenamiento bajo las órdenes de la yihad.
Tras el ataque, los dos hermanos franceses consiguieron huir, y aunque su objetivo era llegar a Bélgica, la policía consiguió abatirlos días después en una imprenta de Dammartin-en-Goële, en Seine-et-Marne.
Neutralizados por el grupo de intervención de la Gendarmería Nacional, Francia pensó que aquel 7 de enero sería recordado como uno de los peores días para el país, pero jamás imaginó que ese terror se volvería a repetir. El 13 noviembre de ese mismo año, un grupo organizado de yihadistas llevaron a cabo tres ataques simultáneos en París: en la sala de conciertos Bataclan, en el Stade de France, y en varios restaurantes de la capital. Esta vez, murieron 130 personas.
Estos ataques sembraron el pánico en Francia, obligando al Gobierno a decretar el estado de emergencia durante dos años. Hasta hoy el país no ha abandonado el plan de alerta máxima terrorista conocido como ‘Vigipirate’.
10 años tras los ataques
El ataque yihadista a la redacción de ‘Charlie Hebdo’ inició una ola de solidaridad bajo el lema de «Je suis Charlie». Desde entonces, la revista es mundialmente conocida y sigue trabajando como el primer día con un objetivo claro: «No se trata de publicar cualquier cosa, sino aquello que haga reflexionar, que lleve a cuestionar las ideas dominantes y evite que la sociedad quede atrapada en ideologías cerradas«, explicó su director, Laurent ‘Riss’ Sourisseau, en una entrevista reciente con ‘Le Monde’.
En estos 10 años, el nivel de alerta máxima terrorista no ha evitado que Francia sea objetivo de más ataques: en julio 2016 un camión arrasó a una multitud que festejaba en el paseo marítimo de Niza el Día Nacional, en 2018 un joven mató a tiros a varias personas en un mercadillo navideño en Estrasburgo, otro joven radicalizado decapitó al profesor Samuel Paty en 2020 y ese mismo año, las antiguas oficinas de ‘Charlie Hedbo’ fueron de nuevo atacadas, dejando a cuatro personas heridas de gravedad.
Estos años tampoco han evitado la polarización de las opiniones sobre la libertad de expresión y la libertad de prensa, ni han conseguido crear una sociedad más comprometida en la lucha contra los discursos de odio, conociendo su resultado final. Los ataques abrieron un gran debate sobre la laicidad, convirtiéndose casi en una obsesión para el Gobierno francés. La radicalización de jóvenes franceses a través de las redes sociales han hecho que el Gobierno implante medidas estrictas, tanto en el uso de internet, en la calle, como en las escuelas: la prohibición del uso del hijab o vestimentas como la abaya y el qamis, o el aumento de la seguridad en la red.
Durante estos años, ‘Charlie Hebdo’ ha demostrado que es más que una publicación satírica, ejemplo de ello es la división que provoca en la propia izquierda. Para el partido comunista, la revista es el reflejo de la libertad de expresión francesa, sin embargo, para el insumiso Jean-Luc Melénchon la evolución editorial de los últimos años se aleja de los principios originales del semanario acercándose a los discursos de extrema derecha, ha expresado en varias ocasiones. Sin embargo, figuras como la ecologista Sandrine Rousseau han mostrado una postura más conciliadora: «No me gusta la publicación, pero siempre defenderé el derecho a la sátira y la libertad de prensa«.
Celeste, estudiante en París de 25 años, era apenas una adolescente cuando estos ataques sucedieron, pero tiene claro que «los franceses ya no van por la calle de la misma manera»; en su caso, al entrar en una discoteca revisa «dónde están las salidas de emergencia«.
Lo que antes pasaba desapercibido, ahora altera a cualquiera. Un ruido en seco o un grito en la calle es suficiente para girarse, apartarse rápidamente o lanzar una mirada de preocupación. El recuerdo de lo que sucedió en esos dos minutos del 7 de enero de 2015, sigue muy presente, quizás por eso ‘Charlie Hebdo’ lanzará este martes un número especial con el «deseo de que las ganas de reírse nunca desaparezcan».
Suscríbete para seguir leyendo