Bashar el Asad ha caído. Surge una nueva Siria. Mientras millones de sirios, dentro y fuera del país, celebran este momento histórico, luchado por muchos que no están aquí para saborearlo, el tablero de la geopolítica regional se reconfigura. Desde distintos puntos de Oriente Próximo, mandatarios, expertos y aliados observan con cautela cómo esta sacudida relámpago puede impactarlos. A su vez, la población civil de Gaza y el Líbano, aún sucumbiendo bajo las bombas israelíes, se toman un instante para festejar la libertad del pueblo sirio a la espera de que pronto ellos mismos conozcan el mismo destino.
Puede que la primera fecha del dominó que cayera fuera precisamente el 7 de octubre de 2023. El ataque masivo de Hamás contra el sur de Israel, que mató a 1.139 personas y secuestró a 250, parece ser la primera pieza que inició la cadena que hizo caer a Asad. Después de la brutal masacre, el Ejército israelí respondió con multiplicada violencia provocando la más feroz de las guerras contra la Franja de Gaza. Más de 44.400 personas han muerto en 14 meses. Un día después del ataque del grupo palestino, la milicia libanesa Hizbulá, fiel aliada de Asad, lanzó proyectiles contra Israel, provocando unos enfrentamientos transfronterizos de baja intensidad que desembocaron en una guerra a gran escala de dos meses.
Hamás, neutral
Durante ese tiempo, el grupo chií perdió gran parte de sus combatientes y de su equipamiento militar, además de su cúpula política y militar. También a lo largo de este año de guerra contra Gaza, han tenido lugar enfrentamientos directos por primera vez entre Israel e Irán, otro gran aliado de Asad. Todo ello ha provocado el debilitamiento tanto de Irán como de Hizbulá. Junto a Rusia, fue la potencia militar de estos dos actores quién apuntaló a Asad en el poder en su momento más bajo. Ahora, ninguno de los dos, diezmados y empequeñecidos, cuenta con fuerza suficiente para volver a ayudar al presidente sirio. Por eso, Asad ha huido y sus aliados también. Ninguno de los gazatíes que volatilizaron la valla fronteriza con Israel aquella madrugada de octubre pensaron que su acto de resistencia terminaría con la caída de su renovado aliado hace dos años.
“Hamás, que ha ido a la guerra contra nosotros, no planeó destruir el eje del que forma parte”, ha dicho este domingo un alto funcionario político israelí al canal i24NEWS. El grupo palestino retomó relaciones con el régimen de Asad en 2022 después de que cerraran sus oficinas en Damasco una década antes. Pese a ambos ser miembros del eje de resistencia, las masacres de Asad contra la población civil y una oposición formada por musulmanes suníes como Hamás provocaron la ruptura. Tal vez por eso ahora el grupo palestino se ha desmarcado de sus aliados iraníes y libaneses, que han prometido apoyo a Asad contra los rebeldes, y ha decidido mantenerse neutral. “Esta no es nuestra batalla”, dijo a Newsweek el portavoz y miembro del buró político, Basem Naim. “Nuestra batalla es contra la ocupación sionista, y nuestro primer objetivo es liberar a nuestro país del colonialismo”, añadió.
Hizbulá, al lado de Asad
Durante la veloz ofensiva de los rebeldes, Hizbulá, en cambio, sí que se ha mantenido al lado de Asad, al menos, a nivel retórico, porque las fuerzas que quedaban en el país han empezado a retirarse. Doblegada y descabezada, la milicia-partido político observa el desarrollo de los acontecimientos sobre el terreno que podrían ser también su golpe de gracia definitivo. Las consecuencias para el grupo y para su relación con Irán pueden ser trágicas, ya que es a través de la llanura siria por dónde el régimen de los ayatolás manda armas, dinero, apoyo logístico y expertos militares a Hizbulá, y a Hamás. La caída de Asad probablemente arrebate el papel regional que se había forjado el grupo libanés en los últimos años.
Israel no ha tardado en vanagloriarse del derrumbamiento de otro de sus enemigos en la región. “Este es un día histórico en la historia de Oriente Medio”, ha dicho el primer ministro Binyamín Netanyahu durante una visita al monte Bental, en la frontera de Israel con Siria. “El régimen de Asad es un eslabón central en el eje del mal de Irán; este régimen ha caído como un resultado directo de los golpes que hemos infligido a Irán e Hizbulá, los principales partidarios del régimen de Asad”, ha celebrado. Durante este primer día de una nueva Siria, el Ejército israelí no ha perdido la costumbre y ha bombardeado supuestos depósitos de municiones y armas en el sur de Siria con el supuesto objetivo de que no caigan en manos de los rebeldes.
Arma de doble filo
Aunque Netanyahu está de enhorabuena, el colapso del régimen de Asad puede ser un arma de doble filo para Israel. Por mucho que debilite la influencia regional de Irán y de Hizbulá, también corre el riesgo de desestabilizar la frontera norte de Israel. Además, las fuerzas de Hayat Tahrir al Sham incluyen grupos islamistas radicales, herederos de la ideología de Al Qaeda, basada en el odio a Israel. Conscientes de las posibles amenazas a su seguridad, por primera vez desde la firma del acuerdo de separación de 1974 las fuerzas israelíes han tomado posiciones dentro de la zona de separación entre Israel y Siria. “El principal objetivo es ver la salida iraní [de Siria] y lo segundo es ver cómo los elementos locales toman el control de la zona, y [asegurarse de que] no se confundan y se vuelvan en nuestra dirección”, dijo el sábado el jefe del Estado Mayor del Ejército israelí, Herzi Halevi, desde la frontera.
“Queda por ver si Netanyahu utiliza los acontecimientos en Siria para evitar avances en las negociaciones sobre el acuerdo de rehenes” y alto el fuego en Gaza, analiza Amos Harel en el diario israelí ‘Haaretz’. El editorial del Jerusalem Post de este domingo expresa esta doble pulsión que se vive ahora mismo en Israel. “La caída de Asad, un enemigo implacable de Israel que convirtió a Siria en una plataforma para las amenazas iraníes y las transferencias de armas a Hizbulá, no es algo que Israel lamenta”, afirma. “Sin embargo, la composición de las fuerzas rebeldes que amenazan al régimen de Asad no es una alianza que el Estado judío pueda aplaudir”, concluye.