Al acoso global y a las elecciones estadounidenses responde Corea del Norte con algún desmán. La coincidencia de ambos convierte el misil de largo alcance lanzado la mañana del jueves en, probablemente, el menos sorprendente de las últimas décadas. El servicio de inteligencia surcoreano, para cerrar el pronóstico, había alertado en la víspera de maniobras preparatorias en la zona habitual de lanzamientos.
No ha sido otro lanzamiento funcionarial. El de la mañana del jueves marca un hito en la carrera armamentista norcoreana. Es el proyectil de larga distancia (ICBM, por sus siglas inglesas) que más tiempo se ha mantenido en el aire: 86 minutos desde que fue eyectado al alba desde un suburbio septentrional de Pionyang hasta que pasadas las 8.30 AM (hora local) se hundió a 300 kilómetros de la isla japonesa de Okushiri. El récord anterior lo ostentaba desde diciembre el misil Hwasong-18 con 73 minutos.
«Es el mayor tiempo de vuelo hasta ahora y probablemente con un nuevo misil», corroboró el Ministerio de Defensa japonés. Con el paso de las horas llegaron más detalles. El proyectil se habría elevado hasta los 7.000 metros y recorrido una distancia en plano de un millar de kilómetros. Es la habitual curva vertical que describen los misiles norcoreanos para evitar que caigan en la lejanía y minimizar así el riesgo de accidentes. Si esa trayectoria se traduce a una horizontal bastaría para alcanzar suelo estadounidense. Esa es, al menos, la teoría: no hay pruebas de que Pionyang haya perfeccionado tecnologías imprescindibles para enviar una bomba a la otra punta del mundo como la miniaturización de la ojiva o su protección frente a las vibraciones durante el reingreso a la atmósfera.
Combustible sólido
El Ejército surcoreano sostiene que se trata de un misil con combustible sólido eyectado desde una lanzadera móvil. El combustible sólido proporciona ventajas sustanciales frente al líquido: es más estable, puede ser trasladado con menor riesgo y más discreción y apenas necesita unos minutos para ejecutar el disparo. Las horas que requiere el líquido dan la oportunidad al enemigo para detectarlo y neutralizarlo.
«El arma estratégica más poderosa del mundo», aclaraba la prensa norcoreana con su habitual eufemismo de «estratégico» por «nuclear». Kim Jong-un supervisó el lanzamiento, según la agencia nacional. «La prueba es una acción militar apropiada para cumplir completamente el objetivo de informar a los rivales, quienes han agravado intencionadamente la situación regional y puesto en peligro a nuestra república recientemente, de nuestra capacidad de contrataque», ha advertido el tirano.
La inteligencia surcoreana había advertido de que Pionyang estaba a punto de encadenar provocaciones. No sólo un misil balístico sino también un ensayo nuclear. Las imágenes satelitales revelan la actividad febril que suele antecederlos en el tercer túnel de la ciudad nororiental de Punggye-ri. El régimen ya mostró meses atrás por primera vez una instalación secreta para producir uranio.
Elecciones en EEUU
Integra ya la liturgia electoral estadounidense que Corea del Norte reclame los focos. Es su forma de exigirle al ganador que la coloque en la carpeta de asuntos urgentes. El trámite es esta vez más necesario porque a Washington se le adivina desbordado con Ucrania y Oriente Próximo. A Pionyang le beneficia Donald Trump, con el que ya participó en unas negociaciones para desnuclearizar la península. El contexto, sin embargo, no es el mismo. No está ya Moon Jae-in, el admirable expresidente surcoreano que se fijó la paz coreana como objetivo vital, sino los conservadores, mucho menos comprensivos con el ruidoso vecino del norte.
El misil contiene más mensajes que ese codazo a Washington, sostiene Ramón Pacheco, profesor de Relaciones Internacionales del King’s College y experto en Corea del Norte. «Tiene un componente técnico: demostrarle al mundo que sigue mejorando sus capacidades militares. Y también les dice a aliados de Estados Unidos como Japón y Corea del Sur que ahora puede realizar cualquier acción sin miedo a represalias ni sanciones porque Moscú las detendrá en el Consejo de Seguridad de la ONU».
El mundo le afea estos días a Corea del Norte que preste su soldadesca a Putin. Esa colaboración, sellada en una reciente cumbre presidencial, plantea nuevos riesgos en Asia. A Seul le inquieta que Moscú le muestre la tecnología a Pionynag que necesita para acelerar su desarrollo armamentístico. No parece casual que, tras aquel acuerdo, Corea del Norte pusiera al fin en órbita su primer satélite espía tras varios intentos fracasado ni la nueva marca de vuelo de sus misiles.