Unos 300 soldados norcoreanos han muerto y 2.700 han sido heridos en Ucrania, según Seúl. Las cifras llegan de su Servicio de Inteligencia Nacional o NIS, una agencia con un acreditado historial de errores, pero no chirrían en la encarnizada ofensiva del Kursk, donde ucranianos y rusos se han zurrado durante semanas por unos cientos de kilómetros cuadrados. Las bajas norcoreanas, sobre un total de 11.000 tropas, son calificadas de “masivas” por el NIS y atribuidas a su escaso entendimiento de la guerra moderna. Los mortíferos drones de larga distancia, por ejemplo, les son extraños.
Las desventuras norcoreanas han refrescado el interés por un conflicto instalado tras tres años en una anodina dinámica de ofensivas y recuentos diarios de víctimas. Primero fueron sus problemas comunicativos con sus aliados rusos o su febril afición al porno y otros contenidos censurados en su país; ahora son sus bajas. Sobre su rol se ha especulado durante meses. Son los mejores de un país que dedica un tercio de su PIB al Ejército, pero les falta experiencia en el campo de batalla. Son, en cualquier caso, más eficaces que los cuarentones o cincuentones que ya recluta Moscú. El NIS revela las reacciones que su envío a un país tan ajeno y lejano generan en la sociedad. Los familiares temen que sean tratados como “soldados esclavos” o peones sacrificables mientras el resto espera que la calidad de vida en el país mejore en el crudo invierno con la prometida ayuda rusa.
Las notas encontradas en los cadáveres norcoreanos revelan las instrucciones de inmolarse antes de ser capturados. “Las autoridades les presionan para suicidarse o detonarse a sí mismos”, explica el NIS. Un soldado ya rodeado gritó “General Kim Jong-un” y se dispuso a activar su granada cuando fue abatido, ha desvelado Lee Seong-kweun, un parlamentario que atendió a la reunión con los servicios de inteligencia. Es un método trillado en Corea del Norte. Sus espías y terroristas suelen llevar pastillas de cianuro por si las cosas se ponen feas. La inquietud norcoreana en Ucrania es acentuada por el riesgo de que los prisioneros den información valiosa sobre las tropas de élite al enemigo.
Dos capturados
Lo prueban los dos capturados por Kiev. Un video de tres minutos los muestra vendados y confundidos. El diálogo es caótico y recomienda todas las reservas: no sabemos lo que Ucrania editó ni si los interrogados dicen lo que les han dicho que digan. Asegura uno que creía que era destinado a unas maniobras militares y se sorprendió cuando se vio en una guerra. Otro dice que Ucrania es bonita y no quiere regresar. Solo su doloroso desamparo queda claro: a miles de kilómetros de su hogar, sin hablar ni una palabra de ruso, ucraniano ni inglés.
Sobre su destino se debate ahora. El presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, ha propuesto devolvérselos a Kim Joung-un a cambio de los “guerreros que están cautivos en Rusia”. No ha llegado respuesta aún de Pionyang. En Moscú, preguntados por los soldados norcoreanos, han aclarado su interés por cualquier intercambio de prisioneros. “El proceso no es fácil, pero la vida de nuestros soldados en cautividad es importante para nosotros”, ha respondido el portavoz del Kremlin. Es una sorprendente reivindicación de los norcoreanos como propios de un Gobierno que sigue sin admitir su participación. También se los apropia Seúl. Su Constitución contempla la península completa como territorio nacional, niega legitimidad al Gobierno del norte y obliga al cuidado de toda la población. “Los deseos de los soldados capturados son lo más relevante aquí. Si quieren desertar a Corea del Sur, el NIS hablará con Ucrania y Rusia”, ha relevado el parlamentario Lee.
También les ha ofrecido Zelenski otras «opciones» si no quieren volver a su país. «Los que expresen un deseo de traer la paz contando la verdad sobre esta guerra en coreano recibirán esa oportunidad», ha dicho. Al par de norcoreanos no les faltan alternativas, pero ninguna es apetecible: rehacer su vida en un lugar lejano o regresar a un país que les preguntará por qué no activaron la granada.