Corea del Norte ha abrazado a los drones con la fe del converso. Tras décadas atareado en perfeccionar misiles y demás armamento de guerras convencionales ha anunciado que sus fábricas despacharán sin pausa esos pequeños artilugios voladores que se muestran tan útiles en Ucrania. Lo ha anunciado su líder, Kim Jong-un, tras atender a un ensayo militar resuelto con aparente éxito.
Las imágenes de la KCNA, la agencia oficial norcoreana, muestran a Kim y sus oficiales paseando entre dos modelos diferentes de drones, pixelados para no darle pistas al enemigo. Otras fotografías muestran una berlina alemana y varios tanques despanzurrados. Los drones, detalla la agencia, «golpearon con precisión los objetivos» durante la prueba. Permiten ajustar la distancia del ataque y están diseñados para alcanzar al enemigo en tierra y mar.
Kim ha ordenado ya un sistema de producción en serie tan pronto sea posible. El viraje, aclara, supone la actualización de la teoría militar vigente en su país. Lo justifica el tercer eslabón de la dinastía en «los éxitos que están logrando los drones en pequeños y grandes conflictos». No sólo cuenta su acrisolada capacidad asesina: sus costes de producción son infinitesimales en comparación con los de un misil de largo alcance y no exigen ninguna tecnología compleja. Los drones, lanzados en oleadas para dificultar su neutralización, permiten causar daños enormes a enemigos bien armados.
Inminente cargamento
Corea del Norte no había mostrado un especial interés en los drones hasta ahora. Esta es sólo la segunda prueba publicada en la prensa, tras la de agosto, y en sus desafíos periódicos a su vecino del sur sólo consta el envío de cinco unidades a la isla de Ganghwa dos años atrás. Pionyang lamenta con vehemencia que grupos de ultraderecha surcoreanos esparzan sobre su territorio propaganda cargada en drones lanzados desde la frontera. Ha respondido siempre con globos y esperado que los vientos hicieran el trabajo. Es un método con el encanto de lo artesanal que ahora podría afinar con el inminente cargamento de drones.
Nadie ha mencionado a Ucrania en la prensa nacional pero es el destino más probable de los artilugios voladores. Kim ya ha enviado millones de municiones y unos 10.000 hombres a Vladímir Putin desde que ambos firmaran en julio un acuerdo de defensa que incluye el auxilio mutuo si alguno de los países era atacado.
En Pionyang sellaron una alianza con consecuencias imprevisibles en la península coreana y que también inquieta a China. Kim calificó a Putin como el «más querido amigo del pueblo coreano» y le mostró su «absoluto apoyo y solidaridad» en la guerra en Ucrania. El segundo le agradeció que ese apoyo fuera «constante e inquebrantable». «Me refiero a nuestra lucha contra la política hegemónica impuesta durante décadas, la política imperialista de Estados Unidos y sus satélites contra la Federación Rusa», añadió.
En combate en Ucrania
Washington y Kiev han desvelado que las tropas de élite norcoreanas enviadas semanas atrás a la frontera ya han entrado en combate. No serán decisivas para el signo de la guerra pero sí influirán en zonas concretas como la de Kursk, donde están acuarteladas. En ellos confía Putin para acelerar la liberación de ese territorio invadido por Ucrania. Supone la primera misión en el extranjero de tropas norcoreanas y sobre su función y relevancia sólo hay hipótesis.
Corea del Norte ha regresado al desenfreno: amenazas semanales a Seúl, lanzamientos de misiles de largo alcance, ninguna esperanza de diálogo y un vínculo cada día más férreo con Moscú. Pionyang será el asunto más relevante cuando esta semana se reúnan en la cumbre del Asia-Pacífico el presidente surcoreano, Yoon Suk Yeol, el estadounidense, Joe Biden, y el primer ministro japonés, Shigeru Ishiba.