El viernes saltó la noticia. A tan solo 11 días para una de las elecciones presidenciales más reñidas en la historia de Estados Unidos, The Washington Post anunció que ya no apoyaría a ningún candidato, sepultando una tradición que inició en 1976. El director general del diario, William Lewis, describió la insólita decisión como una «declaración en apoyo de la capacidad de nuestros lectores para decidir por sí mismos». Sin embargo, la razón que impulsó ese giro es mucho más profana. El equipo del rotativo capitalino tenía redactado un editorial favorable a Kamala Harris, pero en el último momento su propietario, el milmillonario Jeff Bezos, vetó su publicación.
La censura ha abierto una crisis en el Washington Post, uno de los periódicos más influyentes de EEUU. Hasta 200.000 lectores han cancelado sus subscripciones, altos cargos como Robert Kaplan, redactor jefe del departamento de opinión, han dimitido, y otros popes del periodismo han denunciado lo que entienden como un acto de «cobardía con la democracia como víctima». Donald Trump verá esto como una invitación a intimidar aún más a su dueño Bezos (y a otros)», denunció Marty Baron, reciente exdirector del Post.
Pocas horas antes de que estallase la polémica el viernes, según adelantó The New York Times, Trump se reunió con ejecutivos de Blue Origin, la compañía aeroespacial también propiedad de Bezos que tiene un contrato de 3.400 millones de dólares con la Administración y que compite por otros lucrativos acuerdos gubernamentales.
Las élites se preparan para Trump
El culebrón mediático en Washington ilustra cómo parte de las élites empresariales de EEUU empiezan a prepararse para una hipotética victoria trumpista en los comicios del próximo 5 de noviembre. Hace una semana, ejecutivos de Wall Street, directores de grandes compañías y dos expresidentes estadounidenses se reunieron a puerta cerrada en un exclusivo encuentro empresarial. Algunos de ellos, relata The Washington Post, «acabaron discutiendo cómo protegerse a sí mismos y a sus negocios si Trump gana la presidencia la próxima semana e intenta usar el poder del Despacho Oval contra sus supuestos enemigos».
El dinero tiende a ser cobarde y a refugiarse ante un momento de incertidumbre. En EEUU, numerosos multimillonarios han hecho públicas sus apuestas financiando la campaña de Trump o de Harris, un movimiento que —aunque también puede deberse a factores ideológicos— responde principalmente a una estrategia por proteger sus intereses económicos. Y es que los demócratas defienden un aumento de los impuestos a los más ricos y una mayor regulación de las grandes corporaciones, un escrutinio que ha contribuido a alienar a las élites.
Caso paradigmático de ese giro es el del magnate tecnológico Elon Musk, que ha pasado de apoyar a Barack Obama, a Hillary Clinton y a Joe Biden en anteriores elecciones a regar al trumpismo con 75 millones de dólares esperando que ello se traduzca en una mayor influencia en la próxima Casa Blanca, menos regulaciones para Tesla y SpaceX y un recorte histórico en impuestos que satisfaga a su bolsillo.
Un silencio que habla
A falta de tan solo 7 días para la cita electoral, las encuestas arrojan un panorama borroso en EEUU que podría decantarse tanto del lado demócrata como del republicano. El temor a que un Trump presidente pueda tomar represalias contra los empresarios que no le han sido fieles ha hecho que muchos de ellos opten por apartarse del debate político. El prolífico inversor Warren Buffett, el sexto hombre más rico del mundo, anunció la semana pasada que se mantendría al margen de las elecciones, como ya hizo en 2020, si bien antes apoyó a Barack Obama y a Hillary Clinton. Mark Zuckerberg, presidente y director ejecutivo de Meta, ha pasado de apoyar causas liberales a alabar la respuesta de Trump tras su intento de asesinato y a prometer «ser neutral y no desempeñar un papel de una manera u otra». En un libro, Trump dijo de ‘Zuck’: «Le estamos vigilando de cerca, y si esta vez hace algo ilegal pasará el resto de su vida en la cárcel».
Ese silencio ha sido particularmente abrumador en Silicon Valley, cuna de la industria tecnológica estadounidense, donde muchas de las grandes empresas dependen de contratos con la administración pública, así como de sus regulaciones o de las políticas de aranceles impuestas a China. Tim Cook de Apple, Andy Jassy de Amazon y Sundar Pichai de Google también habrían tendido a la mano a Trump después del tiroteo, según ha contado un asesor del presidente a The Washington Post. Aliados trumpistas señalan al diario que entienden esa falta de un apoyo explícito a Harris como una señal prometedora.
Otros magnates de la órbita republicana han pasado en pocos meses de denunciar el rol de Trump en la insurrección de una turba de sus seguidores contra el Capitolio a volver a prestarle su apoyo. Es el caso de grandes nombres del mundo financiero o del capital riesgo como Stephen Schwarzman de Blackstone, Douglas Leone de Sequoia Capital, Bill Ackman de Pershing Square Capital Management.
En respuesta a la polémica editorial del Washington Post, el reputado historiador Timothy Snyder, profesor en Yale, ha compartido un punto clave de su ensayo Sobre la tiranía en el que advierte sobre los peligros de «obedecer de antemano»: «La mayor parte del poder del autoritarismo se otorga libremente. En tiempos como estos, los individuos piensan de antemano en lo que querrá un gobierno más represivo, y se ofrecen sin que nadie se lo pida. Un ciudadano que se adapta de este modo está enseñando al poder lo que puede hacer».