La abrumadora victoria de Donald Trump y los republicanos en las elecciones que Estados Unidos ha celebrado esta semana abren la puerta a una nueva era de desregulación que satisface los intereses económicos de Silicon Valley, meca de la poderosa industria tecnológica del país.
Aunque la imprevisibilidad de Trump despierta cierta inquietud entre las grandes empresas del sector, el presidente electo estadounidense ha prometido sepultar gran parte de las medidas adoptadas por la Administración de Joe Biden, entre ellas los esfuerzos por regular tecnologías como la inteligencia artificial (IA) o las criptomonedas o la posible prohibición de TikTok, si bien también podría mantener la presión contra los grandes monopolios tecnológicos.
Se espera que el segundo mandato trumpista esté marcado por el aceleracionismo efectivo, una tendencia de moda en Silicon Valley que aboga por la desregulación para dar rienda suelta a la innovación tecnológica, vista como una panacea a todos los problemas del mundo. Esa visión ha permeado en Trump a través de Elon Musk, el polémico magnate que —junto a otros directivos del sector— ha financiado la campaña trumpista con más de 130 millones de dólares y que influenciará la acción política del nuevo gobierno.
Desregulación de la IA
En octubre de 2023, Joe Biden impulsó una orden ejecutiva que fija ciertas obligaciones para los desarrolladores de sistemas de IA, normas de privacidad y transparencia con las que mitigar riesgos negativos de esta tecnología emergente como la desinformación o los sesgos de raza y género que arrastran los algoritmos. Aunque muchos expertos la tacharon de insuficiente y poco ambiciosa, Trump denunció que «impone ideas radicales de izquierdas» al desarrollo tecnológico y que por eso la anulará en su «primer día» en la Casa Blanca.
Tanto el presidente electo como los demócratas coinciden en ver la IA como un pilar estratégico para competir con China y garantizar la seguridad nacional, pero el magnate republicano apuesta por dar rienda suelta al sector, que podría beneficiarse de lucrativos contratos gubernamentales. Esa opción también supone una oportunidad para Musk y su empresa xAI.
«El Valle pisará a fondo el acelerador, sin guardarraíles, y será el comienzo de una era sobrecargada de capitalismo de vigilancia, intentos de automatizar el trabajo con IA y discriminación algorítmica», ha vaticinado el periodista tecnológico estadounidense Brian Merchant.
Políticas antimonopolio
La alianza entre Trump y parte de Silicon Valley podría traducirse en un trato de favor hacia empresas como Tesla o SpaceX, propiedad de Musk, que ya tienen cientos de contratos con el Gobierno y que están bajo la lupa de los reguladores. El magnate y otros empresarios influyentes apuestan por reforzar la cooperación entre la industria tecnológica y el Ejército.
Los analistas dan por sentado que la nueva Administración despedirá de forma fulminante a Lina Khan, presidenta de la Comisión Federal de Comercio nombrada por Biden que ha liderado las investigaciones antimonopolio contra gigantes como Amazon, Google, Microsoft o Meta, muchas de las cuales se iniciaron durante el primer mandato trumpista. El futuro vicepresidente J.D. Vance ha defendido la fiscalización regulatoria de Khan y Trump podría mantener ese grado de agresividad. Sin embargo, se espera una mayor permisividad ante fusiones empresariales.
Los republicanos han amenazado reiteradamente con derogar la famosa Sección 230 de la Ley de Decencia en las Comunicaciones, que dota a las redes sociales de inmunidad por lo que ocurre en ellas. Aunque también han acusado a plataformas como Facebook o Instagram de censura, es poco probable que ejecuten una promesa que perjudicaría tanto a Twitter como a Truth Social, propiedad de Musk y Trump.
Chips
Pocas industrias son más estratégicas para EEUU que la de los microchips, indispensable para el desarrollo de tecnologías punteras como IA o la computación cuántica. Quizás por eso Biden logró obtener el apoyo bipartidista necesario para establecer un programa de inversión pública para impulsar la producción nacional de semiconductores.
Trump ha dicho que la ley es «muy mala» y que en su lugar impondrá aranceles «tan altos» que obligarán a los gigantes del sector —principalmente de Taiwán— a construir fábricas en EEUU «a cambio de nada», un posible cambio que genera incertidumbre. Trump ha acusado a la isla de «robar» el liderazgo estadounidense en ese mercado —produce más del 90% de los chips avanzados— y ha asegurado que debería pagar más para garantizar su seguridad ante una hipotética invasión de China, que reclama su soberanía desde hace décadas. Aunque el magnate quiere restringir aún más las exportaciones de este preciado componente para dañar a Pekín, ese escenario bélico despierta muchos temores. Según estimaciones de Bloomberg Economics, supondría un golpe de 10 billones de dólares para la economía mundial.
Prohibición de TikTok
Durante su primer mandato, Trump firmó una orden ejecutiva que amenazaba con la prohibición de TikTok. Ahora, el presidente electo se opone a ello, principalmente porque ve en la plataforma de vídeos una amenaza para Meta, compañía que detesta. Sin embargo, Biden y los republicanos aprobaron este año una nueva ley que obliga a su propietario, el gigante tecnológico chino ByteDance, a desprenderse del negocio de la app en EEUU antes del 19 de enero, un día antes de que Trump jure el cargo. El caso está bloqueado por un recurso judicial que se resolverá en diciembre.
Revés laboral
La segunda presidencia trumpista también amenaza con debilitar el papel de los sindicatos, que con Biden recuperaron parte del poder perdido en las últimas tres décadas. En ese sentido, la Administración también puede notar la influencia de Musk, que aboga por declarar como inconstitucional la Junta Nacional de Relaciones Laborales, la agencia independiente que vela por los derechos laborales y que vigila los abusos empresariales.