«¿Cómo puede estar pasando esto en Estados Unidos? ¿Cómo pueden personas como éstas estar a cargo de nuestro país? Si no lo viera con mis propios ojos, pensaría que estoy teniendo una alucinación».
«¡Haber esclavizado a Estados Unidos con este truco! ¡Haber capturado la mente de la nación más grande del mundo sin pronunciar una sola palabra de verdad! ¡Oh, qué placer debemos darle al hombre más malévolo de la tierra!».
«¡No me impresiona la Casa Blanca!» —gritó mi padre, golpeando la mesa para hacerla callar después de que ella dijera «la Casa Blanca» por decimoquinta vez—. «Lo único que me impresiona es quién vive allí. Y la persona que vive allí es un nazi dijo ella».
Los lectores y lectoras que no hayan leído La conjura contra América (The plot against América) pueden aprovechar los 6 días que restan hasta las elecciones presidenciales para hacerlo. Leer la novela de Philip Roth inmediatamente antes de la victoria de Donald Trump en 2016 resultó muy interesante. Y aunque ya no se trata estrictamente de una novedad, porque ha gobernado durante cuatro años, entre el 20 de enero de 2017 y el 20 de enero de 2021, el acto-festival de seis horas que Trump protagonizó el pasado domingo, día 27 de octubre, en el estadio del Madison Square Garden de Nueva York, evoca el clima descrito por el novelista norteamericano fallecido en Manhattan en mayo de 2018. Por eso fue sugerente volver a echarle un vistazo.
Roth imagina al aviador Charles A. Lindbergh, el primer piloto en cruzar el Océano Atlántico en 1927, como candidato aislacionista y derechista del Partido Republicano que le gana las elecciones presidenciales a Franklin D. Roosevelt, quien se presentaba en 1940 por tercera vez, tras modificarse la Constitución para permitir un nuevo mandato.
Condecorado por Hitler
¿Por qué hizo ficción con Lindbergh?
Porque en 1939, Lindbergh, un personaje popular, recorrió EEUU con conferencias en contra de la guerra «europea». Había vivido en Europa durante cuatro años. El canciller alemán Hitler encargó en 1936 a Herman Goering, comandante en jefe de la Luftwaffe, la Fuerza Aérea, integrante de la Wermacht, las Fuerzas Armadas alemanas, condecorar a Lindbergh con la espada ceremonial.
Sus conferencias, a su regreso, fueron auspiciadas por la organización Comité America Primero (America First Committe), que realizó campañas aislacionistas y filonazis.
En la novela de Roth el programa del candidato imaginario Lindbergh es «América Primero» (América First).
El programa de Trump: «Hacer América Grande de Nuevo» (MAGA o Make América Great Again).
Y aunque Trump perdió en 2020 las elecciones frente a Joe Biden (81.281.888) y en el colegio electoral, el hecho es que obtuvo 74.223.251 votos. Esto es: 11.238.422 votos más que los 62.984.829 que reunió el 8 de noviembre de 2016 frente Hillary Clinton, candidata del Partido Demócrata (65.853.514) ante quien perdió en voto popular y a quien ganó en el colegio electoral.
Provocación
El show del Madison Square Garden (MSG) citado fue una provocación en toda regla, una provocación calculada. Porque la ciudad de Nueva York (NYC) no es un swing state o estado de tendencia electoral incierta como Pensilvania, Michigan y Wisconsin, para citar solo a algunos de ellos. NYC es demócrata, o mejor dicho, anti-Trump.
El acto en el MSG fue el pasado domingo la ilustración de lo que en términos militares es una cabecera de playa en campo enemigo. Allí los humoristas y oradores teloneros hicieron un despliegue sin complejos de los principios supremacistas, misóginos y xenófobos de Trump.
Pero aparte de la evocación a la imaginaria campaña presidencial de Lindbergh, en 1941, el citado comité América Primero convocó un acto multitudinario en el Madison Square Garden. Allí Lindbergh fue invitado para exponer su posición.
«Deploramos que el pueblo alemán no pueda votar sobre las políticas de su Gobierno, que Hitler haya llevado a su nación a la guerra sin pedir su consentimiento… Y a nosotros en América ¿nos han dado la misma oportunidad de votar sobre la política que nuestro gobierno ha seguido [entrar en la guerra]? No».
¿Por qué era necesario atacar a los puertorriqueños a quienes el humorista invitado maltrató, al decir que Puerto Rico es un «isla flotante de basura en el océano»? «No sé si lo saben, pero ahora mismo hay literalmente una isla flotante de basura en medio del océano. Creo que se llama Puerto Rico». También se burló de judíos («son baratos»), palestinos («Harris los quiere aquí»), negros y latinos en general, explicó el cómico Tony Hinchcliffe.
Puertorriqueños y haitianos
Nada es gratuito en los montajes espectaculares de Trump. Y en este caso se ha impuesto el hecho de que Pensilvania –un estado incierto clave donde la campaña republicana ya está impugnando el voto anticipado– cuenta con casi 500.000 ciudadanos puertoriqueños-americanos, y Trump aspira con su demagogia racista a recuperarlo (ganó allí en 2016 y perdió en 2020).
Por tanto, a los portorriqueños les tocó en el MSG la basura, al igual que en el debate televisado con Kamala Harris, los haitianos que viven en Springfield (Ohio), según Trump, comen perros y gatos. Se trata de la gente que, según Trump, tienen malos genes, son enviados a América por países como Venezuela para destruirla, sin contar con que EEUU se ha convertido en un país en el que los «enemigos están dentro», a los cuales será necesario pararles incluso con el Ejército.
Las referencias de excolaboradores de alto nivel de Trump, como ha sido el caso del general John Kelly, a palabras elogiosas del entonces presidente sobre Hitler («Necesito el tipo de generales que tenía Hitler», y su uso en un anuncio por parte de la campaña de Harris, colocó a Trump a la defensiva. «No soy un nazi», dijo.
Pero, más allá de las declaraciones del general Kelly, exjefe de gabinete de la Casa Blanca y exsecretario de Seguridad de Estados Unidos, durante la presidencia de Trump, el rally del domingo 27 de octubre en el Madison Square Garden tuvo todos los rasgos de una convocatoria de rasgos fascistas.
La prepotencia que exhibe Trump, sobre la base de los 74 millones de votos obtenidos en 2020, y la extraordinaria extensión de su organización MAGA, hacen, según se ha apuntado, que si el resultado parece ajustado e incierto, las posibilidades del no reconocimiento en caso de derrota, nos conducen a una América imprevisible y explosiva.
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