Ha pasado el 10 de enero y puso a prueba las fortalezas y debilidades de Nicolás Maduro y la oposición venezolana. Maduro juró apenas rodeado de los presidentes de las exhaustas Cuba y Nicaragua, Miguel Díaz Canel y Daniel Ortega, respectivamente, y bajo la protección de las Fuerzas Armadas. La oposición se abstuvo de reconocer su derrota política después de anunciar que llegaba «la hora» de la victoria. No le quedó otra alternativa denunciar que se ha consumado un «golpe de Estado» y se ha entrado en una nueva etapa de la confrontación sin reglas precisas. María Corina Machado llamó a hacer «lo que sea necesario» para promover los cambios en un país desgastado por el conflicto interno. El alcance de la definición «lo que sea necesario» marcará la evolución de la crisis.
«Nos estamos preparando junto con Cuba y Nicaragua y junto con nuestros hermanos mayores del mundo para que si un día tenemos que tomar las armas y defender el derecho a la paz y la soberanía dar la batalla en la lucha armada y volver a ganarla«, dijo Maduro durante el cierre del un Festival Mundial de la Internacional Antifascista promovida por Caracas. La declaración trajo ecos de otras expresiones parecidas, 60 años atrás. Cuando Fidel Castro dijo que la Cordillera de los Andes sería una nueva Sierra Maestra no solo pensaba en la expansión revolucionaria del proceso iniciado en Cuba, sino una forma de responder a la expulsión de la isla de la Organización de Estados Americanos (OEA) y el bloqueo de Estados Unidos. Las guerrillas latinoamericanas operaban bajo esa lógica de la Guerra Fría, y a la vez como consecuencia de situaciones internas. Maduro intenta recuperarla convencido de que encarna el mismo espíritu y no es observado, inclusive por parte de la izquierda, como un Gobierno represivo y de dudosa legitimidad. Desde que ha comenzado el año han sido arrestadas 25 personas, de acuerdo con el Foro Penal. «No somos líderes tibios, somos la revolución bolivariana«, dijo Maduro a su auditorio, para explicar su determinación a hacer lo que sea necesario para mantenerse en el Palacio de Miraflores.
Respuestas a Duque y Uribe
Maduro salió a responder a dos expresidentes colombianos, Iván Duque y Álvaro Uribe, quienes, en ese orden temporal, se pronunciaron en favor de una solución militar de la cuestión venezolana. La palabra «intervención» unificó sus pedidos. El primero lo hizo después del confuso incidente que involucró a Machado, tras una breve detención por parte de la Policía Nacional Bolivariana, el pasado jueves. Uribe, en cambio, lo propuso después de los módicos fastos de la asunción en la Asamblea Nacional. «Pedimos una intervención internacional, preferiblemente avalada por las Naciones Unidas, que desaloje a esos tiranos del poder y convoque de inmediato a unas elecciones libres«, dijo Uribe en el marco de un acto realizado en Cúcuta, la ciudad fronteriza con la venezolana Táchira.
Las declaraciones de ambos pusieron en aprietos al actual mandatario, Gustavo Petro, quien busca el equilibrio imposible por estas horas. Petro no ha reconocido la victoria de Maduro en las urnas, pero tampoco expresa las posiciones más radicales de la región en boca del argentino Javier Milei. «Si las elecciones de Venezuela no fueron libres, al realizarse bajo el bloqueo económico que se convierte en una extorsión explícita, es importante mantener la tesis del dialogo político más amplio posible en Venezuela, el levantamiento integral del bloqueo y una nueva posibilidad de expresión libre del pueblo de Venezuela».
Al igual que Brasil, Petro ha vuelto a apostar por lo imposible: un diálogo entre el Gobierno y la oposición venezolanos. Maduro cree que no hay nada que negociar y que ganó por las buenas las elecciones aunque se ha resistido a mostrar las actas que lo avalen. Es tiempo, por lo tanto, de atrincherarse. «Cobarde, ven tú al frente de la tropa. Te espero en el campo de batalla», lo desafió al expresidente de derechas, para luego incentivar a su platea a gritar la consigna «Uribe, paraco (paramilitar), el pueblo está verraco (furioso) «. Más allá del duelo personal, el «presidente obrero», como le gusta a Maduro definirse, estima que los colombianos no respaldan la petición de los exjefes de Estado.
El factor Trump
En este contexto, Machado agradeció personalmente la solidaridad de Donald Trump después del incidente del pasado jueves. «Valoramos profundamente su apoyo inquebrantable a la lucha de Venezuela por nuestra democracia. Con un coraje extraordinario, el pueblo venezolano ha desafiado el miedo y la brutal represión, manteniéndose unido y firme frente a un régimen criminal, desesperado por aferrarse al poder para evadir la justicia», escribió la dirigente de Vente Venezuela en la red social X.
El 20 de enero, Trump retorna a la Casa Blanca. Antes de asumir, su antecesor Joe Biden comenzó a preparar el camino la sucesión: sancionó funcionarios, reconoció a Edmundo González Urrutia como «presidente electo» y ofreció 25 millones de dólares por la cabeza de Maduro y su ministro del Interior y Justicia, Diosdado Cabelo. Con el correr de los días se esclarecerá el alcance de la política del multimillonario republicano hacia Venezuela y si las arengas de Duque y Uribe son solo anticipos de una hoja de ruta posible y una expresión más elocuente de la exhortación de Machado a hacer «lo que sea necesario». La identificación absoluta de la oposición venezolana con expectativas de Trump supone también un dilema al interior de un antimadurismo que no tiene una opinión unánime sobre el modo en que Machado encabezó la lucha por el cambio.
Lo que se espera, por lo pronto, es un mayor endurecimiento policial y militar en las calles y fronteras venezolanas. «Estamos victoriosos y cada vez más fuertes», dijo Maduro. El fantasma de una intervención lo justificará todo.