Ni siquiera la frialdad de la pantalla es capaz de amortiguar las emociones cuando se le pregunta a Susan Abulhawa (Kuwait, 1970) por lo que vio en Gaza. «Es difícil hablar de ello… La violencia, el horror, la privación, la degradación», dice antes de que se le quiebre la voz. Meses después de pasar varias semanas en la Franja, la escritora y activista palestina de los derechos humanos presenta la publicación en español de ‘Amaneceres en Yenín’ (Editorial Bold Letters), su primera novela, publicada inicialmente en 2006. Traducida a 32 idiomas, y con más de un millón de copias vendidas, su relato sobre la desposesión y el exilio forzoso de una familia palestina expulsada de su tierra en 1948 por las tropas del naciente Estado de Israel la convirtió en la escritora palestina más leída en el mundo. Hija de refugiados, y afincada en Pensilvania, atiende a EL PERIÓDICO por videoconferencia.
En ‘Amaneceres en Yenín’ cuenta la odisea de una familia expulsada de Ein Hod (cerca de Haifa) en 1948, pero podría ser la historia de cualquier familia de refugiados palestinos. ¿Qué quería decirle al mundo?
Realmente no estaba hablándole a nadie en particular. Soy una narradora. Y estas son las historias de nuestras vidas. Cuando escribo, mi lealtad está con los personajes, con la historia y con una manera de narrar auténtica y veraz.
¿Echaba en falta este tipo de relatos en la literatura occidental?
Absolutamente. Realmente fue el primero de este tipo en la literatura occidental. No había nada parecido hasta entonces, una novela con una historia palestina multigeneracional y por eso creo que se convirtió en un clásico instantáneo. Y, sabe, es intencional. Los editores occidentales no están interesados en nuestras historias a menos que afirmen los estereotipos occidentales sobre nosotros. Estoy segura de que hay muchos libros sobre una pobre mujer palestina que es víctima de varios hombres árabes o cosas así, cosas que alimentan el supuesto del ‘salvador blanco europeo’ o la idea de que somos terroristas. Incluso los libros de historia con algo de popularidad, raramente están escritos por palestinos. Los escriben israelíes u otros occidentales.
Sus padres perdieron todo lo que tenían en Palestina tras la guerra de los Seis Días (1967) y tuvieron que exiliarse dando tumbos por varios países. ¿Qué impacto tuvo eso en su vida?
Mi padre y mi madre son de Jerusalén. Y, como le sucede a todo palestino, la ocupación israelí de nuestra tierra determina el rumbo de nuestras vidas. Mis padres no pudieron quedarse en Palestina, fueron expulsados, mientras otros miembros de nuestra familia lograron esconderse y quedarse. Todo aquello nos destruyó. Destruyó la vida de todos. Rompió las familias, cuando venimos de una cultura profundamente ligada a la tierra y definida por la cohesión social, estructurada en clanes, tribus y familias.
Muchos israelíes suelen decir que los refugiados palestinos deberían aceptar la realidad, dejar de quejarse y olvidarse del derecho al retorno.
Son los israelíes los que deberían reconciliarse con su condición de colonizadores y volverse a los países de los que vinieron o aprender a vivir como iguales en la tierra a la que llegaron. Lo otro no es más que una fantasía colonial. Cada colonizador la tiene. Y todos dicen lo mismo: «acéptenlo». Pero estoy segura de que no aceptarían que alguien les dijera: «Fueron exterminados, así que no intenten buscar compensación o reconocimiento. Simplemente acéptenlo».
¿Qué paralelismos ve entre la Nakba de 1948 y lo que está sucediendo ahora?
Durante la Nakba, Israel pudo expulsar a más del 80% de la población indígena. También lo hizo mediante violencia, pogromos y atrocidades masivas. Pero, al menos, aquellos que escaparon pudieron encontrar algo de seguridad y reconstruir sus vidas. Lo que está ocurriendo en Gaza es extraordinario, tal vez sin precedentes. No hay adónde escapar. La gente huye de un lado a otro en un espacio cerrado, con bombas cayendo por todas partes. Es un genocidio. La densidad de población, la pequeñez del territorio y el poder de fuego hacen que esta masacre diaria sea algo sin igual.
¿Por qué cree que se permite algo así en pleno siglo XXI, cuando está siendo prácticamente televisado a través de las redes sociales?
Israel ha logrado adueñarse de los políticos occidentales. No sé cómo lo hacen, si es con dinero, con sobornos o chantajes. No pertenezco a ese mundo. Pero definitivamente esos políticos no actúan según los valores que profesan ni atendiendo a la voluntad de su población. La mayoría de la humanidad ve lo que sucede y quiere que termine. Incluso en Estados Unidos, el 70% de los ciudadanos quiere un embargo de armas contra Israel. Pero hay un pequeño grupo de gente que controla los medios, la economía y la política y actúa en contra de la voluntad de las masas.
Tengo entendido que entró en Gaza la primavera pasada. ¿Fue como esperaba? ¿Qué es lo que más le impactó?
Fue infinitamente peor de lo que nadie podría imaginar. Es difícil hablar de ello. Nunca he visto algo así en mi vida. La violencia, el horror, la privación, la degradación… Ni siquiera había leído algo así en los libros de historia.
[se emociona]
Lo siento, es que soy humana. Lo que el mundo está viendo son los momentos de violencia espectacular, la punta del iceberg. Y eso ya es suficientemente horrible. Pero hay mucho más. Personas excavando durante días con las manos para tratar de sacar a otros de los escombros, que mueren atrapados y agonizando. Todos pueden oírlos, pero nadie puede salvarlos. Muchos de ellos son niños. Como no entra la ayuda, no hay zapatos. ¡Algo tan básico como zapatos! Y luego está la degradación de los niños. De pronto los ves emocionados y eligiendo los uniformes porque tendrán un rato de escuela o de clase de música. Y un rato después, ves a esos mismos niños de tres años cargando bidones de agua. Todo el mundo pasa el tiempo buscando agua y algo de comer mientras están siendo bombardeados.
¿Qué piensa cuando escucha a Netanyahu o Biden decir que esta es una guerra contra Hamás o un guerra para erradicar el terrorismo en la región?
Es mentira, pura bazofia. Ellos son los mayores monstruos. Hamás no representa ninguna amenaza para ellos. Cuando alguien es una amenaza, no los bombardean así. Y la prueba está en cómo actuaron contra Irán, con medidas muy calculadas y cautelosas. Israel sí es una amenaza para los palestinos, pero también para la humanidad y la moralidad. Es una amenaza para el derecho internacional y el orden internacional que Occidente dice defender.
¿Cuál cree que es el objetivo último de Israel en Gaza?
Ellos mismos lo han dicho, de modo que habría que escucharles. Desde 1948 llevan lamentándose del 20% de palestinos que lograron quedarse y desde hace dos décadas repiten que quieren deshacerse de nosotros. Lo han intentado de muchas maneras. Y ahora han vuelto a decirlo abiertamente: «tenemos que matarlos a todos». En su discurso público están obsesionados con nuestros niños, diciendo que somos una amenaza demográfica. Y se obsesionaron aun más cuando se descubrió ese enorme campo de gas natural frente a la costa norte de Gaza. Han tratado de quedarse con él, pero no pueden porque está fuera de su jurisdicción. Cada vez que lo han intentado, las petroleras reciben demandas y acaban abandonando el proyecto.
Simpatizar con EEUU nunca ha sido fácil. A usted misma la despidieron hace 20 de una farmacéutica por los artículos que publicaba sobre el tema en la prensa del país. ¿Ha cambiado algo en estos 20 años?
Fíjese en los estudiantes. Les están imponiendo cargos graves (felonías), con potenciales penas de prisión, por manifestarse contra el genocidio. Por primera en la historia de EEU un profesor con plaza fija fue despedido por oponerse al genocidio. Fue concretamente una profesora judía de la Universidad de Columbia. Es aterrador.
¿Qué espera de Trump?
Trump es muy impredecible, pero el equipo que ha nominado para Oriente Próximo no augura casi nada bueno. Ninguno de nosotros tiene grandes expectativas. No espero que los políticos occidentales nos liberen.
¿Aún le queda esperanza?
Por supuesto. Me inspiran nuestros combatientes, que siguen peleando para ver a su pueblo libre aun sabiendo que van a morir. Me inspiran nuestros activistas, aliados, estudiantes y las naciones que nos apoyan. El mundo está empezando a ver el terror que hemos soportado a manos de Israel y a desafiar las representaciones racistas que se han construido sobre nosotros. Mi esperanza viene del peso moral de las masas, que están despertando. También los intelectuales. Tarde o temprano los sistemas profundamente injustos basados en la supuesta superioridad de un pueblo o una raza acaban cayendo. Por todo eso sigo teniendo esperanza.