«Nadie en la Unión Europea quiere un conflicto comercial con Estados Unidos. Pero si llega a ocurrir tenemos que dar la respuesta adecuada», afirmó el alemán Manfred Weber, líder del Partido Popular Europeo (PPE), ante la cumbre celebrada en Berlín para respaldar a Friedrich Merz, candidato de los conservadores alemanes a las elecciones generales del 23 de febrero. La cita, cuya agenda de trabajo se centra en la lucha contra las trabas burocráticas, reunió a una docena de líderes nacionales de esa familia política, además de la presidenta de la Comisión Europea (CE), Ursula von der Leyen, y la del Parlamento Europeo, Roberta Metsola.
El objetivo de los asistentes, entre ellos el primer ministro sueco, Ulf Kristersson, y líderes en la oposición, como el español Alberto Núñez Feijóo, era mostrar cohesión en torno a Merz. Pero la división entre esa familia política europea respecto a la ultraderecha complica la anhelada imagen de unidad. A ello se suma el trato preferencial que da Donald Trump a las distintas ramas del derechismo radical europeo, estén o no en el poder, mientras ningunea al centrismo o la derecha moderada. Su lista de invitados a la toma de posesión del lunes incluye a aliados políticos como la jefa del gobierno italiano, Giorgia Meloni, quien todavía no ha confirmado su asistencia, o el líder del español de Vox, Santiago Abascal, así como a una delegación de Alternativa para Alemania (AfD).
«Los populares fuimos el único partido del centro que ganó escaños en las pasadas elecciones europeas», recordó Weber en un encuentro con corresponsables extranjeros. Corresponde al PPE tomar la iniciativa y plantear sus ofertas a Trump, por ser este, a juicio del político bávaro, el mandato de los electores europeos.
Tras esos mensajes de cohesión, sin embargo, planea la división entre los conservadores europeos respecto a la ultraderecha. Merz, que según los sondeos será el próximo canciller, ha dado su palabra de que su bloque conservador mantendrá estrictamente el cortafuegos sobre la extrema derecha. La AfD está absolutamente descartada por el conjunto del espectro parlamentario alemán como aliado. Pero frente a esa determinación germana pesa el hecho de que el cordón sanitario no se mantiene ni en España ni en otros países europeos, sean Países Bajos, Suecia o Finlandia, mientras que a Meloni se la ve como un posible puente de acercamiento a Trump.
El giro de Austria
Para Merz es especialmente comprometedor el giro dado por Austria, cuya derecha moderada, el ÖVP, ha pasado de descartar categóricamente al ultraderechista FPÖ a negociar una coalición comandada por los radicales.
Para el PPE, esa situación no es comparable con la alemana. En primer lugar, porque la AfD es una formación aislada políticamente no solo en su país, sino también por el resto de los populismos derechistas europeos por su extremismo. El FPÖ austriaco, además, fue la fuerza más votada en las elecciones del pasado mes de septiembre, con Herbert Kickl como aspirante a la cancillería.
El bloque conservador de Merz lidera las encuestas con unos 10 puntos de ventaja sobre la AfD, se recuerda entre el PPE. La constelación más plausible tras los comicios del próximo febrero es una coalición con los socialdemócratas como socios.
Pese a estos argumentos, el giro político austríaco ha empantanado la campaña de Merz, quien a diario se ve interpelado por la pregunta de hasta cuándo se mantendrá en Alemania un cortafuegos que ya cayó en otros países equiparables europeos.