Cuando la congresista de Arizona Stephanie Stahl Hamilton toca una puerta en la calle Dura de Río Rico, una comunidad vecina a Nogales, sale a hablar con ella Brittany Echevarría. Al principio se plantea complicada, con esta mujer de 31 años, la misión en la que está embarcada la representante estatal: ir casa por casa, y son más de 40 esta mañana de octubre en la que le acompaña EL PERIÓDICO, intentando conseguir el voto para Kamala Harris, para otros candidatos a nivel federal, estatal y local, para renovar su propio escaño y en las numerosas iniciativas que se votan en el estado, que alargan hasta dos páginas por las dos caras las papeletas.
Echevarría explica que pensó inicialmente en optar por Donald Trump, pero que lo descartó cuando empezó «a ver las cosas negativas». Estudió a Harris, «y tampoco». E informa de que en principio en esa vivienda, donde también residen sus padres, originarios de México y que recientemente han obtenido la ciudadanía, nadie va a votar.
No son buenas noticias para Stahl Hamilton pero no tira la toalla. Y un rayo de esperanza se le abre cuando habla a la votante de la Proposición 139 que incluiría la protección del derecho al aborto en la Constitución de Arizona, uno de los 10 estados que votarán medidas sobre el aborto el 5 de noviembre (Nebraska tiene dos, una favor y una en contra). Echevarría ahí sí parece involucrarse y quiere tener algo que decir en las urnas. «Tengo mis derechos y quiero preservarlos», afirma.
La movilización de mujeres
Ese caso es solo una muestra de una realidad palpable en estas elecciones presidenciales de Estados Unidos: proteger el aborto y los derechos reproductivos se ha convertido en uno de los principales motores de la movilización, sobre todo de las mujeres, una parte del electorado que se inclina mayoritariamente por la candidata demócrata, que ha hecho de los derechos reproductivos un eje fundamental de su campaña. Según un sondeo de la Kaiser Family Foundation, desde que la vicepresidenta tomó el testigo de Joe Biden el aborto se ha convertido en el tema más importante para cuatro de cada 10 mujeres menores de 30 años.
Ese motor se ha acelerado desde que en junio de 2022 el Tribunal Supremo de una supermayoría conservadora consolidada con tres magistrados nombrados por Trump derogó la sentencia de 1973 Roe v. Wade y con ello la protección constitucional de ese derecho. Devolvió la regulación a los estados y en 22 controlados por republicanos se han impuesto prohibiciones o restricciones draconianas, lo que Harris llama «los vetos de Trump».
Desde esa decisión del Supremo ha crecido el porcentaje de estadounidenses que respaldan garantizar el aborto. Según los últimos datos del centro Pew, el 63% de la población cree que debe ser legal en todos o la mayoría de los casos, una posición que mantienen el 85% de los demócratas y de los independientes que se inclinan por ese partido pero también el 41% de los republicanos y de los independientes moderados.
Eso explica que, también desde aquella sentencia, en las urnas de siete estados, incluyendo algunos gobernados por los conservadores, los ciudadanos hayan aprobado medidas para garantizar el derecho. El papel que jugó la movilización por el aborto fue fundamental en varias de las victorias que los demócratas consiguieron en las legislativas de 2022. Y su esperanza ahora es que eso se repita esta vez en los 10 estados con medidas en las papeletas, que incluyen los determinantes bisagra de Arizona y Nevada pero también en otros con importantes carreras para el Congreso y el Senado como Montana, Florida y Maryland.
El reto es que en algunos lugares, como la propia Arizona y Nevada, se anticipa que el respaldo a medidas para proteger el aborto no se va a traducir totalmente en voto demócrata, porque si allí las encuestas muestran hasta un 70% de apoyo a las iniciativas, el duelo entre Harris y Trump está mucho más igualado. Lo mismo sucede, por ejemplo, en Misuri, donde se anticipa que se aprobará la medida de protección pero también renovará cómodamente su escaño el senador Josh Hawley, uno de los más duros antiabortistas en la Cámara Alta. Y en lugares como el también bisagra y ajustado Michigan, que en las legislativas de 2022 aseguró la protección del aborto, hay miedo de que algunas votantes den ya la lucha por resuelta.
Harris versus Trump
El sentimiento popular a favor de garantizar el aborto explica muchas cosas de estas elecciones, y no solo la gran apuesta de Harris, que está subrayando su mensaje con el apoyo de influyentes figuras como la exprimera dama Michelle Obama o las influyentes cantantes Taylor Swift y Beyoncé pero también con el de médicos y con protagonistas de carne y hueso de historias de horror creadas por los nuevos vetos, incluyendo la familia de Amber Nicole Thurman, la primera víctima con nombre y apellido que gracias a ProPublica se ha identificado entre estas muertes que se podían haber evitado.
Trump y su campaña son conscientes de que el sentir ciudadano va en su contra. Eso explica que el expresidente y candidato republicano, aun a riesgo de desencantar a los más recalcitrantes antiabortistas entre sus filas, haya moderado su discurso, aunque mantiene exageradas acusaciones a los demócratas. Asegura, por ejemplo, que sus propuestas son radicales y pone el foco en el aborto en los últimos estados de gestación (aunque según datos de los Centros de Control de Enfermedades solo representan el 1%, mientras que el 94% de las interrupciones del embarazo se realizan antes de que acabe el primer trimestre). Trump también llega a decir la falsedad de que los demócratas defienden «la ejecución tras el parto».
Tras resistirse a definirse y lanzar mensajes inconsistentes, el candidato republicano ha acabado asegurando que rechaza medidas extremas como el veto después de las seis semanas de gestación de Florida, el estado donde vota, y que no firmaría un veto nacional al aborto si llegara a aprobarse en el Congreso y que incluso lo vetaría.
El problema que ven Harris, estudiosos y activistas, así como muchas mujeres, es que es difícil creer a Trump solo por la retórica de esta campaña, una donde Melania Trump dio una sorpresa al hacer una encendida defensa del derecho al aborto en su libro de memorias. Y hay numerosas alertas ante la posibilidad de que Trump vuelva a la Casa Blanca, especialmente pero no solo si lo hace con los republicanos logrando también el control total del Congreso.
Project 2025
Esos miedos no son los desatan propuestas radicales que aparecen en el Project 2025, la extremista hoja de ruta conservadora de la que Trump intenta distanciarse públicamente. Se mira a su presidencia, en la que ya adoptó medidas como negar fondos federales a Planned Parenthood, la mayor organización en EEUU de acceso a la salud reproductiva. Y se teme que en una segunda presidencia podría ir aún más allá.
Podría, por ejemplo, apoyar los esfuerzos para intentar limitar o vetar el acceso a las píldoras abortivas, que por ahora pero no de forma definitiva ha mantenido el Supremo. Podría también tener éxito el esfuerzo republicano por usar la Ley Comstock de 1873 para hacer un crimen el envío de esas píldoras o de material abortivo por correo. Podría también atacar EMTALA, la ley federal que actualmente obliga a médicos en hospitales que reciben fondos federales a dar cuidado estabilizador en caso de emergencia médica, incluyendo el aborto, una norma que también de momento ha mantenido el Supremo pero no de forma definitva. Sobre todo, se teme que Trump en la presidencia pudiera usar el poder ejecutivo para materializar uno de los sueños que acaricia el movimiento antiabortista: reconocer al feto como persona.
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