Cuando Barbara fue unos domingos atrás a hacer la compra en un Costco cercano a Scottsdale se encontró con que se había agotado el papel higiénico y el agua. A esta votante del decisivo condado de Maricopa, en el determinante estado bisagra de Arizona, se le disparó el temor a la violencia en las elecciones que ya sentía, alimentado por lo que sucedió allí en 2020, cuando seguidores de Donald Trump que incluían gente armada trataron de detener el recuento de votos hablando de teorías de un supuesto «robo» que agitaba el entonces presidente, una crisis que meses después culminó en el asalto al Capitolio.
«Hay gente preparándose para un estallido, para lo peor», concluía Barbara tras depositar su papeleta por anticipado en el ayuntamiento. Y confesaba sentir «angustia».
No está sola. Según un sondeo realizado por Axios, el 62% de los estadounidenses creen que la violencia es algo o bastante posible este martes, el día de las elecciones presidenciales en Estados Unidos que miden a Trump con la vicepresidenta Kamala Harris. En otra encuesta de ‘The Washington Post’ y la Universidad George Mason realizado en seis de los siete estados decisivos, un 57% de los sondeados expresaba preocupación porque creen que habrá violencia si Trump pierde, incluyendo un 22% de republicanos.
Son miedos que se sustentan en lo que ha sucedido en los últimos cuatro años, cuando las elecciones estadounidenses han pasado a convertirse en citas de alto voltaje.
La tensión está a extremos máximos en una campaña teñida de violencia política con los dos intentos de asesinato de Trump, donde los dos partidos hablan de las amenazas a la democracia si gana el rival y donde el líder republicano y sus aliados despliegan ya una estrategia reforzada para impugnar los resultados si le son contrarios. En Arizona un hombre ha sido imputado ya por haber disparado en tres ocasiones contra una oficina demócrata en Tempe. El arrestado tenía en su casa 120 armas, 250.000 rondas de munición y un lanzador de granadas y las autoridades creen que planeaba «evento con múltiples víctimas».
Ejercicio de riesgo
Lo que durante mucho tiempo fue un momento de celebración cívica es ahora un ejercicio de riesgo para votantes, trabajadores electorales y altos cargos responsables de las elecciones en un país con 10.000 jurisdicciones. A lo largo y ancho del país se ha producido un refuerzo de la seguridad para todo el ciclo electoral, especialmente en los centros de votación y en los de recuento. El 92% de los cargos electorales consultados ya en mayo por el Centro Brennan de Justicia confirmaban ese refuerzo y un 70% creía que el peligro que enfrentan es mayor que hace cuatro años.
La nueva realidad se confirma en los preparativos, que han convertido muchos centros de votación y sobre todo los centros de recuento en fortalezas casi militarizadas. El Departamento de Seguridad Interior ha realizado más de 1.000 inspecciones en oficinas electorales y centros de votación, más de 700 revisiones de ciberseguridad y más de 400 entrenamientos. En numerosos centros se han instalado cristales blindados, algunos se protegen con concertina, reparten radios para que trabajadores electorales puedan comunicarse con la policía e instalan o distribuyen «botones de pánico«.
En lugares como Maricopa, donde el secretario de Estado relataba recientemente a un juez que suele llevar un chaleco antibalas, el centro de recuento estará protegido por policías a caballo y un equipo antiterrorista y se desplegarán también drones y francotiradores si es necesario. En centros de votación habrá detectores de metales y barreras físicas. Y el sheriff del condado ha suspendido las vacaciones de todo el personal y desplegará por lo menos a 200 agentes. Antes de 2020 no se movilizaba ni una cuarta parte.
Durante meses en todo el país ha habido entrenamientos para preparar desescaladas ante potenciales incidentes pero también para actuar en caso de tiroteos. Y en algunos centros de recuento se ha distribuido Narcan, el antídoto para las sobredosis de fentanilo, ante el temor de que sobres de votos lleguen con el potente opioide, que puede ser letal solo con contacto. Ya ha habido envíos de paquetes sospechosos.
Movilizar el Ejército
De momento los gobernadores de dos estados, Washington y el bisagra de Nevada, ha activado a la Guardia Nacional para poder responder a episodios de violencia. En el primero la semana pasada explotaron artefactos explosivos en buzones de depósito de papeletas, algo que también sucedió en Oregón.
Numerosos análisis apuntan a un aumento de la retórica violenta alrededor de las elecciones que se detecta en plataformas y redes sociales como Telegram y en foros extremistas de internet, movidas por elementos organizados como los Proud Boys pero también por ciudadanos anónimos. El Proyecto Global contra Odio y Extremismo, por ejemplo, ha detectado un aumento de la retórica violenta en Telegram del 317%, similar a lo que se observó en 2020.
El Departamento de Justicia anunció el viernes que envía observadores a 86 jurisdicciones en 27 estados, incluyendo condados de los siete estados bisagra. Se trata de una cifra récord en dos décadas y representa un aumento del 49% respecto a hace cuatro años. Algunos líderes republicanos, no obstante, han dicho que quizá no les permitirán entrar, alegando que al tratarse de enviados de la Administración de Joe Biden pueden jugar un papel partidista, una acusación que ignora que ese despliegue de observadores se lleva haciendo décadas.
Los propios republicanos han preparado su propio «ejército» de trabajadores y observadores, 230.000 personas según el Comité Nacional Republicano. En su movilización, preparación y entrenamiento han participado grupos como la Red de Integridad Electoral, un paraguas de 30 organizaciones que lidera Cleta Mitchell, que fue abogada para Trump en su asalto a los resultados del 2020. Supuestamente esos trabajadores y observadores se deberían encargar de evitar que se cometa fraude, pero se teme que lo que pueden hacer es intentar probarlo o causar disrupciones. Cualquier retraso en el recuento, la grabación de imágenes que son susceptibles de ser distorsionadas o usarse para propagar desinformación, eleva los peligros de que este polvorín estalle.
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