A finales de 2018, la Unión Europea (UE) contempló con estupefacción cómo Estados Unidos, su histórico aliado, lo apuñalaba por la espalda. Donald Trump había decidido imponer aranceles del 25% y del 10% a las importaciones de acero y aluminio europeo citando un problema de seguridad nacional, una «intervención flagrante» e «injusta» de Washington en el libre mercado —según denunció el entonces presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker— que expuso a la industria europea. Bruselas limitó sus represalias con la esperanza de calmar las aguas, pero el presidente estadounidense se lo tomó como un signo de debilidad y aumentó sus amenazas. Finalmente, la disputa se saldó con una tregua transatlántica que expira el 21 de marzo de 2025, dos meses después de que la próxima Administración estadounidense, sea con Trump o con Kamala Harris al mando, haya tomado posesión.
Seis años después, la UE no quiere ser sorprendida de nuevo con la guardia baja. Es por eso que el Ejecutivo comunitario que encabeza la alemana Ursula von der Leyen ha creado un grupo especial que, aunque oficialmente se prepara tanto para una victoria demócrata como republicana en EEUU, ha empezado a maniobrar ante el temor a que un triunfo trumpista en las elecciones del próximo martes se traduzca en una renovada guerra comercial contra los 27, según Politico. «Europa ha cambiado mucho y estaremos listos para actuar. (…) Devolveremos el golpe rápido y con fuerza», ha explicado un alto diplomático europeo en declaraciones al medio.
Durante su mandato, Joe Biden ha mantenido gran parte de los aranceles dictados por Trump, como los que afectan a la aceituna negra española, si bien ha suspendido otros que afectan a los productos europeos. Aunque Harris podría seguir esa línea proteccionista, los planes del magnate conservador despiertan más «preocupación», según fuentes consultadas. Tras dirigir como presidente el mayor aumento arancelario de EEUU desde la Gran Depresión de 1929, Trump ha prometido ahora imponer aranceles de entre el 20% y el 10% a todas las importaciones a partir de 2025. Con ello pretende reforzar el valor del dólar, proteger a las empresas estadounidenses, crear nuevos puestos de trabajo en el país y recortar el déficit público.
Golpe a la economía de la UE
Sin embargo, ese repliegue amenaza con torpedear la economía europea. La imposición de nuevos aranceles podría reducir drásticamente las exportaciones desde Europa, afectando en gran medida sectores productivos cruciales como la maquinaria, los productos químicos o los vehículos. De ser del 10%, la riqueza de la eurozona caería un 1% mientras que el valor del euro podría debilitarse un 3%, según estimaciones de Goldman Sachs. «A la UE no le convienen los desafíos a las normas del comercio internacional porque es más dependiente», explica Lina Gálvez, eurodiputada del PSOE, en declaraciones a EL PERIÓDICO. «Pero si suben las tarifas es posible que se abra una cierta contienda».
La relación comercial entre EEUU y la UE mueve anualmente productos y servicios por valor de alrededor de un billón de dólares, siendo la más fructuosa del mundo. Además, sustenta directamente unos 9,4 millones de puestos de trabajo a ambos lados del Atlántico, según datos de la Comisión Europea. El viejo continente es el más beneficiado en esa alianza —registró un superávit de 156.000 millones de euros sólo el año pasado—, algo que indigna a Trump.
Bruselas se prepara
El plan de contingencia de la UE pasa por plantar cara a Trump, pues los líderes europeos creen que cuánto más duras sean sus represalias a las medidas estadounidenses más rápido se obligará a Washington a negociar, según apuntan diplomáticos de alto rango a Politico. Eso significa que los 27 podrían optar por responder con la misma carta, aplicando aranceles del 10%. «Si hay que llevar las relaciones a un punto más tenso estamos dispuestos a hacerlo», asegura a este diario Adrián Vázquez, eurodiputado del PP, que considera que las amenazas trumpistas pueden diluirse si los demócratas controlan una de las dos cámaras legislativas. «Europa es el mayor mercado del mundo y tener el botón rojo para decidir si hay que dejar de comprar o vender nos da un poder enorme».
Ambos eurodiputados, miembros de la Delegación para las Relaciones con EEUU, coinciden en señalar que la relación transatlántica es «vital» y que la cooperación comercial «seguirá adelante» con Trump o Harris en la Casa Blanca, pero también en que la UE «ha aprendido de las lecciones del pasado».
El automóvil, en la diana
Alemania, como motor económico de la UE y sede de los pesos pesados de la industria automotriz, está en la diana. «Quiero que las empresas automovilísticas alemanas se conviertan en empresas automovilísticas estadounidenses», ha dicho Trump. Durante el primer mandato del magnate neoyorquino, fabricantes como Volkswagen, BMW o Mercedes Benz evitaron daños mayores al desplegar nuevas inversiones en EEUU, una maniobra que, según varios expertos, no funcionará ahora. Las políticas arancelarias propuestas por el republicano podrían restar entre 127.000 y 180.000 millones de euros al producto interior bruto (PIB) teutón, según cálculos del Instituto Económico Alemán. No obstante, el sector del automóvil alemán está tan entrelazado con otros países de la UE que ese revés económico también arrastraría a los 27.
No solo eso. Trump también promete que, si es elegido presidente, hará frente a las investigaciones y multas que los reguladores europeos están dictando contra gigantes tecnológicos estadounidenses como Amazon, Apple, Google, Meta o Microsoft por abusar de su posición dominante en el mercado para violar las leyes de la competencia.
¿Guerra comercial con China?
Tanto Trump como Harris coinciden en el uso de aranceles contra China. Sin embargo, el republicano quiere disparar las tasas al 60%, un enfoque mucho más drástico que, de adoptarse, podría arrastrar a la UE a una guerra comercial y tecnológica con el gigante de Asia. ¿Cómo? Si EEUU cierra el paso a los productos chinos a golpe de arancel, estos podrían redirigirse al mercado único, un movimiento que podría forzar a Europa a adoptar nuevos aranceles y agudizar las tensiones comerciales ya existentes con Pekín. Aunque Bruselas ha tratado de reducir su dependencia de la potencia asiática, esta sigue siendo la mayor fuente de importaciones al viejo continente, con una cuota del 20,5% en 2023. «Si hay un resquicio de esperanza (…) es que EEUU debe aceptar que necesita una Europa fuerte para contener eficazmente a China», ha valorado el ‘think tank’ European Council on Foreign Relations.