Desde el pasado 5 de noviembre, Elon Musk no es solo el hombre más rico del mundo, ni el que le quitó el polvo a la carrera espacial, ni el que demostró que los coches eléctricos podían competir con los de combustión, ni el responsable de más de 2.000 millones de visitas a ‘fake news’ en la última campaña electoral de EEUU. Ese día, el de la rotunda victoria electoral de Donald Trump, se convirtió también en la mano derecha del que va a ser, cuando en enero se le invista, el dirigente político más poderoso del mundo. Y por la frenética actividad que está desarrollando en las últimas semanas, parece que Musk está dispuesto a explotar a fondo esa influencia.
En el reportaje de portada que le ha dedicado esta semana, la revista ‘Time’ compara a Musk con William Randoph Hearst. Eso es decir mucho: el editor que inspiró al sugestivo Kane de Orson Welles fue un magnate que no se conformó con ejercer su influjo desde los periódicos que controlaba, sino que tuvo un papel principal en acontecimientos históricos como la guerra de Cuba o la llegada al poder de Franklin Delano Roosevelt. En ese símil, Twitter –cuyo nombre Musk ha cambiado a X- sería equiparable a los diarios que controlaba Hearst. Y se supone que las gestas políticas van a llegar a partir de ahora. Le avala su intrépida trayectoria empresarial, llena de cosas a priori imposibles que se hacen realidad.
«El tío Elon»
Tras las elecciones, Musk se ha instalado en la mansión de Trump de Mar-a-Lago (Florida), que se ha convertido en estos días en uno de los epicentros de la política mundial. La cercanía entre los dos magnates, en otro tiempo enfrentados –Musk llegó a pedir la retirada de Trump, que le contestó burlándose del precio que pagó por Twitter-, es tal que el futuro presidente ha bromeado: “Elon no se quiere ir, no me puedo librar de él”. La nieta de Trump lo llama “el tío Elon”, y él mismo se considera “el primer amigo” (‘the first buddy’) del líder republicano, en un juego de palabras con “primera dama”.
Musk no solo ha accedido a un lugar de privilegio en el ‘clan Trump’; también ha participado en la mayoría de encuentros políticos de primer nivel que han tenido lugar estos días en la mansión de Florida –por ejemplo con el presidente argentino, Javier Milei– y en llamadas telefónicas con líderes mundiales como Volodímir Zelenski (Ucrania) y Recep Tayyip Erdogan (Turquía). Según el New York Times, también se reunió con el embajador de Irán ante la ONU con el objetivo de «rebajar tensiones» entre ese país y Estados Unidos. Y mantiene desde hace años contacto con Vladímir Putin.
Musk tiene el encargo formal de recortar el gasto público de la Administración en dos billones de dólares, en torno a un tercio de su presupuesto total. Para ello, Trump le ha inventado una oficina, el Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE) que sin embargo no estará integrada en la estructura federal, sino que será externa.
Terminar con el teletrabajo
En un artículo publicado el miércoles en el Wall Street Journal, Musk y su número dos en el DOGE, Vivek Ramaswamy, daban por fin alguna pista sobre sus intenciones. Quieren terminar con el teletrabajo, recortar subvenciones a todo tipo de organismos e impulsar «reducciones masivas de personal en toda la burocracia federal». Pero no está nada claro ni que esas medidas alcancen a una rebaja tan masiva del gasto social como pretenden –porque el grueso se dedica a políticas públicas de sanidad, pensiones o subsidios de desempleo–, ni que un departamento externo pueda, por ejemplo, decidir el despido de empleados públicos.
Mientras se concreta ese papel de Musk, figuras cercanas al empresario empiezan a tomar posiciones para alcanzar puestos de relevancia en el futuro gobierno. En sus palabras, quiere reunir al «mejor equipo» de personas alineadas con esa estrategia de recortes drásticos, y ha propuesto por ejemplo a dos de los principales dirigentes de SpaceX, la empresa de transporte espacial con la que sueña con llegar a Marte.
Riqueza creciente
De momento, los días que han transcurrido desde la jornada electoral han servido para consolidar a Musk como hombre más rico del mundo. De hecho, ha ampliado considerablemente su distancia con el segundo, Jeff Bezos: si Forbes calculaba en septiembre que el patrimonio de Musk ascendía a 243.700 millones de dólares, el valor de sus acciones creció en más de 50.000 millones solo en la semana posterior a las elecciones, gracias sobre todo al empuje de Tesla, su marca de vehículos eléctricos.
Llegar a Marte, motor vital
Pero, según dijeron a Time personas cercanas a Musk, al empresario lo que más le importa no es el dinero, sino precisamente su proyecto de llegar a Marte. Sostienen que su apuesta por Trump –invirtió 120 millones de dólares en la campaña– se debe a que se ha dado cuenta de que «tener el control, directo o indirecto, de los presupuestos del gobierno estadounidense, hará posible llegar a Marte cuando Musk esté aún vivo, y hacerlo de forma privada sería más lento». Trump acompañó al empresario, el pasado martes, en el lanzamiento de un cohete de SpaceX en Brownsville, Texas.
El hombre más rico del mundo pareció confirmar que esa es su motivación última en un tuit de esta semana. Sobre una foto en la que se listan sus supuestos objetivos vitales, entre los que se incluyen «hacer que se elija a Trump» o «trabajar desde Mar-a-Lago», puntualizó: «Estoy intentando que la vida sea multiplanetaria para maximizar la posible duración de la conciencia. Para ello, se necesitan algunos de los elementos que se indican aquí».
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