La estrategia del primer ministro de Israel, Binyamín Netanyahu, avanza según lo planeado. En pleno aniversario del brutal ataque de Hamás el 7 de octubre de 2023, el que fue y será el peor error militar y de inteligencia en la historia del Estado hebreo, ese Ejército, que aquel día tardó en reaccionar, se apunta tanto tras tanto en el campo de batalla. Mientras Israel recupera su imagen de formidable potencia regional, los frentes se le multiplican. En todos ellos va dejando un reguero de sangre y un deje de temeridad a su paso, a los que se le suma una aparente ausencia de cálculos. Por mucho que le pese al presidente estadounidense, Joe Biden, Netanyahu, yendo a la suya, ha sumido a la región en un conflicto casi tan expandido como estancado. Y cada vez menos ojos mirando hacia Gaza.
«En la Franja de Gaza, el conflicto está estancado pero no podemos hablar de que haya una guerra de baja intensidad», afirma Tahani Mustafa, analista sénior de Palestina del International Crisis Group, a EL PERIÓDICO. «Cada día hay 60 o 70 muertos por continuos bombardeos israelíes, sumado a la ausencia de zonas seguras que impiden el establecimiento de una infraestructura humanitaria», añade. El enclave palestino cumple un año bajo las bombas. Durante un total de 359 días (exceptuando los seis de la única tregua el pasado noviembre), los gazatíes sólo han conocido una guerra que ha destrozado completamente su tierra y desarraigado sus vidas. El ataque de Hamás del 7 de octubre, que mató a 1.139 israelíes y secuestró a otros 250, fue el catalizador de la peor ofensiva sufrida por los palestinos en décadas.
Objetivos de guerra
Desde la invasión de Gaza a finales del pasado octubre, Israel ha derrotado a casi todos los batallones de Hamás y ha ocupado la mayor parte del territorio. Su Ejército calcula haber matado a al menos 14.000 combatientes, pero aún considera que varios miles más siguen en libertad, ocultos en los túneles. Allí, también se encontrarían algunos del centenar de rehenes llevados a Gaza ahora hace también un año. Por lo tanto, 12 meses después, Israel no ha cumplido con ninguno de los tres objetivos de la ofensiva militar: devolver a todos los cautivos a casa, aniquilar a Hamás y eliminar cualquier amenaza de seguridad proveniente de la Franja de Gaza. Hace unas semanas, Netanyahu añadió un cuarto: retornar a los 60.000 israelíes desplazados de la frontera con el Líbano por los enfrentamientos con Hizbulá.
Allí ha lanzado una ofensiva que sigue el patrón de Gaza. Aunque la combinación de ataques aéreos con una incursión terrestre esta vez se enfrenta a una milicia mucho más poderosa y organizada. Hizbulá, en cambio, ha sido muy claro desde el primer momento sobre qué pondría fin a sus lanzamientos de proyectiles. Como frente de apoyo a Hamás y en solidaridad con los sufrimientos de la población gazatí, un alto el fuego en el enclave palestino detendría el fuego. «No quieren que esto se convierta en un conflicto entre el Líbano e Israel, se trata sólo de Gaza«, reconoce Mustafa. «Israel quiere cambiar la narrativa para compartimentar sus escaladas regionales, pero no está funcionando y lo que está pasando en el Líbano es un enorme fracaso de publicidad para Israel en este momento», explica esta estudiosa de la región desde Ammán, la capital jordana.
Lucha «existencial»
Mientras, se apagan los focos sobre Gaza. En el pequeño enclave palestino, más de 41.700 personas han muerto, casi 100.00 han resultado heridas y 1,9 millones han sido desplazadas. «Pese a los amplios costes pagados, Hamás sigue reclutando a nuevos jóvenes que ven el conflicto como una lucha por su existencia después de que el mundo haya abandonado a los palestinos a su suerte, mientras las conversaciones por el alto el fuego se han estancado», recuerda Mustafa. A medida que Netanyahu añade más condicionantes a la tregua, el grupo palestino se planta y exige, por encima de todo, la retirada de las tropas israelíes del enclave. Para ambos bandos, tanto para Hamás como Israel, esta guerra se ha convertido en una cuestión «existencial«. «Para muchos palestinos, la culpa es de Hamás por haber llevado la situación hasta este punto, y renunciar a cualquier condición mínima sería una capitulación total y un suicidio para el grupo; es literalmente una lucha por la supervivencia«, analiza Mustafa.
«Para Israel, es existencial porque el 7 de octubre destruyó la sensación de seguridad del país, que ya tenía un tejido social muy precario y dividido, y ahora, ha desmantelado la narrativa de ser el faro de la democracia, la seguridad y la estabilidad que puede proteger los intereses de Estados Unidos en la región para convertirse en el único elemento desestabilizador allí», apunta la analista. A lo largo de este año, Israel ha luchado en siete frentes, con mayor o menor intensidad: en la Franja de Gaza, en la Cisjordania ocupada, en el Líbano, en Yemen contra los hutíes, en Irak contra milicias aliadas de Irán, en Siria y en Irán. Sin duda, el Ejército israelí se encuentra enfrascado en la guerra más larga que ha luchado nunca. A su vez, se trata probablemente del momento más peligroso en toda la región desde la guerra de los seis días en 1967.
Sin soluciones diplomáticas
Más allá del gran despliegue militar, muchos expertos denuncian la falta de interés de Israel de traducir las victorias militares recientes en soluciones diplomáticas a largo plazo. «Parece que, como en Gaza, Israel se está preparando para una guerra en el Líbano sin tener una estrategia ni una política clara respecto a lo que desea lograr con ella», apuntaba hace unas semanas el columnista israelí Zvi Barel en Haaretz. El panorama de futuro inmediato tras un año de guerra contra Gaza es más guerra: contra Gaza, contra el Líbano y casi que contra Irán. «Ningún político israelí, ni de izquierda ni de derecha, ha ocultado nunca su deseo de expansionismo«, apunta Mustafa. «Esta guerra nos ha demostrado que Israel se saldrá literalmente con la suya en todo: antes, los estados regionales actuaban en caso de guerra, pero ahora ya no pueden, porque dependen profundamente de los aliados occidentales israelíes», añade, en referencia a la alianza con Washington de países como Egipto y Jordania, antes firmes defensores de los palestinos.
«Los palestinos se dieron cuenta de que la comunidad internacional no es el lugar donde encontrarán su derecho a obtener un Estado, ni siquiera su derecho a vivir«, lamenta la analista de Palestina. Por eso, cada vez Hamás cuenta con más combatientes en Gaza, y más apoyo en la Cisjordania ocupada. En «una lucha por la supervivencia» tras ser «aislados por la comunidad internacional», no les queda otra opción. Mientras acumula victorias militares y elimina cualquier posibilidad de rendición de cuentas por los errores del 7 de octubre, el Israel de Netanyahu se va haciendo fuerte, con el apoyo inquebrantable de Estados Unidos. Con un Partido Demócrata acobardado ante una posible derrota electoral y una región atemorizada por el retorno de Donald Trump al poder, su futuro se presenta oscuro, letal y belicoso.
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