Luiz Inacio Lula da Silva cumplió 79 años este domingo y no tuvo el mejor regalo político. La segunda vuelta de las elecciones municipales brasileñas en 51 ciudades resultó adversa para el gobernante Partido de los Trabajadores (PT). Las agrupaciones de derecha y centro-derecha se quedaron con la mayoría de las 26 capitales regionales. El oficialismo solo ganó una. La victoria más resonante y en un punto previsible de la oposición tuvo lugar en San Pablo, el principal distrito económico del gigante sudamericano, donde Ricardo Nunes venció holgadamente a Guilherme Boulos, un diputado y activista social que había tenido la bendición del presidente.
Los comicios municipales no tienen necesariamente influencia nacional y ese es el módico alivio del PT. Los brasileños no votan en los comicios municipales con la vista puesta en un lejano 2026. Los resultados, por lo tanto, no anticipan lo que sucederá en tres años. De todas maneras, los números no pueden ser del agrado del oficialismo, de cara a los compromisos venideros.
La única excepción a esa regla electoral es la capital paulista. Lo curioso del triunfo de Nunes por unos 20 puntos es que el ultraderechista Jair Bolsonaro no puede capitalizarlo como propio, entre otras razones porque no se involucró en la contienda. Nunes no solo dijo que se impuso a «todos los extremismos» y garantizó que su gestión huirá del «radicalismo». El vencedor de la contienda habló del gobernador del estado de San Pablio, Tarcísio de Freitas, como el «mayor líder» del espacio conservador. Su apellido, añadió, es «el futuro». Para los analistas, esas palabras supusieron una «desautorización» al exmandatario.
Malas noticias para Bolsonaro también
El bolsonarista Partido Liberal (PL) controlará cuatro alcaldes de capitales regionales, entre ellas como Porto Alegre, Cuiabá y Aracajú. Los seguidores del excapitán del Ejército tuvieron en ese sentido una módica celebración. Y no solo por haber acumulado seis derrotas que parecían no esperar. La ultraderecha esperaba mejores resultados para darle mayor impulso al movimiento en favor de una amnistía de Bolsonaro que le permita competir en las presidenciales de 2026. El exmandatario fue inhabilitado hasta 2030 por el Tribunal Supremo Electoral (TSE) tras haber puesto en duda la transparencia de los comicios de 2022 en los que fue derrotado.
Para el diario ´Folha`, el expresidente «perdió mucho más de lo que ganó». Su capacidad para elegir candidatos y definir la retórica utilizada en la lucha por los votos «se tambalea». Aunque buena parte del electorado se entusiasme con campañas más radicales, «habrá una disputa interna, llena de rencores, por la definición de esos rumbos» entre Bolsonaro y otros representantes de ese espectro ideológico. Esa posible disputa puede beneficiar al Gobierno.
Lula no venció solo a Bolsonaro dos años atrás sino como parte de una coalición con fuerzas de centro e incluso de derechas con las cuales tiene alianzas parlamentarias. Una de ellas es el Partido Social Democrático (PSD, que se ha quedado con cinco capitales estaduales y más de 880 municipios. El centro político también administrará Río de Janeiro con Eduardo Paes, quien tiene buenas relaciones con el presidente.
El PT tuvo su pequeña fiesta electoral en São Bernardo do Campo, la cuna política de Lula y del movimiento obrero que en la década de los ochenta se enfrentó al Gobierno militar. Allí, Marcelo Lima, quien derrotó a un candidato bolsonarista.
De nuevo las fake news
Los comicios tuvieron también su nota al pie preocupante. El gobernador paulista acusó en plena votación al petista Boulos de tener relaciones con el PCC, el principal grupo narcotraficante de Brasil, con asiento en San Pablo. De Freitas lo hizo sin pruebas. Según Míriam Leitão, columnista del diario carioca ´O Globo`, las autoridades federales consideraron muy grave lo que sucedió. «La justicia electoral fue tomada por sorpresa por la acusación sobre personas del sistema penitenciario habían aconsejado votar por Boulos en las elecciones de la ciudad de San Paulo. Esta acusación se hizo cuando las urnas estaban abiertas y, por lo tanto, tenía poder para influir en los votantes». Las autoridades de Brasilia «están perplejas ante este hecho». El Tribunal Electoral cree «que esto debe ser estudiado para futuras elecciones, para que no vuelva a ocurrir». Lo notable del episodio, señalaron otros analistas, tiene que ver con el peso que todavía tienen en Brasil las fake news y otras técnicas de difamación en todas las plataformas mediáticas.