«Si esto termina bien, no solo va a ser un éxito político, sino una revolución. Esto sí que no estaba en ningún libro de texto», dijo este miércoles el presidente argentino, Javier Milei, a un grupo de economistas y empresarios que lo aclamaron en la provincia de Córdoba, a unos 600 kilómetros de la ciudad de Buenos Aires. En las promesas de un nuevo endeudamiento para contener el precio del dólar reside la satisfacción de los mercados. Como si se tratara de otra Argentina, al mismo tiempo en que el anarcocapitalista prometía a su auditorio una inflación anual de 13 puntos y una dolarización a medio plazo, el país estaba paralizado. La huelga en los ferrocarriles, metro, taxis y parte de autobuses urbanos, los camioneros, la actividad en los puertos y aeropuertos tuvo un alto impacto que el Gobierno no pudo disimular. El Ejecutivo calificó de «política» una medida de fuerza que incluyó un abanico de reclamaciones salariales y laborales, pero también un rechazo al ajuste económico, el aumento de los boletos, superior al 100% en lo que va del año, y la privatización de las empresas estatales. Trabajadores de la agencia fiscal, cuya disolución fue anunciada la semana pasada, los hospitales y los docentes universitarios también se sumaron a la protesta.
Además, se realizaron movilizaciones en 500 puntos del territorio, con sus correspondientes «ollas populares», como parte de la «jornada nacional de lucha contra el hambre». Dina Sánchez, una dirigente de los trabajadores de la llamada economía popular, justificó la necesidad de ocupar el espacio público. «Salimos a la calle porque los alimentos siguen sin llegar a los comedores comunitarios, la situación en los barrios está muy compleja. Todos los días hay mujeres que se acercan a nuestros merenderos a pedir algo para poder alimentarse, abuelos, cada vez más personas en situación de calle». Desde que tomó posesión Milei, la pobreza ha aumentado 11 puntos y ha quedado muy cerca de azotar al 53% de la población.
Para el diario ‘La Nación’, la jornada ha representado un «desafío» a la autoridad presidencial. Las terminales ferroviarias y de metro estaban completamente vacías. Millones de personas llegaron desde la periferia a la ciudad de Buenos Aires como pudieron por caminos completamente colapsados. Montañas de basura se han acumulado en las esquinas de los barrios por la adhesión de los recolectores a la huelga.
La reacción presidencial
Milei descalificó la medida de fuerza. «Cuando ves a los sindicalistas o políticos en la calle es porque alguna caja está en peligro». Aprovechó su cuenta de Instagram para divulgar la imagen de una persona muy obesa que representa a un dirigente sindical que es transportada por un ciclista que desfallece en el esfuerzo. El Secretario de Transporte, Franco Mogetta, acusó al sindicalismo de perjudicar a los asalariados. «Hablan de defender trabajadores dejándolos a pie y no dándoles la posibilidad de salir a trabajar para ganarse el mango (dinero) día a día». Calificó a los promotores de la protesta de «jinetes del atraso».
Pablo Moyano, uno de los principales dirigentes de la Confederación General del Trabajo (CGT) y líder de los camioneros pidió a Milei «tomar nota» del malestar expresado, al tiempo que aseguró que el «plan de lucha» continuará si no hay respuestas a los pedidos sectoriales. «Si al Gobierno no le importase el paro, no hubiera hecho tanta campaña en contra», dijo por su parte Claudio Dellecarbonara, del sindicato de los trabajadores del metro. Omar Maturano, secretario general del sindicato de conductores de trenes también auguró una mayor conflictividad. «A este Gobierno, como a otros anteriores, no le gusta que estemos organizados en un club de barrio, y los quiere privatizar. Tampoco le gustan las organizaciones sindicales. Es un Estado que no pretende hacer las cosas que debe hacer un Estado nacional. Pretende ser un Estado recaudador, para cobrar impuestos son los primeros de la vida». La Unión de Tranviarios Automotor (UTA) anunció por su parte una huelga para este jueves.
El Gobierno está convencido de que el movimiento obrero no le hará perder la iniciativa. Se ampara, de un lado, en las encuestas que muestran un repunte de la imagen de Milei, cerca del 50% y en el hecho de que una parte de la CGT, mucho más moderada, no quiere atravesar la senda de la confrontación.