En 1836, Nikolái Gógol publica un cuento absurdo sobre un burócrata del Estado, Kovaliov, que se despierta una mañana sin su nariz. Ha abandonado el rostro para desarrollar una vida propia al punto de superar al funcionario en su carrera al interior del Estado: se convierte en consejera. ‘La nariz’ es un tesoro de la literatura rusa pero así también podría llamarse la historia que involucra a Dina Boularte, quien el 7 de diciembre pasado cumplió dos años como presidenta provisional de Perú. Apenas un 3% de la población aprueba su mandato y la posibilidad de ser destituida por un Congreso que la tiene como rehén está a la orden del día en Lima. Es precisamente la nariz de Boularte la que pone a fin de año en juego su continuidad en el Palacio Pizarro.
A comienzos de mayo se supo que la mandataria interina, de 61 años, encargada de reemplazar a Pedro Castillo tras la debacle institucional de finales de 2022, se había esfumado durante 12 días. La razón de su desconcertante invisibilidad fue quirúrgica. Se había operado la nariz. En principio se dijo que había sido por razones de imagen. Necesitaba rejuvenecer el rostro. El argumento encontraba su credibilidad en momentos que Boluarte atravesaba otro escándalo: el acopio en sus muñecas de relojes y joyería de alta gama. Después se aseguró que había entrado al quirófano por razones de salud.
El llamado «retoquito estético» aparentaba ser una nota al pie de un Gobierno salpicado por denuncias en distintos frentes. Sin embargo, a fin de año ha reaparecido con un impulso desconcertante. La nariz de Boularte está en el centro de su semblante y de la escena nacional. Respira una crisis que amenaza otra vez con hacerle correr la misma suerte de los presidentes Pedro Pablo Kuczynski, Martín Vizcarra y el propio Castillo, todos destituidos por un Congreso dominado por el fujimurismo. La Fiscalía de la Nación se ha decidido investigar si la actual jefa de Estado cometió el delito constitucional de no comunicar su «impedimento temporal para el ejercicio del cargo» al Consejo de Ministros y al poder legislativo. Le espera una implacable moción de censura si se comprueba su responsabilidad.
Boluarte asegura que existen «intereses que buscan desestabilizar el orden democrático». Las acusaciones en su contra «solo pretenden perjudicar la institucionalidad del país». Su último discurso a los peruanos no pudo evitar la cuestión nasal. «No fue una intervención estética, fue una intervención necesaria para mi salud, lo necesitaba por funcionalidad respiratoria, que no me generó ningún tipo de incapacidad o impedimento para ejercer mis funciones como presidenta». Y además pidió a la fiscalía que la citen para que se terminen las especulaciones. «No soy mentirosa. Si me he mantenido en silencio frente a los medios de comunicación ha sido para resguardar mi privacidad, como sé que lo haría cualquiera de ustedes, pero el morbo creado sobre este caso, no puede perpetuarse en el tiempo».
Situaciones insólitas
La nariz se ha convertido en un asunto estatal, como en el cuento de Gógol, y amenaza con un final más disparatado porque no han faltado denuncias de uso de recursos públicos sin autorización. Un asistente compró a Boluarte, con cargo a las arcas públicas, toallas húmedas, paños faciales de aloe y alcohol en gel, por valores superiores a los del mercado. Pero, además, existen dudas sobre la firma presidencial de las actas ministeriales de los días en los que se ausentó.
La exsecretaria del Consejo de Ministros, Teresa Ramírez, acaba de revelar que durante una reunión virtual entre Boluarte y su Gabinete, la presidenta provisional dejó su cámara a oscuras para no ser vista con las marcas posteriores a la operación. El deseo del Ejecutivo fue en un principio ocultarla. Cuando la prensa comenzó a hablar de un semblante corregido y un «retoquito estético» no quedó otra alternativa que el reconocimiento oficial. Boluarte, quien se presenta como «la madre de todos los peruanos», ensayó una respuesta de género: la atacaban por ser mujer. No consiguió que los colectivos feministas acudieran a defenderla. «Tenemos que luchar contra un nuevo mal, una nueva amenaza, la guerra de las mentiras, las ‘fake news’, las noticias falsas, creadas para hacer terrorismo de imagen», insistió este diciembre cuando la nariz volvió a recuperar un primer plano noticioso.
«Si la señora presidenta tiene que operarse, es una decisión que nadie le puede quitar, así sea por razones estéticas. Aquí no se discute la necesidad o no de una intervención médica, lo que discutimos es si la presidenta tenía o no que informar al Congreso sobre la operación», dijo la analista política Rosa María Palacios.
Otra vez el ‘Rolexgate’
La mandataria interina ejerce el poder entre sobresaltos. La Fiscalía y la Policía Nacional del Perú allanaron la vivienda de su portavoz, Fredy Hinojosa, en el marco del llamado ‘caso Qali Warma’. Se sospecha de que Hinojosa favoreció la contratación de una empresa frigorífica para que provea sus productos a un programa alimentario del Gobierno. Las conservas Don Simón contenían carne de caballo.
No solo la nariz de Boluarte es objeto de debate. Lo que llevó su muñeca, un Rolex Datejust 36 de oro rosa de 18 quilates y cristal de zafiro, valorado en 18.250 dólares, entre otros añadidos, es otra fuente de problemas. Las explicaciones de sus joyas no han sido convincentes. De acuerdo con el influyente periodista César Hildebrandt, la presidenta interina «ha consumado su venganza contra el coronel que dirigió el equipo policial que investigó la corrupción que la compromete a ella y a su hermano, y que en marzo pasado encabezó el allanamiento a su casa». El coronel de la Policía Nacional Harvey Colchado fue pasado a retiro por su papel en el ‘Rolexgate’. Nicanor Boularte, en tanto, está prófugo de la justicia desde noviembre. De acuerdo con Hildebrandt, Boluarte le ofreció a Colchado estabilidad en su puesto «si es que entrega pruebas que comprometan al entonces Fiscal de la Nación. El arreglo propuesto tenía como objetivo paralizar la investigación en torno a las joyas y los relojes proporcionados por el gobernador de Ayacucho».
El tercer año de Boluarte promete más vértigo. Por lo pronto, la presidenta ha llamado a los peruanos a festejar en paz. Antes de irse a dormir deben apagar las luces, las velas, los adornos navideños y cerrar el gas.