La Unión Europea reactiva sus planes para lanzar una constelación de 280 satélites que proporcione un acceso a Internet seguro para gobiernos y organismos públicos. Este martes, la Comisión Europea ha adjudicado los contratos necesarios para el desarrollo de esta iniciativa que pretende plantar cara a servicios comerciales de rápido crecimiento como Stalink, de Elon Musk.
Tras años de retrasos y sobrecostes, el sistema de comunicaciones IRIS² tiene como misión garantizar un acceso veloz y encriptado a la red de banda ancha en lugares remotos a los que no llega la fibra óptica, beneficiando tanto a agencias de inteligencia como a los ciudadanos de a pie.
La Infraestructura de Resistencia, Interconectividad y Seguridad por Satélite —título al que responden las siglas IRIS²— debía empezar a operar en 2024, pero ahora se prevé que su despliegue esté completado en 2031. Su coste se calcula en 10.600 millones de euros.
«En un mundo geopolítico cada vez más complejo, es esencial garantizar unas comunicaciones gubernamentales resistentes, seguras y rápidas», ha explicado Josef Aschbacher, Director General de la Agencia Espacial Europea, en un comunicado. La organización, compuesta por 22 países, será la encargada de gestionar esta nueva infraestructura estratégica.
El tercer gran proyecto espacial de la UE sigue la estela de dos iniciativas pioneras: el sistema de navegación Galileo, algo así como el GPS europeo, y Copérnico, la red de observación que permite rastrear la Tierra para mitigar los efectos del cambio climático.
Competencia internacional
IRIS² se ha visto afectado por las tensiones entre países. Alemania, el que más invierte en la Agencia Espacial Europea, ha mostrado su preocupación por un posible sobrecoste. La francesa Airbus y la francoitaliana Thales Alenia Space, dos de los principales fabricantes de satélites europeos, se han retirado del consorcio SpaceRise por temor a que el proyecto los arrastre a sufrir pérdidas económicas, si bien participarán como proveedores.
Aun así, el anuncio de Bruselas se entiende como una apuesta por la llamada «soberanía digital» de Europa después que los fabricantes de la UE hayan experimentado dificultades para competir con Starlink, el cada vez más influyente sistema desarrollado por SpaceX, que ya controla casi dos tercios de los satélites en órbita, pero también a la proliferación de otras redes de Internet satelital como Kuiper, de Amazon, o las iniciativas desplegadas por China.