Nominados al Premio Nobel de la Paz 2024, la palestina Nada Majdalani y el israelí Gidon Bromberg son codirectores de EcoPeace, una organización que comenzó definiéndose como ecologistas por la paz hace 30 años y cuyo trabajo ha tomado relevancia internacional con las sucesivas escaladas del conflicto en la Franja de Gaza, que han puesto de manifiesto el rol central del agua en la región. La necesidad de abastecer a la población en plena crisis climática, por momentos utilizada como arma de represión, se ha convertido en el más apremiante motivo por el que israelís y palestinos podrían llegar a trabajar juntos. Majdalani y Bromberg atendieron a EL PERIÓDICO durante su visita a Barcelona con motivo de la conferencia en el Palau Macaya de la Fundación ”la Caixa”, coorganizada por el IEMed y el Club de Roma.
«Todos decimos amar nuestra tierra santa, pero no habrá tierra a la que amar si seguimos destruyéndola en este conflicto«, dice el co-director israelí, Gidon Bromberg para explicar por qué una organización ecologista se introdujo de pleno en el proceso de paz. EcoPeace se creó en 1994, cuando la paz parecía posible. «Conseguimos crear una especie de euforia. Sabíamos que hacíamos algo que parecía fuera de lugar, pero eso era lo que hacía ese momento único», explica la co-directora palestina, Nada Majdalani. Entendieron que dependían unos países de otros para el abastecimiento de agua, que fue designado uno de los cinco pilares para la paz en los Acuerdos de Oslo.
Como zona semidesértica, Oriente Próximo sufre una sequía crónica. «Estamos conectados por unos recursos hídricos muy limitados y es nuestra responsabilidad protegerlos de la contaminación y compartirlos equitativamente», explica Majdalani. «El agua nos permitía avanzar y ejemplificar que podemos resolver algunas de las cuestiones que nos disputamos y que todos salgamos ganando, que la paz es posible«, añade.
Trabajar con el ‘enemigo’
Por aquel entonces, toda el agua venía del río Jordán que Palestina, Israel y Jordania comparten. Israel se llevaba la mayor parte y la solidaridad con sus vecinos le ponía en riesgo de escasez. Pero el desarrollo tecnológico que permitió la construcción de plantas desalinizadoras acabó con la lógica de suma cero. A día de hoy, en Israel, el 80% del agua potable proviene de aguas subterráneas compartidas, y que la mitad del agua utilizada en agricultura sean aguas residuales tratadas.
Esta apuesta, que benefició a toda la región, siguió valiéndole críticas a EcoPeace. «Siempre se nos ha condenado por ser traidores, por trabajar con el enemigo«, lamenta Majdalani. «Estamos en medio, y especialmente en estos tiempos nos resulta realmente difícil que la gente comprenda por qué seguimos juntos«, reconoce. Y señala a los mandatarios políticos de la Franja: «Nuestro liderazgo en ambos lados, por desgracia, nos han fallado a la hora de avanzar en las cuestiones más importantes», afirma.
La actual escalada bélica ha afectado gravemente a la organización. «El personal de todas nuestras oficinas ha perdido a seres queridos. Todos estamos en un profundo trauma«, dice Bromberg. «Nuestras comunidades están muy divididas«, apunta Bromberg y señala el creciente rechazo de la población israelí hacia la gestión de su primer ministro, Binyamín Netanyahu.
Con todo, EcoPeace debe trabajar en estrecho contacto con ambos gobiernos. Les presenta informes con recomendaciones y, a veces, les hacen caso. Por ejemplo, con la reapertura de los canales de agua que van de Israel a Gaza, que fueron cortados después de los ataques del 7 de octubre y que ya han sido retomados. También abogaron desde el principio por la entrada de la comunidad internacional en el proceso de resolución del conflicto. «Esa es, yo creo, una de las razones por las que fuimos nominados para el Premio Nobel. Tenemos un historial de influencia sobre los responsables políticos. Por desgracia, no tanto como quisiéramos. De lo contrario, la región sería muy distinta«, añade Bromberg.
El día después
«Si el día después es otro ejercicio de reconstrucción gracias a grandes donantes, eso ya ha ocurrido cuatro veces. ¿Por qué esperar que ocurra algo diferente?», se pregunta Bromberg. Para ello, han presentado un proyecto que reaviva la idea de un corredor económico en la región con dos novedades: escala la zona geográfica (va desde Europa a India) y va más allá de lo comercial: «Añadir una dimensión de paz al corredor económico como motor de la solución de los dos Estados y de la integración regional», explica el líder israelí.
El objetivo es «demostrar a los extremistas islámicos del tipo de Hamás y a los judíos fundamentalistas que quieren apoderarse de Gaza que hay una vía diferente, un interés compartido» con tal de ofrecer una propuesta «transformadora y sostenible», dice Bromberg.
«Creemos que, a pesar de los horrores del momento, este no es el destino de Oriente Próximo», dice Bromberg, que ve la reconstrucción europea tras la Segunda Guerra Mundial como una inspiración. Majdalani añade una nota de optimismo: «Sabemos que no estamos solos, que hay una mayoría que quiere poner fin a esta tragedia en ambos lados«, concluye.