Ha sido una constante en el último mes: miembrlos de Hayat Tahrir al Sham (HTS), la milicia islamista radical que derrocó al huido presidente sirio, Bashar el Asad, descubren nuevos laboratorios, nuevos silos. Algunos, escondidos en edificios aparentemente normales, en las afueras industriales de Damasco o en la región de Latakia, en la costa mediterránea siria.
Otros, en lugares más señalados: en casas de primos y familiares de Asad e, incluso, en el sótano de la mansión del expresidente sirio en su pueblo de procedencia, Qardahah. Todos ellos están repletos de lo mismo, escondido de formas y en envoltorios distintos. Se trata del Captagon, una droga que, aunque inventada en Alemania en la década de los 60, ha sido la gran máquina de ganar dinero del régimen sirio en los últimos años.
Según varios estudios e investigaciones internacionales, cerca del 80% de esta anfetamina sintética procedía de la Siria de los Asad, y su destino mayoritario eran otros países de Oriente Próximo, sobre todo los países del Golfo. El Captagon —o fenitilina, su nombre químico— es consumido como una pastilla, y fue prohibido en gran parte del mundo en la década de los 80 por sus graves efectos secundarios y su capacidad de crear adicción.
En la región, el Captagon es conocido como ‘la droga de la yihad’ o ‘la cocaína de los pobres’: capaz de deshinibir completamente al consumidor de todo miedo e incitarle a la violencia psicótica. Esta anfetamina ha sido ampliamente usada en el conflicto sirio por soldados y milicianos.
«El comercio del Captagon ha sido un salvavidas financiero para el régimen de Asad con un valor económico tres veces superior al comercio de los cárteles mexicanos», dijo un informe del Gobierno británico de 2023, por el que el Reino Unido impuso nuevas sanciones contra Damasco. «Hizbulá y otros grupos vinculados a Irán también han facilitado este comercio, que ha incrementado la inestabilidad regional y ha creado una crisis de adicción en todo Oriente Próximo», añadía.
Ese mismo 2023, de hecho, Siria fue reaceptada a la Liga Árabe con la promesa —pactada con Irak, Egipto, Jordania y Arabia Saudí, estos dos últimos países los grandes receptores de Captagon—, de que Damasco «tomaría los pasos necesarios» para terminar con el contrabando de esta anfetamina a través de sus fronteras. No ocurrió.
El círculo interno
«En los últimos años, Siria se convirtió en un narcoestado regional con un impacto global. Habiendo destruido casi completamente el país, destrozado la economía nacional y convertido Siria en un Estado paria, el régimen sirio y sus elementos centrales se centraron en la creación de un complejo industrial para la producción de Captagon, droga con la que han ganado miles de millones de dólares», escribe Charles Lister, experto en Siria y miembro del think tank internacional Middle East Institute.
«Y en el centro de la pirámide del Captagon estaba el hermano de Bashar, Maher al Asad, líder de la infame Guardia Republicana y de la Cuarta División del Ejército sirio —la división de élite—. Maher —ahora exiliado en Moscú junto con su hermano— era el segundo hombre más poderoso y rico de Siria», asegura Lister.
La cuestión era tan importante en Siria que en su primer discurso público tras la captura de Damasco, el líder de la milicia que gobierna ahora el país, Ahmed al Sharaa —antes conocido como Abu Mohammed al Jolani, su nombre de guerra—, se refirió a ello en la mezquita de los Omeyas, rodeado de seguidores, milicianos, y vecinos de la capital siria. «Nuestro país se ha convertido en el mayor productor de Captagon en la tierra. Pero hoy, Siria ya está siendo purificada, por la gracia de Dios«, dijo Sharaa.
«Las diversas redadas en laboratorios parecen demostrar que HTS está trabajando para reprimir el comercio de Captagon, y parece muy claro que Jolani va a querer sacar a la luz todos los vínculos del régimen con la producción de esta anfetamina», ha explicado Caroline Rose, directora del Instituto Newlines de investigación y una de las mayores expertas mundiales en el comercio y tráfico del Captagon.
«Sin duda, la caída de Asad provocará una caída drástica en la producción mundial de Captagon», ha asegurado la analista, que considera probable que la la fabricación de esta droga pase a otros países regionales como Irak, Kuwait, Turquía y el Líbano, desde donde Hizbulá ya ha fabricado y distribuido Captagon en el pasado. «Jolani intenta diferenciar por completo a Hayat Tahir al Sham del régimen de Damasco, y rechaza todas las prácticas anteriores. Y este cambio de cara parece real».
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