Las patatas fritas del McDonald’s


A Donald Trump se le fue la mano con el salero. Vertió tanta sal sobre las patatas fritas del McDonald’s que luego tuvo que echar un pellizco sobre su hombro izquierdo, hacia atrás, porque dicen que así se ciega al demonio. Lo malo, ay, es que Trump tiene vendida su alma al mismísimo diablo. El manual del buen supersticioso asegura también que ese gesto, la sal a la espalda, contrarresta la mala suerte, de manera que podría hacerse un chiste macabro al respecto si no fuera porque ha muerto una persona tras el brote de E.coli detectado en varios establecimientos de la cadena de comida rápida en EEUU. Aún no está claro si la bacteria se escondía en las rodajas de cebolla o en los pepinillos que sazonan la hamburguesa estrella de la casa. Una fatalidad. Pero la compañía se ha movido rápido tanto para atajar el contagio y el desplome de las acciones en bolsa, como para desmarcarse del candidato republicano, aclarando que la firma no apoya explícitamente a nadie: «No somos rojos ni azules; somos dorados». Igual que los aros de cebolla. Igual que el anagrama de la marca: una eme trazada con dos arcos áureos.

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