El décimo mes de Javier Milei en la presidencia argentina se insinúa como un punto de inflexión político por la magnitud del conflicto en las universidades y la posibilidad de un «efecto contagio» que saque a la calle a otros sectores perjudicados por el «plan de choque». Los trabajadores públicos, los transportistas y los pensionistas están en la primera línea de las protestas contra el «plan de choque» y la penuria. Lo nuevo de estos días es un aumento del malestar en parte de la base electoral que llevó al poder al extertuliano televisivo. «En este momento hay casi 100 facultades tomadas. En esas tomas hubo asambleas, clases públicas y esto va a continuar en los próximos días», dijo el secretario general del centro de Estudiantes de la Facultad de Filosofía y Letras, Luca Bonfante.
Las huelgas y movilizaciones universitarias de este año traen vivos recuerdos del pasado. En otros tiempos sirvieron para encender la mecha de estremecimientos sociales mayores. El anarco-capitalista parece subestimar no solo el presente sino la historia y los desafíos que se proyectan en el horizonte. Unos 2,7 millones de ciudadanos cursan estudios de educación superior. Milei logró la semana pasada que el Congreso ratificara su veto a una inyección de mayores recursos económicos para las 112 universidades que existen en todo el país. La devaluación del 118% de la moneda local, el fuerte aumento del precio del transporte urbano y los servicios públicos así como los bajos salarios han provocado que por primera vez ocho de cada diez profesores vivan en situación de pobreza.
Milei, quien mantiene una popularidad cercana al 40%, ha demostrado desde su llegada al Gobierno una especial predilección por las cifras incomprobables y las fake news. Para defender el ajuste hizo gala de un despropósito discursivo. «La verdad incómoda en la Argentina es que la universidad pública nacional no le sirve a nadie más que a los hijos de los ricos y de la clase alta y media alta, en un país donde la gran mayoría de los niños son pobres». De acuerdo con los últimos datos de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH), el 48,6% de sus estudiantes es pobre. El mandatario televisivo descarta que los estudios universitarios contribuyan al ascenso social. Sin embargo, los datos oficiales dan cuenta de que un 38,56% de los hombres y mujeres que ingresan pertenecen a una primera generación de universitarios.
Las palabras presidenciales sobre el fantasioso carácter elitista de las universidades fueron repudiadas por el 76% de los encuestados, de acuerdo con un flamante sondeo de la consultora Zuban-Córdoba. Un 65% de los votantes de Milei en noviembre de 2023 consideró por su parte que el paso por la educación superior contribuye al mejoramiento de las oportunidades laborales.
Milei no se arruga por esos números adversos. «La educación no es gratuita. Alguien la está pagando, y la mayoría de los que pagan no asisten. El que va, es un beneficiario neto; el que no va, es un pagador neto», insistió este último martes, y advirtió: «si las universidades logran el financiamiento que piden, va a haber más pobres en el país».
El festival de insultos
Según Jorge Fontevecchia, director del diario Perfil, la lengua encendida del anarco-capitalista clausura toda instancia de debate intelectual sensato sobre los problemas que atraviesa este país. «Discutir con honestidad la ideología de Milei es fútil porque se trata de una ensalada inconsistente de conceptos desarticulados que parecen estar unidos solo por la conveniencia comunicacional del momento». Su única coherencia es la exaltación y el uso de «términos escatológicos con abundancia de insultos». La cantante Lali Espósito acaba de parodiarlo. El constitucionalista y académico Roberto Gargarella comparte ese razonamiento. «El presidente nos ofende y ruboriza cotidianamente, a través de un uso siempre irrespetuoso del lenguaje que, más que desafiante o innovador, aparece como desalmado y reaccionario». A su criterio, esas arremetidas deben encontrar un freno. Milei, añadió, no puede decir cualquier cosa. Las incitaciones a la violencia «tienen que ser limitadas y –eventualmente– sancionadas con un juicio político».
Amenazas
Sin embargo, en estas horas de agitación sucede lo contrario. El Gobierno se propone polarizar más a la sociedad y terminar con la autonomía universitaria, consagrada desde 1918, alegando falta de transparencia administrativa. La ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, advirtió a los diputados opositores que se si suman a futuras manifestaciones serán blanco de la rudeza policial. «En la década de los 70 también se tomaban universidades. Después se generó un movimiento que utilizó la violencia para expresar sus posiciones, se convirtió en guerrilla subversiva y generó la represión», sostuvo el ministro del Interior, Guillermo Francos.
Acaso alentados por esas simplificaciones, militantes de ultraderecha irrumpieron en una asamblea estudiantil en la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ), en la periferia bonaerense, y rociaron con gas pimienta a algunos asistentes. «Es el suceso más grave que hemos vivido como comunidad», dijo su rector, Alfredo Alfonso.
Las amenazas van de las palabras a las imágenes. Días atrás, Santiago Caputo el principal asesor de Milei, una suerte de joven Rasputín con enormes poderes, facilitó la divulgación de vídeos en las redes sociales en los que se lo ve practicar tiro. No se trataba de una actividad deportiva sino de un simulacro de defensa personal. Los seguidores del Gobierno celebraron el desempeño del sobrino del ministro de Economía, Luis Caputo, con su revólver. Como si se estuviera preparando para una guerra.
