«La moción de censura no es inevitable», afirmó Marine Le Pen, mientras que su delfín, Jordan Bardella, confirmaba este lunes, horas antes de que se produjera la votación de los presupuestos de la Seguridad Social, que su partido ya se preparaba para tumbar al Gobierno de Michel Barnier, «salvo un milagro de última hora».
Ese milagro parecía que iba a llegar a tan solo una hora del debate presupuestario final. El primer ministro telefoneaba a la líder de Agrupación Nacional (RN) tras toda la mañana reunido con la mayoría presidencial, para comunicarle que «garantizará que no se elimine la lista de medicamentos reembolsables». Esa era una de las líneas rojas de Le Pen, y por momentos parecía que el Gobierno empezaba a ceder para evitar dicha moción, pero Barnier optó finalmente por aplicar el artículo 49.3 de la Constitución, el comodín que le permite aprobar presupuestos sin necesidad de debate ni votación parlamentaria. «Los franceses necesitan estabilidad», afirmó, mientras el hemiciclo estallaba.
Este movimiento pone directamente al Gobierno francés frente a dos mociones de censura: la que todos esperaban por parte de la izquierda, y la anunciada por Agrupación Nacional, a última hora de la tarde. Ambos partidos tienen 24 horas para presentar sus escritos en la Asamblea Nacional, que previsiblemente se debatirán y votarán este miércoles.
Hasta el momento, era la izquierda la que abiertamente había hablado de una moción de censura y Agrupación Nacional había respalado la idea. Con el apoyo de la ultraderecha, la moción de la izquierda obtendría los 284 votos necesarios para aprobar la moción. «Barnier dijo que cada uno asumirá sus responsabilidades, por lo que nosotros asumiremos las nuestras. Presentamos una moción de censura y votaremos a favor de la censura del Gobierno», afirmó la líder de RN, dejando claro –una vez más– que apoyarán la propuesta de la izquierda.
Marine Le Pen sabe que en sus manos está la llave de la estabilidad, y minutos antes de entrar en el hemiciclo lanzó un último mensaje al Ejecutivo: «La decisión queda en manos del primer ministro. Hemos presentado una enmienda sobre la renuncia a la desindexación de las pensiones, corresponde al Gobierno aceptarla o no». En las últimas semanas, la líder logró mediante sus presiones y amenazas, que el Gobierno retire el proyecto de subida del impuesto de la luz, y el copago de los medicamentos. Todo apunta a que el Gobierno de Barnier podría convertirse en el más corto de la V República.
La sombra de la ultraderecha
La disolución de la Asamblea Nacional el pasado mes de junio, tras la victoria histórica de la ultraderecha en las elecciones europeas, sumió al país en un profundo bloqueo político; tras semanas sin Gobierno y con una incertidumbre que se instalaba en el ambiente, los franceses empezaban a perder la paciencia. Sindicatos y asociaciones pedían al presidente, Emmanuel Macron, estabilidad. Finalmente, a principios de septiembre, Francia veía la luz y conseguía un nuevo Gobierno.
Aunque sobre este Ejecutivo siempre ha planeado la sombra de una censura temprana, ante la falta de mayoría clara en la Cámara baja, y del aumento de la representación de la ultraderecha.
Desde entonces, la sensación de que Le Pen gobierna en la sombra mediante sus constantes amenazas con tumbar el Ejecutivo de Barnier han ido ‘in crescendo’. «No hay salida para un Gobierno que vuelve al hilo del macronismo, que se niega a tener en cuenta la emergencia social de fin de mes y que ignora la necesidad de reactivar el crecimiento. La Asamblea Nacional votará a favor de la censura», comunicó Bardella minutos después de que Barnier anunciase el ‘decretazo’.
El miedo a un nuevo bloqueo político se extiende también entre las filas de Los Republicanos, que cuentan con 46 diputados en la Asamblea Nacional. El jefe de la formacón, Laurent Wauquiez, pidió a los suyos «enfrentarse a sus responsabilidades», no votar a favor de la censura, y escoger entre «el interés general o el caos».
Delicada situación económica
La caótica situación no es solo política, Francia se encuentra en su peor momento económico en años. El país cerrará este 2024 con un déficit público que superará el 6%, muy por encima del 3%, límite establecido por Bruselas.
De ahí que el Gobierno insista en la urgencia de aprobar unos presupuestos basados en impopulares recortes y subidas de impuestos para conseguir sanear las cuentas públicas. «Ahora os toca a vosotros, diputados, parlamentarios de la nación, decidir si nuestro país adopta textos financieros responsables, esenciales y útiles para nuestros conciudadanos. O si entramos en territorio desconocido», afirmó el primer ministro minutos antes de aplicar el artículo 49.3.