Seis egipcios y diez bengalíes. Ellos han sido los primeros dieciséis migrantes trasladados a los nuevos centros de identificación y expulsión abiertos por el Gobierno de Giorgia Meloni en Albania. Los migrantes han llegado al puerto de Schënjin, en el norte del país, a bordo la nave militar italiana ‘Libra’, en el pasado involucrada en un grave naufragio.
Se pone en marcha así una operación que, incluso antes de su estreno, ya generó polémica, no solo por las críticas de las organizaciones humanitarias, sino también por sus estratosféricos costes. De hecho, aunque no está claro cuánto ha costado la creación de los dos centros en Albania, ni cuánto costará su mantenimiento y los cuidados necesarios para los migrantes, sí se ha calculado el gasto del primer traslado a Albania: alrededor de 18.000 euros por persona.
Más aún, a pesar del esmero puesto por el Gobierno italiano en demostrar que su plan funcionará, los centros no están completamente terminados. Según el acuerdo firmado en 2023 con Tirana, el complejo construido podría tener capacidad para albergar hasta 3.000 migrantes, pero por el momento solo hay camas para 400. Esto incluye las tres zonas del recinto: una para quienes han presentado una solicitud de asilo –en videollamada con tribunales de Roma– y están esperando respuesta, otra para aquellos con órdenes de expulsión, y una pequeña cárcel, con espacio para no más de una veintena de personas.
En obra
Esta es la razón por la que, en los días previos, en los alrededor de la estructura principal, localizada cerca de la aldea de Gjadër —que es donde los migrantes se albergarán—, había un enorme trasiego de camiones que descargaban materiales de construcción. El objetivo, de hecho, es construir más celdas en los próximos días y meses, y completar algunas áreas en las que deberían vivir algunos de los agentes de policía encargados de la nueva cárcel.
Todo ello además teniendo en cuenta que los migrantes en ningún momento —salvo por emergencias médicas— podrán pisar suelo albanés o salir de los centros. Lo ha recordado en las últimas horas también el primer ministro albanés, Edi Rama, en lo que ha parecido un intento de desligarse de la iniciativa italiana. «Todo lo que ocurra allí dentro no será responsabilidad de Albania», ha añadido.
Casilla de salida
Las autoridades italianas tampoco han dado respuestas claras sobre qué pasará con aquellos migrantes que reciban órdenes de expulsión, pero que no se podrá repatriar pues no son aceptados por sus países de origen. La hipótesis, de momento, es que sean finalmente trasladados a Italia en avión o en barco, lo que añadirá más costes a toda la operación y hará volver la cuestión a la casilla de salida.
Otra incógnita es cómo Italia responderá a las denuncias que numerosas organizaciones han presentado ante los tribunales. De hecho, una de las cuestiones más controvertidas atañe la lista de países «seguros» en base a la cual se hace la selección de los migrantes varones que Italia decide enviar a Albania o no (se descartan los de los países considerados «no seguros»). Unas listas sobre las que no hay un consenso generalizado.