Alemania entrará este lunes en un compás de espera por tiempo indeterminado, entre la moción de confianza a la que se someterá Olaf Scholz para precipitar elecciones anticipadas y la formación del siguiente gobierno. La anhelada recuperación de la primera potencia europea, ahora en recesión, seguirá demorándose. Todo ello, en un momento complejo para Europa, con Francia inmersa en su propia crisis, Donald Trump regresando a la Casa Blanca y la extrema derecha ganando terreno en la UE.
Salvo sorpresas, al voto de confianza al que se somete Scholz con intención de perderlo seguirá la disolución de la Cámara baja o Bundestag en los 21 días siguientes y la convocatoria de comicios previsiblemente el 23 de febrero. El favorito para ganarlos es el bloque conservador (CDU-CSU) de Friedrich Merz, al que los sondeos otorgan una intención de voto del 31%. Le sigue la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD) con un 18%, un punto más que los socialdemócratas de Scholz y tres por encima de los Verdes. El nuevo populismo izquierdista de Sahra Wagenknecht está en la cuerda floja del 5%, porcentaje mínimo para obtener escaños. A los liberales, exaliados de Scholz que precipitaron el hundimiento del tripartito, se les vaticina un 4%.
Con la AfD aislada del resto del espectro parlamentario, todo apunta a una gran coalición al estilo de las que lideró en tres de sus cuatro legislaturas la conservadora Angela Merkel. Pero, como argumentaba en una reunión con corresponsales extranjeros la politóloga Julia Reuschenbach, una comentarista muy presente en los medios alemanes, conviene no descartar una reelección de Scholz. Al fin y al cabo, llegó al poder en 2021 tras imponerse contra pronóstico en las urnas. Tiene ahora poco tiempo de margen y su desventaja respecto a Merz es enorme. Pero son momentos de gran volatilidad, donde ocurren de pronto sacudidas globales o nacionales que parecían impensables y que pueden precipitar el cambio del voto en una u otra dirección, recuerda la politóloga. Sea quien sea el ganador, pasarán meses hasta que Alemania tenga un gobierno respaldado por la nueva correlación de fuerzas emanada de los comicios. Estos son algunos de los frentes abiertos a los que deberá atender:
Alemania cierra este 2024 en recesión por segundo año consecutivo. A los pocos meses de su formación, en diciembre de 2021, el Ejecutivo de Scholz se vio confrontado, a raíz de la invasión de Ucrania, con la realidad de un Ejército maltrecho tras décadas de recortes y la necesidad de desprenderse aceleradamente de la dependencia energética de Rusia. Se revelaron déficits en sus infraestructuras y la digitalización impropios de un país rico y atribuibles a la austeridad de la ‘era Angela Merkel‘.
Scholz ha emprendido una carrera contrarreloj para presentarse como el líder necesario frente al temor a recortes sociales y sangría de puestos de trabajo de sectores punteros, como la automoción y el acero. Hay varios colosos apuntando a cierres de plantas y miles de despidos, desde Volkswagen a Ford y Thyssenkrupp. Tanto los socialdemócratas de Scholz como los conservadores de Merz apuestan por abolir o reformar el freno a la deuda, mecanismo constitucional que limita el endeudamiento y que, según la mayoría de expertos, es un lastre para la reactivación inversora. Pero ello dependerá no solo del siguiente gobierno, sino también de que su decisión tenga el respaldo de una mayoría de dos tercios de la Cámara, en caso de precisarse una reforma constitucional.
Scholz rechazaba entregar sus misiles de largo alcance Taurus a Ucrania desde meses antes del hundimiento de su coalición, recuerda la politóloga Reuschenbach. Que ahora se reafirme en esta posición no puede acharcarse a puro electoralismo, por mucho que esté en consonancia con la opinión mayoritaria de sus compatriotas. Especialmente en el este del país, un 50% de los electores votaron a partidos contra los suministros a Ucrania, como la AfD o el de Wagenknecht. En medios alemanes se le califica de «canciller pacifista«. Merz e incluso los Verdes apremian para que se entreguen los Taurus a Kiev, tal como hace el Reino Unido, Estados Unidos o Francia.
Para Ucrania, los Taurus son esenciales, por su capacidad para alcanzar objetivos a 500 kilómetros. La cuestión está asimismo atascada. Scholz rechaza las acusaciones de falta de compromiso con el futuro de Ucrania y recuerda que Alemania es el segundo contribuyente, tras Estados Unidos, a la ayuda militar a Kiev. Polonia, países bálticos y nórdicos, puntales del flanco este de la OTAN, han demostrado que no esperarán durante meses a un cambio de paradigma en Berlín. El Gobierno de Varsovia, liderado por el europeísta Donald Tusk, lleva semanas orquestando encuentros con estos socios regionales, además del Reino Unido y Francia, pero sin contar con Alemania.
La caída de Bashar el Asad ha precipitado en Austria, Dinamarca, Países Bajos y nórdicos las prisas por activar el regreso, voluntario o no, del más de millón y medio de refugiados sirios llegados a la Unión Europea (UE) desde 2011. Alemania, con unos 975.000 sirios en su territorio, ha congelado la tramitación de cerca de 47.000 solicitudes pendientes de resolución. Pero mientras el Ejecutivo de Scholz apela a la cautela y recuerda la incertidumbre sobre el futuro político de Siria, tanto la derecha de Friedrich Merz como los ultras de la AfD compiten entre sí por acelerar su regreso. Desde el bloque conservador de Merz se lanzan propuestas para animar al retorno voluntario con vuelos chárter y una suerte de ‘cheque regalo’ de 1.000 euros; la AfD apremia a empezar con las deportaciones y a suspender el derecho al asilo para evitar otra «llegada descontrolada», como la que en su opinión precipitó en 2015 la decisión de la entonces cancillera Merkel de mantenerlas abiertas.
Desde el Gobierno se recuerda que un tercio de los sirios acogidos en Alemania está integrado en su mercado laboral. Se advierte de que la sanidad pública colapsará si se van los 6.000 médicos sirios que ejercen en el país, además de los cerca de 15.000 enfermeros o personal dedicado a la atención geriátrica.
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