Luiz Inacio Lula da Silva atravesó este jueves con éxito su segunda intervención quirúrgica de la semana para reducir el riesgo de una nueva hemorragia intracraneal. «El procedimiento fue exitoso, ya terminó. El presidente está despierto y hablando«, explicó el cardiólogo Roberto Kalil, sobre el procedimiento llevado a cabo en el Hospital Sirio-libanés de la ciudad de Sao Pablo. «Está neurológicamente perfecto». De acuerdo con el equipo médico, Lula debería recibir su alta a comienzos de la semana venidera.
El mandatario fue operado el martes al detectarse un hematoma de tres centímetros entre su cerebro y una de las membranas (meninges) que rodean el órgano, que se formó como consecuencia de un golpe en la cabeza tras una caída en la residencia presidencial en Brasilia, el Palacio de la Alvorada, el 19 de octubre. Según el propio relato de Lula, se había caído de un taburete mientras se cortaba las uñas. En esa oportunidad, tuvo que recibir puntos de sutura en la parte posterior de la cabeza.
El neurocirujano José Guilherme Caldas señaló que en virtud de la nueva intervención la posibilidad de nuevos hematomas es «insignificante».
Lula debe hacer reposo y evitar la actividad física al menos hasta fin de año. Tendrá las visitas prohibidas, con excepción de la familia. Podrá retomar su trabajo de manera muy gradual cuando vuelva a Brasilia. «Tiene que evitar el estrés, lo que, en su posición, es imposible. Pero se espera que en los próximos días ya esté hablando con la gente (sobre las acciones del Gobierno). En este momento ya lo está haciendo, comiendo, hablando y yendo y viniendo», informó Kalil.
Un estudio publicado el mes pasado en la revista científica ‘New England of Medicine’, y consignado por el diario paulista ‘Folha’, da cuenta de que la recurrencia de hemorragias en pacientes como Lula es del 9%. «Aunque el tratamiento clásico recibido por el presidente sea eficaz, el hecho de que ya tenga factores de riesgo adicionales, como la edad y una agenda repleta de viajes en avión, aumenta las posibilidades de hemorragia», sostuvo no obstante ‘Folha’, tras consultar a otros especialistas.
El problema de la sucesión en 2026
El líder del Partido de los Trabajadores (PT) tiene 79 años. A partir del año próximo, cuando Joe Biden abandone la Casa Blanca, se convertirá en el presidente de mayor edad de los países que integran el G20. Las elecciones generales brasileñas están previstas para octubre de 2026. Lula suele decir que es demasiado pronto para decidir si competirá otra vez por la presidencia. Más allá de sus intenciones, a los analistas de los principales medios no se les pasa por alto un dato: en dos años habrá atravesado la barrera de los 80 años y es una incógnita política y médica si aspirará a la reelección. La cuestión de su sucesión se ha acelerado en virtud de los últimos acontecimientos. En noviembre, el jefe de Estado brasileño había considerado que un octogenario puede ser un buen gobernante porque, remarcó, lo principal es ser competente antes que joven. Recordó a su vez, como prueba de su vitalidad, que tiene una «erección» propia de sus años mozos.