No han pasado ni tres meses y todo apunta a que Francia vuelve de nuevo a la casilla de salida. Sin gobierno y sin presupuestos, el presidente Emmanuel Macron deberá encontrar la fórmula para volver a formar un ejecutivo si esta semana la Asamblea Nacional vota a favor de las mociones de censura presentadas por la izquierda y la extrema derecha.
«Censurar este Gobierno es, lamentablemente, la única manera que nos da la Constitución de proteger a los franceses de un presupuesto peligroso, injusto y punitivo», declaró la dirigente de Agrupación Nacional (RN) Marine Le Pen este martes. Para que la moción de censura contra el Ejecutivo de Michel Barnier sea aprobada, se necesitan 288 votos; si la coalición de izquierdas reunida en el Nuevo Frente Popular (NFP) vota en bloque la moción y RN la apoya se superarían los 300 votos.
El debate de las dos mociones se celebrará este miércoles a partir de las 16 horas. Al finalizar las intervenciones se votará primero la del NFP, al ser el grupo con más diputados de la Cámara baja, y, si sale adelante, la de RN ya no hará falta que se vote.
La aprobación de la censura representaría una situación que no se ha visto en Francia desde la caída del Gobierno de Georges Pompidou en 1962. El Gobierno francés ya se prepara para ello. Estos son los posibles escenarios que se plantean a partir de ahora:
La opción más fácil sería que Macron consiguiera formar un nuevo Gobierno este mismo mes de diciembre. Según la Constitución, podría volver a nombrar a Barnier como primer ministro, pero no sería políticamente correcto ni algo habitual.
En los pasillos de la Asamblea Nacional ya empiezan a sonar algunos nombres como posible nuevo jefe del Ejecutivo, mientras otras voces se preguntan si el presidente debería también dimitir. El 62% de los franceses considera que Macron debería renunciar si la moción de censura consigue aprobarse.
«Es el jefe de Estado quien nombra al primer ministro, pero yo simplemente le digo que nombre a un primer ministro de izquierdas», declaró el socialista, Olivier Faure.
Si el presidente consigue formar Gobierno en tiempo récord, deberá presentar un nuevo texto de los presupuestos de 2025 en las siguientes semanas, y el Parlamento tendría 70 días para examinarlo. Estos primeros pasos no se producirían antes de 2025 y, ante la necesidad de unas nuevas cuentas por la delicada situación económica que atraviesa Francia, el Ejecutivo podría utilizar el comodín del artículo 45, que le permitiría disponer de una ley especial para reconducir los presupuestos de 2024 y aplicarlos lo antes posible.
Pero este comodín también puede ser rechazado por la Asamblea Nacional y, en ese caso, Francia entraría en un profundo bloqueo político, puesto que Macron no puede convocar elecciones legislativas hasta julio de 2025.
Además, nada impide que el nuevo Gobierno también sea rechazado por el Parlamento francés. De ahí la importancia de nombrar a un primer ministro «conciliador».
«Hemos hecho todo lo posible para que las fuerzas políticas del Parlamento puedan apoyarnos o no censurar este presupuesto. No es el presupuesto lo que censuramos, no es al Gobierno al que censuramos, es el país el que ponemos en peligro», afirmó este martes el ministro de Economía, Antoine Armand, en France 2.
Los franceses piden estabilidad. Después de meses de incertidumbre política, el país empieza a resentirse. El peor escenario que podría surgir es que Macron no consiguiera formar un nuevo Gobierno.
En ese caso, el presidente podría nombrar un Gobierno técnico que trabaje en los asuntos básicos del Estado hasta julio de 2025, fecha en la que se podrían convocar las elecciones legislativas. Este Ejecutivo no podría aprobar leyes ni presupuestos, pero sí que podría alargar los presupuestos de 2024 mediante el artículo 45 de la Constitución francesa.
En caso de que la Asamblea Nacional también rechace este recurso, el país se instalaría en un profundo bloqueo político. Macron, en última instancia, podría recurrir a otro comodín de la Constitución: el artículo 16.
Este recurso permitiría al presidente aprobar de manera excepcional y con urgencia medidas presupuestarias sin necesidad de consultar al Parlamento. Esta vía, según los constitucionalistas, es una «solución extrema, que pone entre paréntesis el funcionamiento democrático de la política francesa», explica Aurélien Baudu, experto en derecho público. Si el presidente decide no optar por esta vía, la V República entraría en una situación inédita: sin presupuestos y sin gobierno.
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