El presidente ruso, Vladímir Putin visitó este viernes su «segunda patria»: Bielorrusia, el estado liderado por el presidente Aleksánder Lukashenko, es un aliado muy cercano de Moscú y un país con muchas similitudes con Rusia. Ambos son regímenes autoritarios, rusófonos y con malas relaciones con Occidente. Minsk y Moscú rubricaron en este encuentro el denominado Tratado sobre Garantías de Seguridad en el marco del Estado de la Unión. Desde principios de siglo, con la llegada de ambos mandatarios al poder, el vínculo entre estos países de Europa Oriental ha sido intenso, pero desde el inicio de la guerra fue in crescendo debido a un mayor aislamiento del resto del continente. Y tanto la decisión de conceder más armamento como la firma de este acuerdo confirmó la intención de Moscú de mantener como aliado cercano a Minsk para protegerle de cualquier amenaza potencial, sa cambio de que su «hermano pequeño» le reafirmara su lealtad.
Sobre este tratado, el líder ruso aseguró que «permitirá proteger de forma fiable la seguridad de Rusia y Bielorrusia, creando así las condiciones para un mayor desarrollo pacífico y sostenible de los dos Estados». Él mismo recordó que con la nueva doctrina nuclear rusa en la mano, se puede emplear armamento atómico con fines defensivos para “proteger de forma fiable la seguridad de Rusia y Bielorrusia”. Por su parte, su homólogo bielorruso pidió al “hermano mayor” (como alguna vez se ha referido a Rusia), misiles ‘Oreshnik’ como los que el Ejército ruso usó en Ucrania recientemente. Por ahora Putin señaló que podría desplegarse este equipamiento en el segundo semestre de 2025 y que formarían parte del complejo de las Tropas de Misiles Estratégicos de Rusia en Bielorrusia.
En el marco de la guerra de Ucrania, Minsk ha sido un aliado fiel a Moscú. Aunque ha buscado siempre no entrar directamente en la guerra, no ha dejado de lado a Rusia. Cuando las tropas rusas intentaron conquistar Kiev en los primeros días de la guerra, entraron desde Bielorrusia, donde días antes habían estado realizando maniobras militares. Además, ha sido uno de los países que ha ayudado a Rusia a esquivar las sanciones, algo que ha hecho desde 2014, cuando Occidente aplicó las primeras sanciones tras la anexión de la península de Crimea, aunque este apoyo incondicional le ha supuesto recibir también castigos de la comunidad internacional.
Estado de la Unión
Durante el mismo encuentro se hicieron públicos datos sobre el comercio entre ambos países, que aumentó en el último año. Según remarcó Putin “el volumen de negocios comerciales entre Rusia y Bielorrusia ha crecido un 8,4% entre enero y septiembre de este año, y ha superado los 37.000 millones de dólares”. Lukashenko, por su parte, aseguró que el volumen comercial entre ambos países superará este 2024, el máximo histórico, y llegaría a una cifra cercana a los 60.000 millones de dólares. Según los datos ofrecidos por los mismos gobernantes Rusia representa más del 50% de la balanza comercial bielorrusa, mientras que Minsk es el cuarto socio comercial de Moscú, con un 9%.
Ambos estados integran el Estado de la Unión, una entidad supranacional que ha alimentado los rumores de que en el futuro podrían integrarse en un solo Estado, a pesar de las negativas reiteradas de Lukashenko, que asegura que quiere ser un amigo y no un vasallo de Moscú. Actualmente, bajo dicha organización ya se estableció un régimen de fronteras abiertas entre ambos países, tanto a nivel comercial como para los mismos ciudadanos, que pueden viajar libremente sin necesidad de usar el pasaporte internacional que sí utilizan para viajar otros países vecinos como Kazajistán o Georgia. El presidente bielorruso, además, debe su permanencia en el poder a Putin, ya que en 2020 durante las protestas pro democracia necesitó el apoyo de Rusia para poder reprimir las manifestaciones y controlar Bielorrusia a su antojo.