Todo empezó el pasado miércoles, por sorpresa. Después de años de estancamiento, por primera vez desde 2020, volvieron a sonar los fusiles en Siria. Los rebeldes del país árabe, liderados por la milicia islamista radical de Hayat Tahrir al Sham (HTS), empezaron una ofensiva contra las fuerzas del presidente sirio, Bashar al Asad, en el este de la provincia de Idleb —controlada por los rebeldes— y el oeste de Alepo.
En pocas horas, los rebeldes conquistaron la segunda ciudad siria, y han puesto en jaque, por primera vez en casi 10 años, al presidente sirio. Estas son las claves de la reactivación de un conflicto que arrancó en 2011, tras las primaveras árabes de toda la región:
Desde 2020, poco ha ocurrido dentro del tablero sirio. Tras el último ataque de Asad y sus aliados —Rusia e Irán— contra Idleb, un alto el fuego pactado con Turquía congeló un conflicto que fue puesto en la nevera hasta la semana pasada.
No hubo cambios sobre el terreno, ni remodelaciones de frentes entre Asad, rebeldes y milicianos kurdos, que controlan el este del país, pero eso no significa que durante estos años la guerra haya parado. Los bombardeos de Asad y Rusia contra civiles en Idleb han sido una constante a pesar del alto el fuego.
Ante el parón de los combates, según los expertos, los rebeldes apoyados por Turquía y HTS aprovecharon estos años para rearmarse y profesionalizarse militarmente. La mayoría de estas milicias están formadas por habitantes y jóvenes del lugar que han vivido la mayor parte de su vida en un contexto de guerra civil.
Lo contrario ha ocurrido en el bando de Asad: sus dos grandes aliados, ante la bajada de las escaramuzas en Siria, han destinado durante los últimos años sus recursos militares en otros teatros: Rusia, en Ucrania, e Irán, con sus milicias afines, en el Líbano con la guerra entre Israel y Hizbulá.
Hizbulá, de hecho, ha sido una de las puntas de lanza de Asad desde que la milicia libanesa entró en la guerra siria en apoyo de Asad en 2015. Desde el inicio de la ofensiva israelí en el sur del Líbano, todos los milicianos de Hizbulá antes destinados a Siria fueron mandados de vuelta a su país.
Así, con las defensas y los barracones de Asad diezmados, HTS y las demás milicias rebeldes empezaron el miércoles pasado una ofensiva relámpago en dirección a Alepo. En un principio, explicaron los rebeldes, su intención era tan solo reconquistar parte de territorio perdido en 2020, y llegar y cortar la autopista M5, que conecta Alepo con el sur de Siria.
Pero el plan inicial cambió pronto: la desbandada del régimen de Damasco fue tal que el mismo jueves por la mañana, milicianos de HTS llegaron a 10 kilómetros de Alepo. La ciudad fue tomada el viernes por la noche, y los avances rebeldes continuaron hasta el domingo, cuando Asad estableció una nueva línea defensiva en el norte de Hama, a 150 km al sur de Alepo.
El golpe para Asad es enorme: en tan solo cinco días de ofensiva, los rebeldes sirios han casi doblado su control territorial y, aún más importante, controlan ahora la segunda ciudad del país y la que fue, antes del inicio de la guerra civil, la capital económica siria.
Liderando los rebeldes en esta ofensiva se encuentra Hayat Tahrir al Sham (HTS), la mayor milicia opositora siria y la que ostenta el control, en la actualidad, de la provincia de Idleb. HTS fue, hasta 2017, conocida como Jabhat Al Nusra: la filial de Al Qaeda en Siria. Pero en ese año, su líder, Abu Muhammad al Jolani, rompió con la organización yihadista y anunció que su milicia renunciaba al terrorismo internacional para centrarse exclusivamente en la lucha contra el régimen de Damasco.
HTS es, así, una milicia islamista radical, y en el territorio donde gobierna impera la ‘sharía’: la ley islámica. Pero en los últimos años, Jolani se ha caracterizado por buscar mostrarse vestido con camisas de botones ‘a la europea’, y ha estado mandando constantemente mensajes sobre su respeto a las minorías religiosas del norte de Siria, sobretodo a los cristianos. Con todo, HTS está en la lista de organizaciones terroristas de Estados Unidos, y Turquía, país vital para los rebeldes sirios.
Ankara es, de hecho, el último espónsor de las milicias rebeldes sirias: es Turquía la que arma, financia y paga los salarios de los milicianos opositores sirios. No es el caso de HTS, que no tiene una conexión directa con Turquía, aunque existe una clara comunicación entre Ankara y la milicia rebelde.
El Gobierno de Recep Tayyip Erdogan, según expertos de seguridad turcos, fue en última instancia el que permitió la ofensiva rebelde contra Asad arrancada la semana pasada, y espera ser uno de los grandes ganadores ante el avance opositor en Alepo. Según estos expertos, Erdogan quiere forzar a Asad a sentarse en la mesa de negociación para que Turquía tenga poder de decisión en una Siria posguerra y pueda devolver a su país a los más de tres millones de refugiados sirios que en la actualidad habitan el país anatolio.
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