El canciller Olaf Scholz ha dado por finiquitado su inmanejable tripartito entre socialdemócratas, verdes y liberales para emprender el camino a las elecciones anticipadas. El primer paso fue la destitución el miércoles de su ministro de Finanzas, el liberal Christian Lindner, quien se negó a levantar el freno a la deuda que, a juicio del canciller, atenaza a una Alemania en recesión y compromete la ayuda a Ucrania. Scholz dedicó a su ya ex socio reproches inusuales en la política alemana, desde «incompetente» a «irresponsable» y «egoísta». El objetivo ahora es la convocatoria de comicios anticipados, con la oposición conservadora en primer lugar en intención de voto, la ultraderecha pujante y pocas opciones de su reelección. Es difícil que logre revertir esa tendencia, aunque en 2021 sí alcanzó el poder en una victoria contra pronóstico.
El propósito de Scholz es aferrarse a sus aún fieles socios, los Verdes del ministro de Economía y Protección del Clima, Robert Habeck, y de la titular de Exteriores, Annalena Baerbock. Será un Gobierno en minoría, en una Alemania obsesionada por la estabilidad. A Lindner le sustituirá en Finanzas el secretario de Estado en la Cancillería, Jörg Kukies, persona de confianza de Scholz. Se plantea aún lograr la postergada aprobación de los presupuestos del Estado y someterse a un voto de confianza el 15 de enero, con intención de perderlo, para pedir la disolución del Parlamento y la convocatoria de elecciones a finales de marzo al presidente Frank-Walter Steinmeier, originario del Partido Socialdemócrata (SPD). «El fin de una coalición no es el fin del mundo», declaró Steinmeier este jueves, ansioso de aportar algo de calma a la situación. No hay dudas acerca del voto de confianza, la pregunta es cuándo.
«La coalición de Scholz no murió ayer, sino en febrero de 2022 (…)», sentenció el líder del bloque conservador, Friedrich Merz, recordando los disensos que la han marcado desde sus inicios y se acentuaron tras la invasión rusa de Ucrania. Según su plan, Scholz debe someterse la semana próxima al voto de confianza y posibilitar elecciones anticipadas en enero. El bloque conservador, integrado por la Unión Cristianodemócrata y la Unión Socialcristiana bávara (CDU/CSU) designó ya a Merz hace semanas como candidato a la Cancillería. Ni los socialdemócratas de Scholz ni los Verdes de Habeck han formalizado a los suyos. Pese a su superioridad en los sondeos, la CDU/CSU no tiene la mayoría precisa para hacer prosperar un voto de censura que finiquite por la vía rápida la legislatura. Para tenerla deberían apoyarse en la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD), lo que implicaría romper el cortafuegos aún vigente en el país.
A la destitución de Christian Lindner siguió el abandono de otros ministros del Partido Liberal (FDP), con una excepción: la de Völker Wissing, titular de Transportes y Digitalización. Wissing decidió abandonar el partido del que ha sido secretario general y miembro de presidencia. Es un síntoma más de la situación en que queda el FDP, partido que durante décadas fue socio ‘bisagra’ en sucesivos gobiernos, bajo liderazgo conservador o socialdemócrata, y que ahora se asoma a la irrelevancia. Los sondeos lo sitúan por debajo del 5% de votos, mínimo para obtener escaños. «He sufrido personalmente con la situación», aseguró Lindner este jueves, que sumó más reproches en dirección a Scholz en su despedida como socio, en un tono que iba de lo doliente al lavado público de trapos sucios.
La ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD) de Alice Weidel secunda al bloque conservador en su plan de acelerar la liquidación de la legislatura. Está instalada en la segunda posición en intención de voto, tras la CDU/CSU de Merz, pero un eventual repunte de Scholz en los sondeos la apearía de esta situación. La victoria de Donald Trump la favorece, como a otros partidos de la derecha radical europea, que se consideran hermanados con el presidente electo. Ve reforzado su mantra de que el cortafuegos es antidemocrático, especialmente tras haber logrado en las pasadas elecciones regionales del este posiciones de primera o segunda fuerza. Al populismo de izquierdas de Sahra Wagenknecht, tan prorruso como la AfD, el hundimiento de la coalición la ha sorprendido mientras negociaba su ascenso al poder a escala regional en el este, como pieza clave para evitar a los ultras de la AfD y posibilitar nuevas mayorías.
Cuatro fueron los cancilleres que recurrieron antes al voto de confianza del Bundestag, la Cámaba baja, sea para seguir adelante o con el propósito de precipitar el fin de la legislatura. El primero fue el socialdemócrata Willy Brandt, en 1972, que acabó ratificado en las urnas y con el mejor resultado de su historia. Le siguió su correligionario y sucesor, Helmut Schmidt, en 1982, quien resultó victorioso, aunque cayó ese mismo año por un voto de censura impulsado por el conservador Helmut Kohl.También este pidió poco después la confianza de la Cámara para obtener su ratificación de las urnas, que logró. El precedente inmediato de Scholz fue la decisión de 2005 del socialdemócrata Gerhard Schröder, apremiado por lastimosas derrotas regionales. Perdió la partida frente a la líder de la oposición, Angela Merkel, que ascendió al poder al frente de su primera gran coalición, con la derrotada socialdemocracia como aliada. Esta podría acabar siendo también la única la opción sólida para Merz, de mantener el cortafuegos contra la AfD.
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