El ingeniero italiano Vito Alfieri Fontana (Bari, 72 años) es una rara avis. Exfabricante de armas, especialmente de minas antipersona, cerró hace tres décadas la empresa que hasta entonces le había proporcionado una vida de bonanza y privilegios: Tecnovar, ubicada en Apulia, en la Italia meriodional. Y esa decisión no la tomó por una crisis económica, sino de conciencia, no contemplada en su gremio. Desde entonces, ha sido activista, desminador en los Balcanes, e incluso participó en la redacción de la histórica Convención de Ottawa (1999) contra la fabricación, venta y uso de minas antipersona (nunca ratificada por China, India, EEUU y Rusia). Una batalla más abierta que nunca en un mundo en el que las minas mataron o hirieron al menos a 5.757 personas el año pasado, un 20% más que el año anterior. Ahora, acaba de publicar en Italia un libro sobre su vida, titulado Era un hombre de guerra, y el Vaticano lo eligió como uno de sus ponentes para presentar la Jornada Mundial de la Paz, que se celebra el 1 de enero.
¿Qué producía su empresa?
Minas antitanque, minas antipersona y bombas de mano.
¿A quién vendían?
Al Ejército italiano, sobre todo. Pero también exportábamos a Egipto, Estados Unidos, Canadá, Corea del Sur, Emiratos Árabes Unidos, Francia y Tailandia. En Bosnia encontré un lote de unas 200 minas que habíamos suministrado al Ejército alemán. Nunca supe cómo habían llegado hasta allí.
¿Cómo se convierte uno en fabricante de armas?
La empresa la abrió mi padre en los 60, yo entré a trabajar en 1977.
Después se arrepintió.
Sí, en 1993.
¿Qué pasó en 1993?
Mi hijo tenía ocho años y me llamó asesino. Estábamos en el coche y él, sabe, era un niño de esos que nunca se quedan quietos; vio un folleto de la empresa y así, de repente, me lo soltó… [se conmueve]. Luego también me llamaron de la Campaña Internacional para la Prohibición de las Minas Antipersona [ICBL, por sus siglas en inglés], Nicoletta Dentico [entonces coordinadora en Italia], y también un obispo, Tonino Bello, que era el presidente de [Movimiento Internacional para la Paz] Pax Christi, y que ahora está muerto y lo quieren beatificar.
¿Por eso se hizo desminador?
Me adherí a la campaña y en 1999 me involucré en el desminado en Kosovo, luego en Serbia y Bosnia. Creí que no era suficiente decir «lo siento».
Dos años antes también participó en la histórica Conferencia contra las minas de Oslo de 1997, que sentó las bases para la aprobación de la Convención de Ottawa. ¿Qué hacía usted allí?
Era el único que había conocido ese mundo desde dentro y la ICBL me llamó como su asesor técnico. Fue una discusión muy compleja entre diplomáticos, militares y activistas, pero al final logramos un documento bastante completo. El problema eran y son los militares, no hay manera de hacerles cambiar de mentalidad. Allí en Oslo pasó algo que retrata muy bien por qué aún hoy el mundo no logra que acabemos de una vez por todas con estos artefactos del horror que matan sobre todo a civiles, un 90%. No sé si debería, pero ¿quiere que se lo cuente?
Dígame.
Durante la conferencia había señales de que los estadounidenses se estaban convenciendo de firmar el documento. Pero luego no lo hicieron. Y eso ocurrió después de que [el entonces presidente de EEUU, Bill] Clinton recibiera una carta de 10 exjefes del Estado Mayor de su país pidiéndole que no lo hiciera.
Supongo que temían quedar en desventaja frente a sus enemigos.
Eso es lo más absurdo, sobre todo cuando hablamos de minas antipersona, que son solo herramientas de venganza y no dan ventajas militares. En todo caso, las que dan esa ventaja son las minas antitanques, y son bastante menos.
Aún así, algunos países sostienen que sirven para ralentizar las ofensivas terrestres y han retomado su uso a larga escala.
Eso no es así. Para alertar sobre intrusiones, sería mucho más eficaz el uso, por ejemplo, de cohetes de señalización, que se disparan, iluminan y estallan, sin provocar daños.
¿Es un retroceso?
Eso es por [las guerras en] Ucrania, también en Siria. Pero que sepan que no nos rendiremos. Las minas son solo eso, venganza. Es evidente que vivimos en una época marcada por un claro retroceso moral y que la batalla contra las minas está perdiendo terreno, pero eso no significa que dejaremos de luchar.
Decía que a Ucrania le llevará al menos 20 años volver a ser un país libre de minas.
Sí, es una cuestión técnica. Se requiere de organización, planificación y luego tiempo para ejecutar las misiones. Se requerirán robots, perros, y miles de desminadores. Porque cada desminador no puede cubrir más de unos 60 metros cuadrados al día. Claro, dependerá también de los fondos que se destinen. Mi evaluación es que Ucrania necesitará al menos 300.000 millones de euros al año durante unas dos décadas para eliminar todas las minas y restos de explosivos esparcidos en el país. También es probable que mueran unos 350 desminadores; en los Balcanes, murieron unos 100, 150. Pero, insisto, no es un trabajo sin esperanza. Es solo estúpido que lo tengamos que hacer una vez más.
¿Cuánto cuesta desactivar una mina antipersona?
Alrededor de 50 centavos por metro cuadrado. Depende cómo hayan sido colocadas. Puede costar también 10 centavos por metro cuadrado por mina, si, por ejemplo, hay cuatro minas en el mismo sitio.
¿Las minas de hoy son distintas a las de antes?
Existen unos 100 tipos distintos de minas, pero son todas bastante parecidas. Las que se desactivan con el tiempo, por ejemplo, son poquísimas. Luego están las que se activan al pisarlas y solo te amputan una parte del cuerpo, en general, las piernas, y las que se activan al tropezar sobre un hilo conectado a una carga explosiva y te matan. Sin embargo, uno de los logros de la Convención antiminas ha sido que incluso los países que las tenían y los que no ratificaron el acuerdo dejaron de invertir masivamente en tecnología para estas armas. Eso facilita el trabajo de los desminadores, pues se han afinado las técnicas para desactivarlas.
¿Dónde se compran estas minas?
India, Pakistán, China, Rusia, Egipto. También siguen circulando algunas de la ex-Yugoslavia. EEUU, en cambio, no las produce desde hace 50 años, las compran.
¿Cuáles son los modelos más comunes?
Las rusas y las chinas. Cuestan también 2, 3 dólares cada una.
No es un negocio muy lucrativo.
No se producen o usan minas para ganar dinero; el objetivo es político, no militar o económico. Lo que se busca es generar terror en tus adversarios, sobre todo en la población civil. Que se siembren nuevamente minas antipersona evidencia el mundo malvado y primitivo al que estamos volviendo, también el regreso de las ideas supremacistas. Sociedades que ya no tienen como fin integrar y pacificar.
Una última pregunta, ¿hay muchos arrepentidos en su gremio?
No he llegado a conocer a ninguno.
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