Al multimillonario Elon Musk le interesa Italia. Y a la primera ministra Giorgia Meloni le interesa Musk. La afirmación podría tacharse de distópica, si la realidad no fuera tan explícita. «Estos jueces tienen que irse», clamó el magnate el martes, al defender a la ultraderechista en su batalla contra los tribunales italianos, que siguen rechazando el plan de la italiana de deportar a migrantes a Albania. «¿Viven los italianos en una democracia o una autocracia no electa toma las decisiones?», insistió él el miércoles, suscitando una ola de críticas en Italia. El «amigo» Musk es sin duda «un interlocutor» que ha hecho «cosas extraordinarias», había dicho Meloni en la cumbre informal europea del pasado viernes en Budapest.
Son las últimas de muchas veces en las que en los últimos meses él se ha referido a ella, y ella a él, hoy el empresario más cercano al nuevo presidente estadounidense, Donald Trump. Una figura, la de Musk, que poco a poco la extrema derecha italiana ha ido encumbrando no solo como uno de sus grandes aliados internacionales para la construcción de un nuevo relato cultural predominante, sino también como un estratégico socio de negocios que, además, ahora podría reforzar a Meloni en el contexto de las relaciones entre la UE y EEUU. «Meloni y Musk tienen una relación privilegiada«, concluía días atrás uno de los colaboradores del surafricano, Andrea Stroppa, en declaraciones retomadas por el diario La Stampa.
La relación entre Meloni y Musk, que en esta semana ha causado revuelo en Italia, empezó a hacerse visible en diciembre del año pasado. La primera ministra había invitado al dueño de Tesla a Atreju, el congreso cultural de su partido, Hermanos de Italia, y el magnate acudió para hablar de inteligencia artificial y de Starlink, su sistema de satélites. Sin embargo, nada más llegar al convenio, Musk aludió de inmediato también a algunas de las teorías que más obsesionan a la italiana. Entre ellas: su crítica a la idea de que la inmigración puede contribuir a frenar el descenso poblacional que se cierne sobre Europa.
Satélites
«La demografía es importante», afirmó Musk. «Mi consejo para todos los líderes es: asegúrense de tener hijos para las nuevas generaciones» o el riesgo es que «la cultura de Italia, Francia y Japón desaparezcan», añadió. «En Italia tenéis que tener hijos«, ha vuelto a repetir el multimillonario en una entrevista de esta semana. «No creo que la inmigración pueda resolver los problemas del mundo solo porque alguien tenga hijos», ha insistido, sin dejar de criticar también a la ecología.
De facto, Musk ha ido cultivando su relación con Meloni a medida que sus negocios en Italia han ido cresciendo. En septiembre pasado, por ejemplo, le entregó a la italiana el Premio a la Ciudadanía Global, un reconocimiento otorgado por el Atlantic Council. Y eso lo hizo después de que su empresa Starlink firmara en junio un acuerdo con Telespazio, la joint venture de la compañías del sector de la defensa Leonardo (Italia) y Thales (Francia). El acuerdo se sumo así a otro, de abril, para llevar Internet también a zonas remotas en Italia; siendo este, más que el militar, el proyecto que está actualmente en la fase más avanzada.
Lo que se desconoce es el motivo exacto de la repentina acrimonia de Musk contra la justicia italiana, aunque los negocios del empresario en Italia podrían ser parte de la respuesta. Es lo que dejan entrever los cada vez más agresivos mensajes de Musk después de que una investigación por corrupción de la fiscalía de Roma salpicara en octubre precisamente a Stroppa (por la sospecha de que habría obtenido ilegalemente información confidencial de un oficial de la Marina italiana para favorecer a Musk). Algo que podría obstaculizar —o, al menos, frenar— los planes del multimillonario en Italia, más aún que la investigación sigue en curso.
Encrucijadas
El contexto es también que Meloni no es nueva en la cercanía con personajes de la galaxia Trump. Ya durante la anterior presidencia del republicano, mantenía una relación con Steve Bannon, el exconsejero jefe del estadounidense, y también lo invitó a Atreju en 2018. A continuación, dos años después, la italiana recibió directamente una invitación al Desayuno Nacional de Oración en Washington, donde Trump daba un discurso. Después de eso, elogió su «defensa de la identidad, las fronteras, las empresas, los productos y las familias estadounidenses», diciendo que quería «llevar la misma receta a Italia».
Pero otra incógnita es también qué pasará cuando Trump empiece, como preven diversos observadores en Italia, a intentar sembrar la división entre los países europeos. «La vida de Meloni en Bruselas se podría complicar mucho más», explicaba recientemente Stefano Stefanini, exembajador de Italia ante la OTAN. Por no hablar del hecho de que no está nada claro que Italia quiera cumplir con su compromiso con la OTAN de gastar el 2% del PIB en defensa, añadía Nathalie Tocci, la directora del Instituto de Asuntos Internacionales de Roma. «Él tiene esa obsesión y podría preguntarle: ¿Tú cuánto estás gastando?».