Donald Trump siempre fue el candidato favorito del Kremlin en la reciente elección presidencial en EEUU. Pero el primer diálogo entre el electo líder de la Casa Blanca y su homólogo del Kremlin podría no haber cumplido las expectativas de la parte rusa. Según el diario ‘The Washington Post’, hace una semana ambos políticos mantuvieron una conversación por teléfono en la que el estadounidense le demandó que diera pasos hacia la desescalada en la guerra en Ucrania, recordándole de paso «la considerable presencia militar» estadounidense en el continente europeo, aunque a la vez expresándole su disposición a apoyar un acuerdo en el que Rusia pudiera quedarse con el territorio conquistado.
Al día siguiente, Olga Skabeyeva, una de las grandes propagandistas del Kremlin, mostró en el programa ’60 Minutos’ del primer canal de televisión rusa imágenes de Melania Trump, la esposa del magnate neoyorquino, en ropa interior y posturas provocativas, toda una humillación pública que jamás hubiera podido difundirse sin permiso del Kremlin hacia un mandatario con el que tendrá Putin que tratar con profusión en los próximos cuatro años. Días después, un mensaje similar fue difundido por Nikolái Pátrushev, número dos en la sombra del régimen ruso quien, en una entrevista con el rotativo ‘Kommersant’ y en un lenguaje totalmente descarnado, llegó a decir que «para tener éxito en las elecciones, Trump se había apoyado en fuerzas» con las que mantenía «obligaciones». «Como persona responsable, será obligada a cumplirlas», remachó el dirigente en tono de advertencia.
Expertos en el espacio postsoviético como el sueco Anders Aslund, exinvestigador senior en el think tank Atlantic Council, consideran que esta sucesión de acontecimientos permite entrever que la parte rusa no está satisfecha con lo expresado por Trump durante el debate. «Comprobad los tiempos… esto no puede haber ido bien para Putin», ha escrito en un ‘post’ difundido por X, antes Twitter.
Michael Boot, columnista de ‘The Washington Post’, considera que el magnate neoyorquino está ensayando con Rusia la táctica de «escalar para desescalar», que ya en el pasado fue aplicada a Corea del Norte e Irán, sin obtener logros palpables respecto a sus programas nucleares habida cuenta de que ambas naciones consideran dicha capacidad como una garantía de su supervivencia. Con Rusia, en opinión de este experto en temas de seguridad, este esquema «podría funcionar», ya que Moscú, sin amenazas existenciales a la vista, obtendría «el 20% del territorio de Ucrania», escribe en una columna titulada ‘Como Trump, el hacedor de acuerdos, puede llevar la paz a Ucrania’. Y plantea como única baza de Trump para presionar a Putin la posibilidad de que Washington incremente «el envío de amas a Ucrania» y el permiso para emplearlas en territorio ruso. Pese a las tentaciones aislacionistas del mandatario estadounidense, «Trump tiene todos los incentivos» (de buscar una paz justa en Ucrania) «si no quiere aparecer como un hacedor de acuerdos fallido».
De momento, Moscú emite señales de que no acepta semejante trato. Pese al elevadísimo número de bajas rusas, el Ejército del Kremlin está presionando en todos los frentes, mientras Maria Zajárova, portavoz del Ministerio de Exteriores ruso, ha informado que cualquier conversación de paz «solo» comenzaría una vez se hayan detenido los envíos de armas a Ucrania. El Instituto de Estudios sobre la Guerra (ISW), por su parte, valora que «el Kremlin está intentando dictar los términos de cualquier ‘negociación’ de paz con Ucrania antes de la toma de posesión de Donald Trump».