Rusia está atenta a los movimientos de Estados Unidos, tras la amenaza del presidente electo, Donald Trump, de estar dispuesto a asumir el control de Groenlandia como pieza estratégica para EEUU tanto desde un punto de vista militar como económico. El Kremlin reconoció este jueves que sigue de cerca la reivindicación de Trump, , dijo este jueves su portavoz Dmitri Peskov: «Estamos siguiendo muy de cerca este desarrollo dramático de la situación que, gracias a Dios, es a nivel declarativo hasta ahora», afirmó Peskov.
El martes pasado, Trump dio un paso más allá de lo previsto al no descartar incluso el uso de la fuerza para anexionar esta isla ártica, recubierta en un 80% de hielo, codiciada por sus potenciales recursos minerales y su importancia geoestratégica. Además, el deshielo está abriendo nuevas rutas marítimas en la zona y fomentando la rivalidad entre EEUU, Rusia y China. «El Ártico es una zona de nuestro interés nacional, donde estamos presentes y continuaremos estándolo. Deseamos mantener la paz y la estabilidad en esta región y estamos dispuestos a interactuar con todas las partes para ello», dijo Peskov.
Groenlandia, territorio autónomo del Reino de Dinamarca, se convierte en una nueva arista entre las relaciones entre Europa y EEUU. Pese a ello, Dinamarca está «abierta al diálogo» con EEUU para salvaguardar sus intereses en el Ártico, afirmó este miércoles el canciller de Dinamarca, después de que el presidente electo Donald Trump no descartara usar la fuerza para tomar este territorio autónomo danés. El reino de Dinamarca, que incluye Dinamarca continental, Groenlandia y las Islas Feroe, está «abierto a un diálogo con los estadounidenses sobre cómo podemos cooperar, quizá incluso más estrechamente de lo que ya hacemos», afirmó Lars Løkke Rasmussen.
Una cuarta parte de la superficie de Groenlandia está cubierta por hielo de forma permanente y apenas tiene 56.000 habitantes. Ha sido objeto de deseo estadounidense en el pasado por una mezcla de factores geopolíticos y económicos.
Situada al noreste de EEUU y con casi 2,2 millones de kilómetros cuadrados, Groenlandia posee un gran valor estratégico para ese país, que se ha visto acrecentado por las posibilidades comerciales y políticas que abre el progresivo deshielo del Ártico. Con Rusia como principal potencia ártica y la entrada de China, aumentar el control sobre Groenlandia es una prioridad de Trump, aunque Estados Unidos posee presencia militar al norte de la isla y podría ampliarla en virtud de un amplio acuerdo de defensa.
La inquietud de Washington en torno a Groenlandia se plasmó ya en 2018, cuando el Gobierno danés forzó un acuerdo con las autoridades groenlandesas para excluir capital chino de su proyecto de ampliación de aeropuertos, apelando a posibles consecuencias en política exterior y tras consultar la cuestión con sus socios estadounidenses.
Un subsuelo rico en petróleo y en minerales raros
Las estimaciones apuntan a que Groenlandia posee unas reservas de petróleo equivalentes a la mitad de las de Arabia Saudí y entre las más grandes del planeta en tierras raras -lo que podría reducir la dependencia de Occidente de China-, pero esa riqueza no se ha traducido aún de forma concreta.
Los elevados costes vinculados a la falta de infraestructuras y de mano de obra, las condiciones climáticas y el frágil entorno medioambiental han puesto en duda la viabilidad económica: varias grandes petroleras han devuelto las licencias extractivas obtenidas la década pasada ante la falta de potencial comercial a medio plazo.
Tampoco se ha puesto en marcha aún ninguno de los grandes proyectos mineros proyectados, por los factores anteriores y por otros como la incertidumbre en los precios de las materias primas y las dificultades de extracción.
La inseguridad jurídica, con cambios en la legislación relacionados con la posibilidad de extraer o no minerales radioactivos como material derivado, tampoco ha ayudado.
El actual Ejecutivo autonómico paralizó hace tres años un gigantesco proyecto minero de una multinacional australiana, con capital chino, apelando a motivos medioambientales.
Casi dos siglos de intentos de compra estadounidenses
Estados Unidos ha tratado de hacerse por diferentes medios con Groenlandia desde mediados del siglo XIX. El primer intento vino en 1867, después de comprarle Alaska a Rusia, pero la propuesta fue abandonada; el tema se volvió a discutir hacia 1910, ideando un intercambio que incluía alguna isla filipina y un trueque con Alemania por el norte de Slesvig. Washington sí compró en 1917 a Dinamarca las Indias Occidentales Danesas, luego Islas Vírgenes, y se comprometió a no oponerse a que Copenhague extendiese sus intereses a toda Groenlandia.
Dinamarca declaró su soberanía total sobre la isla en 1921, sancionada dos años después por la Corte Permanente de Justicia Internacional. La invasión alemana de Dinamarca durante la II Guerra Mundial hizo que Estados Unidos estableciese presencia militar en la isla para impedir su uso por los nazis. EEUU ofreció en 1946 un total de 100 millones de dólares al Gobierno danés, que rechazó la oferta pero acabó accediendo a firmar un tratado de defensa con Washington para permitir bases estadounidenses.
El último precedente se remonta a 2019, durante la primera presidencia de Trump, cuando éste propuso la compra de la isla y acabó en un cruce de declaraciones con el Gobierno danés y anulando una visita oficial a ese país.
Un amplio Estatuto de autonomía que incluye la autodeterminación
Vinculada al mundo nórdico desde hace un milenio y de forma continua a Dinamarca desde el siglo XIX, Groenlandia mantuvo el estatus de colonia hasta que una enmienda a la Constitución danesa en 1953 supuso su inclusión en la Mancomunidad del Reino danés, que incluye a las Islas Feroe.
Groenlandia obtuvo un primer Estatuto de Autonomía en 1979 y otro mucho más amplio en 2009, que reconoce el derecho de autodeterminación previa celebración de un referendo y el compromiso de respetar el resultado de Copenhague.
Ese nuevo estatuto recoge un plan para reducir la ayuda anual danesa -casi la mitad del presupuesto de la isla- a medida que aumenten los hipotéticos ingresos del subsuelo y un aumento sustancial de las competencias autonómicas, aunque después de década y media, Groenlandia apenas ha avanzado en el autogobierno.