Desde hace meses, al presidente Emmanuel Macron se le atraganta Francia, pero parece que no solo el hexágono, también sus antillas. Su visita a Mayotte tras el paso del ciclón Chido, que arrasó el archipiélago el pasado 14 de diciembre, ha sido un golpe de realidad a pie de calle. «Tú nos cuentas cuentos», le espetó un hombre al presidente de la República.
Durante su visita a la isla, a cada paso que ha dado, algún mayotense le recriminaba el sentimiento de abandono por parte de las administraciones francesas: «Queremos agua, ¡agua!», «Macron dimisión», le chillaban los ciudadanos.
Las autoridades cifran por el momento en 31 los muertos y 2.500 los heridos, aunque no son cifras oficiales definitivas, porque aún no se ha podido acceder a las zonas más afectadas. Los hospitales están devastados, cerca de 200 voluntarios de la Cruz Roja han desaparecido, el aeropuerto está cerrado y la población carece de lo más básico porque la ayuda llega a cuentagotas: no hay comida, no hay agua, y la gente se empieza a desesperar. Ante el enorme trabajo que queda por hacer, el presidente decidió este jueves alargar su visita en Mayotte un día más: «Decidí dormir aquí porque consideré que, dado lo que estaba pasando la población, salir el mismo día podría haber «establecido la idea de que venimos, miramos, nos vamos», explicó Macron en una improvisada rueda de prensa.
Aún así, la presión del pueblo superó al presidente que, este jueves durante una visita estalló frente a decenas de ciudadanos: «Si esto no fuera Francia, estaríais diez mil veces más en la mierda», gritó el presidente e insistió: «Vosotros estáis muy contentos en Francia, dejad de dividiros». El presidente, sobrepasado, no soportó las críticas durante su visita y, arrebatándole el micrófono a una de las organizadoras, criticó la actitud de los habitantes: «¿Qué territorio es el que ofrece agua, comida y médicos aquí? Así que todo el mundo debe respetarse», gritaba el presidente mientras una mujer se indignaba: «Oh lá lá, no estoy de acuerdo».
La tensión aumentaba por momentos, al igual que el enfado del presidente. Con el micrófono apagado, Macron siguiórecriminando: «¡Claro que me enfado! (…) No soy yo el ciclón». Unas declaraciones que no han pasado desapercibidas, y que para muchos reflejan «una vez más» el carácter «altivo» y «colonialista» del presidente.
«¡Macron dimisión!»
El paso de Macron por la isla ha sido como un segundo ciclón para los mayotenses, despertando una gran cólera por la situación y la actitud desafiante del presidente. La isla se encuentra completamente arrasada y aún hay miles de desaparecidos que las autoridades no han conseguido saber si forman parte de la larga lista de víctimas mortales o se encuentran en algún lugar del territorio incomunicados.
Desde el 14 de diciembre, más de la mitad de los ciudadanos siguen incomunicados y sin poder acceder a los suministros más básicos, como es el agua potable, electricidad o comida fresca. «Nos alimentamos a base de latas», afirmaba un hombre para las cámaras de BFMTV.
Para Macron, el problema actual de Mayotte no es tanto la catástrofe natural sino algo de fondo, más concretamente la «inmigración clandestina». «No podremos arreglar los problemas de fondo de Mayotte si no arreglamos la inmigración clandestina. Es una certeza», decía este viernes.
Se calcula que en la isla hay cerca de 100.000 migrantes irregulares procedentes en su mayoría de Comores, una de las regiones más pobres del mundo. De ahí que la situación sea preocupante para las autoridades, puesto que gran parte de sus habitantes viven por debajo del umbral de la pobreza en viviendas precarias que han quedado «completamente destruidas».
Aunque Macron no ha dado fechas para la reconstrucción de la isla, su nuevo primer ministro, François Bayrou, quiso ser ambicioso: «Debemos fijar un plazo mucho más corto que cinco años», «quizás dos años», afirmó el jueves por la noche.