Los primeros cinco meses de Keir Starmer al frente del Gobierno del Reino Unido han sido más turbulentos de lo previsto. A los escándalos internos se ha sumado la toma de decisiones controvertidas, especialmente en materia económica, como la eliminación de algunos subsidios y la subida de impuestos para las empresas. Unas decisiones que el ‘premier’ británico ha atribuido a la herencia recibida del anterior Gobierno conservador pero que han provocado una caída en picado de la popularidad desde que accedió al cargo. Consciente del hartazgo de la mayoría de los británicos, Starmer ha redefinido este jueves los principales objetivos de esta legislatura, con el foco puesto en el crecimiento económico y en la mejora de los servicios públicos.
El primer ministro ha prometido aumentar los ingresos reales de las familias antes de que termine la legislatura, en un intento de garantizar que el crecimiento en términos macroeconómicos tendrá un impacto real en la vida de las clases trabajadoras. «Queremos mejorar la calidad de vida en todas las regiones del país, al mismo tiempo que aspiramos a alcanzar el mayor crecimiento sostenido de los países del G7 para que la gente trabajadora tenga más dinero en sus bolsillos y evitar así que la carga de la crisis por el coste de la vida interfiera en el disfrute de su vida familiar», ha asegurado Starmer en su discurso, al que ha asistido la plana mayor de su Gobierno.
Objetivos definidos
Además de su compromiso en materia económica, el primer ministro ha prometido reducir por debajo del 10% el número de pacientes que esperan más de 18 semanas por un tratamiento en el Servicio Nacional de Salud (NHS); ha anunciado la incorporación de 13.000 agentes a los cuerpos policiales para reforzar la seguridad ciudadana; y se ha comprometido a que al menos un 75% de los alumnos de preescolar accedan a su primer año de colegio con las habilidades necesarias para garantizar su correcto desarrollo educativo. Starmer también ha confirmado su intención de utilizar al menos un 95% de energías renovables en la red eléctrica en 2030 y ha insistido en su intención de construir 1,5 millones de viviendas antes de que termine la legislatura.
Todo con el objetivo de recuperar la confianza en un electorado que le ha dado la espalda. Según una reciente encuesta publicada por el instituto demoscópico Ipsos, un 53% de los británicos se sienten decepcionados con su gestión, mientras que tan solo un 22% considera que está haciendo un buen trabajo en materias como la sanidad. «No es posible lograr inversiones en nuestros servicios públicos sin tomar decisiones difíciles. No hay soluciones a nuestra crisis de la vivienda sin aprobar leyes controvertidas ni tampoco podemos sacar nuestro país hacia adelante sin ser sinceros sobre los sacrificios que debemos enfrentar juntos», ha asegurado Starmer, quien ha vuelto a cargar contra el Partido Conservador por la herencia recibida de los gobiernos anteriores.
Pocos avances
El primer ministro ha tratado de relanzar la imagen de su Gobierno con un discurso que, sin embargo, ha mantenido gran parte de las proclamas repetidas hasta la saciedad durante la campaña electoral, entre ellas la voluntad de «cambiar» la forma de hacer política y de «reconstruir» el país. Sus detractores consideran que por ahora apenas ha logrado avances y le han reprochado que muchas de sus iniciativas están siendo todavía evaluadas, algo que está retrasando su entrada en vigor. Aún así, Starmer ha destacado algunas de las medidas aprobadas por su Gobierno en estos primeros meses, entre ellas una inversión de 25.000 millones de libras adicionales en el NHS o la subida del salario mínimo. «Estamos estabilizando la economía, fijando los cimientos y limpiando el desastre para mover el país hacia adelante», ha señalado.
El líder laborista confía en que la fijación de objetivos claros y medibles en materia sanitaria, educativa o de seguridad ayude a dar mayor credibilidad a su Gobierno. Sin embargo, ha evitado hacer compromisos claros en otros asuntos que también preocupan a los británicos, como la llegada de inmigrantes al país. Starmer ha prometido reducir el número de llegadas, tanto por la vía legal como por la vía irregular, pero no ha querido fijar una cifra máxima ante la posibilidad de incumplir con este compromiso. Al nuevo Ejecutivo todavía le queda mucho trabajo por hacer para recuperar la confianza de los británicos, y la estrategia de atribuir responsabilidades a los anteriores gobiernos cada vez convence menos al electorado.