El ex primer ministro Naftali Bennett explicó a TheNew York Times su plan para derrotar a Hamás y evitar un baño de sangre tanto para Israel como para la población civil de Gaza.
Bennett afirma que una invasión de la ciudad de Gaza llevaría a la FDI a una guerra sangrienta y prolongada en un terreno desconocido, en una variedad de combate con la que la FDI moderna tiene poca experiencia. El gran número de bajas que cabría esperar de una campaña de este tipo provocaría una presión pública generalizada —tanto interna como internacional— para llevar el conflicto a una conclusión prematura. En este escenario, afirma, Hamás lucharía en terreno conocido, tras defensas y trampas que ha tenido mucho tiempo de preparar, y seguiría intercambiando rehenes por diversos suministros. Esta valoración coincide con las declaraciones de los funcionarios del Pentágono que han expresado sus dudas sobre la preparación de la FDI para una guerra urbana prolongada en la ciudad de Gaza.
El plan de Bennett consiste en evitar por completo el combate urbano. Propone que la FDI corte la Franja de Gaza en dos, separando la ciudad de Gaza de Jan Yunis, y estableciendo una zona tampón de aproximadamente dos kilómetros de ancho a través de la Franja de Gaza. A quienes deseen huir hacia el sur desde la ciudad de Gaza se les ofrecerán dos corredores humanitarios controlados por Israel, e Israel permitirá que el agua, los alimentos y los medicamentos lleguen al sur y creará refugios médicos y humanitarios en la zona tampón.
Como consecuencia directa, la ciudad de Gaza quedará aislada de todos los suministros. El control de la zona tampón propuesta requerirá una fuerza menor, lo que permitirá a Israel desmovilizar a una parte de sus reservistas y reducir la presión sobre la economía. Los rehenes capturados por Hamás, en particular los niños y los ancianos, se convertirán en un importante pasivo que exigirá cuidados y suministros adicionales de los arsenales de la organización.
El ejército israelí puede cambiar los bombardeos continuos —una técnica costosa y de dudosa eficacia a la luz de la infame red subterránea de túneles y búnkeres de Hamás— por incursiones selectivas más pequeñas de sus fuerzas especiales. Estas incursiones, explica Bennett, son uno de los puntos fuertes del ejército israelí, y se han ejecutado con éxito durante años contra objetivos en todas las ciudades palestinas de Judea y Samaria. Ahorran recursos militares al no mantener el terreno y evitan a la población civil los daños colaterales inherentes a los bombardeos aéreos o de artillería. También pueden conseguir un considerable apoyo internacional para Israel y reducir las posibilidades de que se produzca un acontecimiento desencadenante que abra otro frente con Hezbolá o en Judea y Samaria.
La FDI ha lanzado recientemente una serie de incursiones terrestres en Gaza, alegando que está preparando el camino para una invasión de mayor envergadura que aún está por llegar. Han participado fuerzas de infantería, ingenieros de combate y blindados, que han atacado y eliminado múltiples objetivos de Hamás.
Como etapa final, dice Bennett, Israel ofrecería a los operativos de Hamás que deseen abandonar Gaza la oportunidad de irse, aparentemente a cambio de la liberación de los rehenes restantes.
“Sería como Beirut en 1982, cuando Yasir Arafat y todos sus terroristas se subieron a un barco y abandonaron Líbano para siempre”, dice Bennett, recordando el desalojo forzoso del líder árabe palestino a Túnez bajo el asedio israelí a la ciudad. En ese momento, los desplazados del sur de Gaza podrían optar por regresar a sus hogares, y los desplazados del sur de Israel podrían optar con confianza por volver a los suyos.