(CNN) — La repentina muerte del ex primer ministro chino Li Keqiang desató una oleada de dolor y luto en todo el país. Sin embargo, para muchos también parece ofrecer una oportunidad excepcional para expresar el descontento acumulado con el líder Xi Jinping y la dirección que ha tomado el país.
Li Keqiang, que fue el segundo al mando nominal de Xi durante una década hasta marzo de 2023, murió de un repentino ataque al corazón el 27 de octubre en Shanghai, según los medios de comunicación estatales. Tenía 68 años.
Su muerte, apenas unos meses después de su jubilación, conmocionó a la opinión pública china. Los homenajes han inundado la Internet del país, fuertemente controlada, mientras que un mar de ramos de flores amarillas y blancas en memoriales improvisados han aparecido fuera de su residencia de la infancia y otros lugares relacionados con su pasado.
En los mensajes de redes sociales y en las notas manuscritas entre los homenajes florales, muchos recordaban a Li por sus aspiraciones no realizadas, más que por sus logros políticos.
Considerado por muchos como marginado por Xi —el líder más poderoso de China en una generación—, Li fue uno de los primeros ministros más débiles de la historia de la China comunista. Así que, en su lugar, muchos dolientes se han centrado en las visiones incumplidas de Li que, en su opinión, podrían haber llevado a China por un camino muy diferente al que ha recorrido en la última década.
«La gente aprovecha esta oportunidad para expresar su desafección hacia Xi Jinping», dijo Alfred Wu, profesor asociado de la Lee Kuan Yew School of Public Policy de Singapur. «Es una especie de ira: ira hacia el régimen actual».
Li, pragmático, reformista y con un alto nivel educativo, fue considerado en su día como un aspirante al puesto más alto de China. Pero acabó como primer ministro, un cargo que tradicionalmente se ocupa de la economía.
Normalmente, ese cargo conlleva una influencia significativa en la segunda economía del mundo, pero Li vio cómo su poder de decisión política se veía eclipsado gradualmente por Xi, que ha centralizado el control y se ha alejado del liderazgo colectivo del Partido Comunista gobernante de las últimas décadas.
Para muchos, Li representa el potencial de una China alternativa, menos ideologizada, menos autoritaria y más favorable a las reformas de mercado, el espíritu empresarial y las conexiones con el mundo exterior.
Los dolientes compartieron las propias palabras de Li como un tributo a él, pero también como una crítica no tan sutil a Xi. Entre las más citadas estaba la promesa de Li de que la reforma y la apertura de China nunca se detendrán, del mismo modo que «el río Amarillo y el Yangtsé no retrocederán». Otra de las citas de Li fue ampliamente mencionada como velado recordatorio de que las acciones de un líder serán juzgadas por la historia: «Los cielos observan lo que hace la gente».
Zhang Lun, profesor de Estudios Chinos en la Universidad de Cergy-Pontoise, en Francia, dijo que la oleada de homenajes reflejaba un «creciente descontento hacia las políticas retrógradas de Xi» durante la última década: el control ideológico cada vez más estricto, las libertades personales cada vez más reducidas y las incesantes campañas políticas que remontan a la época de Mao Zedong, fundador de la China comunista.
Gran parte de la frustración se debe también a los tres años de estrictas políticas de Xi de «cero-covid», que maltrataron la economía y sometieron a millones de chinos a constantes pruebas, cuarentenas y cierres de ciudades. Esas duras restricciones se levantaron abruptamente después de que estallaran protestas masivas en todo el país.
A la frustración se suma un sentimiento permanente de confusión y desesperanza respecto al futuro, espoleado por la actual recesión económica del país y su repliegue sobre sí mismo, y todos estos sentimientos buscaban una salida, según Zhang.
«Aunque Li no era una figura histórica o política de gran relevancia, ofrecía a la gente la oportunidad de desahogar su insatisfacción», dijo Zhang, que estudió en la prestigiosa Universidad de Beijing con Li a finales de la década de 1970, tras el final de la Revolución Cultural de Mao.
«En una época en la que se silencia la verdad y prevalecen las declaraciones falsas, grandilocuentes y vacías, los principios básicos a los que se adhirió Li Keqiang se han convertido en cosas muy preciadas. Una muestra de conciencia básica, unas pocas palabras honestas bastan para ganarse el aplauso del público. Refleja el enfado, la desesperación y la insatisfacción de la gente con la realidad, todo lo cual se proyecta sobre Li», afirmó.
Entre los simpatizantes, Li era recordado como un líder que se preocupaba por los menos privilegiados y estaba dispuesto a hablar en su favor, aunque eso chocara con la narrativa más triunfalista del partido. En redes sociales, muchos usuarios agradecieron a Li que reconociera públicamente que 600 millones de chinos —aproximadamente el 40% de la población— seguían teniendo unos ingresos mensuales de apenas 1.000 yuanes (US$ 137), a pesar de que la propaganda oficial aclamaba la victoria de Xi en la eliminación de la pobreza.
«Sólo él me entendía», rezaba un comentario muy valorado antes de desaparecer más tarde. «Llevo cuatro años sin trabajo estable».
Un rostro amable
En la última década, los chinos se acostumbraron a ver a Li en tiempos de penuria y tragedia. A menudo era el funcionario de más alto rango del partido enviado para dar el pésame y estrechar la mano a los afectados por desastres naturales, ya fueran inundaciones, terremotos o pandemias.
Cuando el virus de covid-19 estalló en la ciudad de Wuhan, en el centro de China, a principios de 2020, fue Li quien se desplazó hasta allí, más de dos meses antes de que Xi hiciera el mismo viaje después de que el virus estuviera prácticamente contenido en la ciudad.
Muchos dolientes recordaron el estilo realista y la empatía de Li. Compartieron videos de sus espontáneas interacciones con los jóvenes durante sus numerosas caminatas, que solían contrastar con el comportamiento público a menudo tenso de Xi.
En uno de esos videos, que se hizo viral en su momento —y que se ha vuelto a compartir esta semana—, Li aparecía sin máscara en una universidad de la provincia de Yunnan en mayo del año pasado, cuando muchos gobiernos locales estaban endureciendo las restricciones para evitar el cierre de Shanghai durante dos meses.
Al despedirse de una multitud de estudiantes, Li les deseó suerte en la búsqueda del trabajo de sus sueños, lo que fue visto por muchos jóvenes como un reconfortante, aunque indirecto, reconocimiento de su lucha contra el desempleo juvenil, que alcanza cifras récord.
Xi, por el contrario, ha advertido a los jóvenes que abandonen sus costumbres «mimadas» y «coman amargura», un dicho chino para referirse a las dificultades.
En otra de las viejas imágenes compartidas en Internet esta semana, un estudiante universitario le pedía a Li un apretón de manos para poder «presumir» ante los demás, utilizando una jerga de Internet que habría sido mal vista por los propagandistas del partido. Pero Li tendió la mano al estudiante y le preguntó con una sonrisa: «¿Ya has conseguido ‘presumir’?».
Wu, el experto de Singapur, dijo que Li mostró un lado humano que cada vez se ve menos en la burocracia china.
«Todo el mundo parece una máquina, sin sentimientos personales, sin empatía alguna. Pero él parecía diferente, y la gente lo recuerda», afirmó.
La muerte de un dirigente del partido suele ser un momento delicado
En China, la muerte de un alto dirigente suele ser un momento complicado y difícil para el Partido Comunista en el poder. Dado que las críticas abiertas al régimen son duramente reprimidas y castigadas, el luto público por la muerte de un funcionario popular puede convertirse en un punto de encuentro para que la gente exprese su descontento con los dirigentes.
Cuando Zhou Enlai, el amado primer ministro de Mao, murió en 1976, el público participó en multitudinarios funerales para canalizar su descontento con la Revolución Cultural, que había desencadenado una década de agitación, violencia y caos.
Más de una década después, la muerte de Hu Yaobang, un líder reformista marginado, desencadenó un duelo masivo que se convirtió en una bola de nieve de protestas prodemocráticas en la plaza de Tiananmen de Beijing y en docenas de otras ciudades chinas.
Aquel movimiento, liderado por estudiantes universitarios, acabó en una sangrienta represión militar en la que murieron cientos, si no miles, de manifestantes y dio paso a otro periodo de conformismo ideológico.
El Partido Comunista, que bajo el mandato de Xi ha incrementado drásticamente su poder de vigilancia, ha vuelto a la ofensiva contra un líder recientemente fallecido, restringiendo y dando forma a los homenajes en Internet y en la vida real.
En las redes sociales, los censores han eliminado vídeos y publicaciones que mostraban las inclinaciones reformistas de Li o cualquier otra cualidad que pudiera dar lugar a comparaciones desfavorables con Xi.
Weibo, un popular sitio de microblogging, bloqueó las búsquedas de «Sadly, It’s Not You» (tristemente no eres tú), una canción de amor de la cantante malasia Fish Leong. En los últimos años, cada vez que moría un líder mundial, algunos usuarios chinos utilizaban la canción de ruptura para expresar un sentimiento similar.
En el exterior de la residencia de la infancia de Li en Hefei, la capital provincial de Anhui, en el este de China, filas de trabajadores del gobierno vigilaban a la multitud que guardaba luto, instando a la gente a no demorarse y examinando las tarjetas adjuntas a sus ramos, según publicaciones de testigos presenciales y fotos en las redes sociales.
Las autoridades locales también vigilaban y mantenían su presencia en otros importantes lugares de luto, como la casa ancestral de Li en una remota aldea de Anhui, y una céntrica plaza de Zhengzhou, la capital provincial de Henan, en el centro de China, donde Li ocupó un alto cargo hace dos décadas.
En otras ciudades, los ramos de flores y las notas han aparecido esporádicamente en campus universitarios, plazas públicas y parques frente al mar, pero algunos han sido retirados, según se ha publicado en las redes sociales.
Los restos de Li serán incinerados en Beijing este jueves, y las banderas ondearán a media asta en todo el país, informó este martes la agencia oficial de noticias Xinhua. Xinhua dijo que Li fue «ensalzado como un excelente miembro del PCC, un soldado comunista leal y probado en el tiempo y un destacado revolucionario proletario, estadista y líder del Partido y del Estado».
Zhang, el experto en Francia, dijo que las autoridades chinas serían prudentes a la hora de manejar el sentimiento público y evitar acciones que pudieran avivar la ira. Aunque es poco probable que el luto por Li desencadene un movimiento de protesta masivo en este momento, podría no obstante convertirse en uno de los muchos episodios que allanen el camino para uno en el futuro.
«Tras este breve desahogo de descontento, la frustración pública seguirá creciendo», dijo Zhang. «La muerte de Li ha echado por tierra toda esperanza de una posible alternativa, y la sensación de desesperación no hará sino acumularse y añadir más incertidumbre de cara al futuro».