Vivimos tiempos confusos: ahora resulta que Mbappé es malo. Durante los últimos días he leído y escuchado tanta unanimidad al respecto que no he tenido más remedio que llevar la contraria, a mi manera. En una de mis clásicas discusiones imaginarias, mi cerebro me dictó una frase de fragancia lapidaria. Ahora la suelto a la mínima ocasión, cada vez que alguien habla de Mbappé, y aunque nadie me haya invitado a la conversación ajena. Mi frase estrella tiene una estructura bastante simple y si lo piensas en realidad no estoy diciendo nada, pero a la vez parece que sé de lo que estoy hablando, así que es perfecta. Aprovecho cualquier silencio para decir «si el problema del Madrid es Mbappé, el Madrid no tiene ningún problema», y cuando alguien asimila lo que acaba de escuchar y quiere contestar, resulta que no estoy, que me he esfumado. Cuando quieren que dé la cara y asuma las consecuencias de mi frase, yo ya me he dado la vuelta.
Realmente no sé si Mbappé terminará siendo la solución o de veras es un problema, y ni siquiera he pensado más de un minuto en ello, pero pienso aferrarme a esta frase hasta el final de su carrera. Esto ocurre en el fútbol con frecuencia. Sin meditarlo mucho, sin analizarlo lo más mínimo, te posicionas respecto a un futbolista por algún motivo trivial que sin embargo pesa. Puede que su nombre suene bien, puede que te lo hayas encontrado marcando un golazo en un resumen cualquiera o puede que te recuerde a un amigo del colegio. También puede que te vieras forzado a decir algo en algún momento y dijeras lo primero que te vino a la cabeza. Puede que suceda como ahora conmigo con Mbappé, que se te ocurra una frase con gracia y consideres que desperdiciarla sería una pena.
La verdad eterna
Así que todo el mundo tranquilo con este tema. Que no se emocione el antimadridismo más de la cuenta, y que no sufra el madridismo por esta decepcionante puesta en escena. Que nadie se venga arriba ni queme camisetas, porque «si el problema del Madrid es Mbappé, el Madrid no tiene ningún problema».
Joder, es que encaja perfecta.
Esta frase me acerca además a una de mis viejas aspiraciones: comunicarme únicamente a base de emojis, de frases hechas, de memes, de tuits y de columnas que haya escrito antes. Todo lo demás produce bastante pereza. En el fútbol, por lo general, no ganas nada al tratar de razonar, de argumentar y de explicarte, sobre todo si te da igual convencer a alguien. Esto se ve muy bien con los empates, porque dejan abierto el paisaje. Los empates se explican con tópicos, facturas y prejuicios. Tu equipo empata y sabes perfectamente qué va a decir cada uno de tus amigos.
Por eso, desde el empate de mi equipo el miércoles, ando algo huidizo con el tema. Por suerte, vuelve a jugar el domingo y por suerte pasó lo del Madrid, unas horas después en Liverpool, y eso ha ayudado a desviar la cháchara. Encima ahí aparezco yo para decir, con aire grave y mirando al horizonte, como un experto catedralicio, como un viejo y sabio profesor de cultura clásica, como quien recita los mejores versos de un poema que esconde la verdad eterna, que «si el problema del Madrid es Mbappé, el Madrid no tiene ningún problema».