Esta semana se nos ha comunicado que la Superliga ya no existe. De momento, como la marca que debía representar una nueva competición de fútbol reservada a los grandes clubes de Europa para dar al aficionado lo que necesitaba. Por dos motivos, el primero es que sus promotores no podían usar ese distintivo por un conflicto con la liga danesa y, segundo, porque ahora ha sido rebautizada como Liga Unify. Que nos guste más o menos es subjetivo -a mí no me dice nada-, pero lo que hay detrás de este cambio reubica el foco del debate sobre el futuro del fútbol europeo en otro plano. Y ahí ya hay más puntos en común entre un servidor y A22, Real Madrid y FC Barcelona.
En su escrito a Fifa y Uefa, la agencia ya no pone el foco en que el aficionado quiere ver más partidos de nivel entre los buques insignia del Viejo Continente, sino que resitúa la discrepancia de visiones ahí donde la Comisión Europea le ha abierto un resquicio, donde la ECA lo ha ido poniendo con más o menos vehemencia desde 2018 y donde Ferran Soriano ya advertía que estaba el problema en 2009. Y esto es, quién tiene la llave de la caja y del centro de mando operativo.
Control total
Es decir, que A22 ya no pide un formato que garantice con plazas fijas una mayor recurrencia a los grandes duelos internacionales para retener a los más jóvenes, sino un modelo que traslade a la pirámide de competiciones supranacionales lo que ya funciona en las ligas nacionales: los clubes son los que deben gestionar las competiciones en las que participan. No desde un punto de vista estratégico, como la supervisión de los grandes contratos de televisivos o de patrocinio, que es lo que sucede ahora, sino de la A la Z y en el día a día. Como sucede con la Euroliga.
Uefa tiene ahora que decidir: si bloquear la propuesta de nuevas competiciones al margen de las suyas y que se perpetúe el mensaje de monopolio blindado, o atreverse a darle vía libre y ver qué ecosistema recibe más apoyos. Un arma de doble filo, cierto, ya que esa votación de los clubes podría transformar por completo el paisaje o cerrar definitivamente la vía de la Superliga. Cuestión de medir fuerzas y apoyos de cada bloque.
Y aquí viene lo interesante. Si se eliminan las plazas fijas y todo parte de la meritocracia, ¿qué podría frenar a los gigantes de la Premier League a apoyar la iniciativa? Porque, con más o menos apoyo, la viabilidad de cualquier alternativa a la Champions League dependerá de tener a los clubes ingleses y alemanes. Si no, el fútbol universal, gratuito y con publicidad hoy plantea dudas sobre si puede dar más que la televisión de pago en el corto plazo. Porque, y es así, aquí pocos miran más allá de cinco años vista.
El ‘soccer’ femenino carbura
El fútbol femenino ha acelerado en los últimos años, pero las velocidades son muy distintas. En Europa claramente son algunos clubes los que lideran la inversión y tiran del crecimiento, pero en Estados Unidos es el conjunto el que crece. Y a qué nivel. La NWSL está negociando la expansión de la liga de soccer del país, y el fee de entrada que deberán pagar los inversores por tener una plaza fija ha superado por primera vez los 100 millones de dólares.
Por ponerlo en contexto, esta cifra supera con creces a lo que se puede estar pagando por un club de LaLiga Hypermotion con muchas opciones de ascender a LaLiga EA Sports. Y multiplica por cinco la facturación del Barça Femenino, que a día de hoy es el equipo de la modalidad que más factura en el Viejo Continente. Dos datos que demuestran el gran temor de algunos, y es que con el futfem pueda acabar pasando lo mismo que con el baloncesto, con una NBA dominante que absorbe el mejor talento mundial y relega a Europa a un segundo nivel. ¿La solución? O una mayor inversión decidida -difícil para quienes van al límite con el masculino- o replantear la pirámide competitiva.