Lo importante para Rodri Hernández, el segundo Balón de Oro masculino nacido en España de la historia, es el fútbol. Lo segundo más importante es el fútbol. En ese orden de prioridades se cuela, como pegamento fundamental, su familia y su pareja, Laura, a la que llamaba después de cada partido, la primera a la que dedicó el premio. Era innegociable, independientemente del resultado.
Su triunfo es el de un jugador normal, que lejos de lo que pueda parecer es una definición que rompe los estándares. Los que marca una estrella concebida para serlo, como Vinicius, el gran decepcionado de la noche en París a la que no compareció el Real Madrid y en la que España se consagró como la cima del mundo, con el Balón de Oro femenino para Aitana Bonmatí, con Salma Paralluelo como Balón de Bronce. Desde el gallego Luis Suárez en 1960 no ganaba un español este galardón.
Solo tres de los diez reconocimientos no estuvieron vinculados con el fútbol español. Lamine Yamal conquistó el Trofeo Kopa, el FC Barcelona ganó el premio al mejor club de fútbol femenino y toda la plantilla subió a recoger el galardón. Jennifer Hermoso recibió emocionada el Trofeo Sócrates por su papel en la lucha por los derechos de las mujeres.
El protagonismo colectivo frente al vacío inmenso del Real Madrid, cuando fue condecorado como el mejor club de fútbol masculino. Ni un solo representante rompió la disciplina de club que consideró un agravio orquestado por la UEFA, que por primera vez participaba en la organización del Balón de Oro.
Carlo Ancelotti, ausente en el Trofeo Johan Cruyff al mejor entrenador. Kylian Mbappé tampoco compareció para recoger el Trofeo Gerd Müller que compartió con Kane. O Vinicius o nadie, fue la consigna frente a lo que consideraron como un desprestigio.
La felicitación colectiva
George Weah, Balón de Oro 1995, fue el encargado de presentar el reconocimiento para Rodri, al que la realización apuntó antes de ganarlo. La organización quiso explicar el criterio de elección que dará para discusión en los próximos días. Desde el público se gritó «Vinicius» en varias ocasiones, pero el nombre que sonó fue el de Rodrigo Hernández, quien subió en muletas al podio.
Lo primero que hizo fue una extensa lista de agradecimientos, desde Laura, su compañera fiel, hasta su familia, pasando por todos los compañeros que le han acompañado en este sueño. Los del Manchester City y los de la selección, «porque esto es un deporte colectivo, de ahí que este premio es difícil de explicar sin vosotros».
Rodri se acordó de los que no estaban: «De Carvajal, que ha sufrido la misma lesión que yo y merecería estar aquí igual que yo. Y a uno que estará aquí dentro de no mucho a Lamine. Hoy no es una victoria mía, es del fútbol español, tantos jugadores que no lo han ganado y lo han merecido, como Iniesta, Xavi, Iker, Busi, como tantos, es para el fútbol español y para la figura del mediocentro«. El español aseguró que muchos amigos le habían escrito diciendo que «el fútbol ha ganado».
Terminó su discuso con una anécdota: «Recuerdo un día que dije ‘Basta’, recuerdo llamar a mi padre llorando con a sensación de que todo había acabado, que había invertido toda mi vida para conseguirlo y parecía que el sueño se me desvanecía y él me dijo'»Si hemos llegado aquí no vamos a tirar la toalla’ y desde ese día cambió mi mentalidad. Un chico normal con valores, que estudia, que intenta hacer las cosas bien y no se fija en los estereotipos de fuera del fútbol puede llegar alto, gracias a todos».
Rodri es la victoria del fútbol español, de la selección, con la que fue MVP en la Eurocopa, y también del Manchester City, pero sobre todo de Pep Guardiola. Su mentor y el gran responsable de que se haya convertido en el pivote más diferencial del mundo. Una posición desde la que hace girar al resto de sus compañeros y es decisivo, como en la final de la Champions 2023. El mérito que ha sido recompensado en diferido, algo que los que esperaban el galardón para Vinicius no han entendido. Como tampoco que, incluso en muletas, Rodri es indispensable para el fútbol.
El madrileño es un jugador de pantalón por dentro, pero al que también le queda bien el traje. La misma dualidad que muestra en el campo, donde distribuye, contiene y expande su espíritu. Tuvo que marcharse a la Premier para despegar tras el Villarreal y el Atlético, pero nunca se ha desconectado de España. Es el patriota que formó como central en Qatar y defendió a Luis Enrique tras el fracaso del Mundial. Fue el primero en acompasar el relevo para Luis de la Fuente, quien lo convirtió en insustituible en la medular que hace soñar con un dominio generacional.
Lo mejor de Rodri es que siempre ha entendido su momento. «Yo era un don nadie, ni siquiera tenía coche cuando estaba en el Villarreal. No podía pagar un taxi todos los días, así que iba en bicicleta. Finalmente, me saqué el carné y le dije a mi padre: ‘Tengo 3.000 euros para comprarme un coche’. Y algo fue capaz de encontrarme», confesaba el Balón de Oro en una clarividente carta escrita de su puño y letra en Coaches’ Voice. Aquel primer vehículo fue un Opel Corsa. Juntos fueron sumando kilómetros, en el campo y en la calle. En ambas realidades actúa como si nadie le estuviera grabando.
Sin redes sociales
Rodri no tiene redes sociales. «Yo busco otras cosas, para mí lo importante es otra cosa, el fútbol. Es a lo que me dedico, a trasladar eso a mi país, España», defendió en la previa. Si tiene que abrirlas, lo hará, porque no es militante de una causa ciega. Sabe adaptarse, pero respeta sus valores por encima de todo. La coherencia le ha permitido salir adelante en las tormentas como la que desató la rotura del ligamento cruzado. Las consecuencias de la sobrecarga que Rodri denunció antes que nadie. Fue el primero en poner sobre la mesa la huelga como recurso. No podía ser de otra manera en un trabajador del fútbol que enarbola el sentido del compañerismo.
Siempre ha tenido un plan B. Por eso se matriculó en Administración y Dirección de Empresas. «Aunque todo respeto a los libros de Economía y Contabilidad, solo hay una cosa capaz de tocar el corazón del modo que lo hace: el fútbol», asegura un jugador para el que el dinero ha sido un instrumento y no un fin. Por eso no sintió el vértigo de que el Manchester City pagase 70 millones por el mejor mediocentro, una posición crítica y de extrema responsabilidad.
El Balón de Oro más esperado por el fútbol español y, a la vez, más inesperado, que recompensa el talento, pero sobre todo la normalidad. Una virtud desnaturalizada por los focos que apuntaron, pero no deslumbraron a Rodri en París. Una ciudad soñada por Vinicius en la que el niño de la urbanización de Villafranca del Castillo se despertó con el don de la inmortalidad que otorga un galardón que premia a los mejores. Y Rodri sin duda lo es.