Dos Grand Slams, Roland Garros y Wimbledon, y una plata olímpica en la que para muchos es la mejor final olímpica de todos los tiempos. Argumentos más que suficientes para afirmar que Carlos Alcaraz protagonizó un 2024 histórico, a la altura de muy pocos (en España solo comparable a los años de Nadal). Y sin embargo, sin entrar en contradicción, se puede afirmar que pudo haber sido mucho más.
Porque es cierto que Alcaraz realizó un tramo de temporada excelso entre junio y agosto. Tres meses de matrícula de honor en los que ganó en la tierra parisina y en la hierba londinense, con el reto que eso supone, y en los que solo un Novak Djokovic que parecía predestinado se interpuso en su camino hacia el oro olímpico.
Pero el resto del año, el murciano ha mostrado su otra cara, la de la inconsistencia que, por otro lado, debería ser lo normal en alguien de apenas 21 años. A los dos grandes títulos solo ha sumado otros dos, el Masters 1.000 de Indian Wells en marzo y el ATP 500 de Pekín de octubre, con un total de 54 victorias y 13 derrotas. Entre ellas, alguna muy sonada, como el batacazo en la segunda ronda del US Open.
“Venía de hacer un verano espectacular en Roland Garros y Wimbledon. Salí de esos torneos diciendo que mentalmente había dado un paso al frente. Me había dado cuenta de que para ganar grandes cosas, para ganar títulos de Grand Slam, había que estar duro de cabeza”, añadió el español. “Y vengo a esta gira y he dado pasos hacia atrás, como que mentalmente no estoy bien, no estoy fuerte. Ante los problemas no sé controlarme y no sé cómo gestionarlo”, reconoció entonces el murciano.
Lejos de Sinner en el ránking
Se le hizo largo el año a Alcaraz, que por momentos no disfrutó del tenis. Y cuando no sonríe, lo nota, haciéndole más vulnerable. Y convirtiéndole, por momentos, una montaña rusa. A picos muy altos, y otros muy bajos. Altibajos en los partidos, y durante los torneos. Una irregularidad que le ha llevado a quedarse muy lejos de Jannik Sinner, su rival generacional, en la lucha por el número uno.
El italiano ha explotado este 2024, ganando los otros dos Grand Slams del año (Australia y US Open). Y conquistando también tres Masters 1.000 y la Copa de Maestros, que le llevaron a alcanzar los 11.830 puntos, casi 5.000 más que los del murciano. Ambos son la noche y el día, y ambos están llamados a convivir y repartirse el mando en el mundo del tenis la próxima década.
«Esos altibajos en los partidos, por ejemplo, él sabe que los tiene que mejorar, porque es algo mental y no tenístico. En tenis tiene un nivel altísimo, en cuanto madure un poco en el compromiso de mejora mental creo que subirá un peldaño. Cada temporada buscamos que mejore en ese aspecto, así que veremos qué tal va en 2025», comentaba su entrenador, Juan Carlos Ferrero, recientemente, sobre un 2024 que consideran «impresionante» pero que aún deja en el horizonte detalles por pulir.
Objetivo Australia
Porque mientras que Sinner destaca por su robótica capacidad para estar ahí, sean cuales sean las circunstancias, el murciano es talento e improvisación, para lo bueno y para lo malo. Más atrayente para el público, quizás, pero también más inconsistente. Eso sí, el único que le ha batido en varias ocasiones, hasta en tres este año.
Así las cosas, ambos se asoman al 2025 como los dos grandes colosos a derribar, con permiso de Djokovic. Y Alcaraz lo hace con un objetivo muy cercano, al aspirar a lograr en apenas un mes el único Grand Slam que todavía no ha ganado: el Open de Australia, donde el año pasado cayó en cuartos de final ante Alexander Zverev.
«Es el único grande que me falta, así que voy a ir a por él. Ojalá que lo consiga en 2025. Es un objetivo enorme y muy importante para mí, aunque siempre es complicado acercarte a un Grand Slam, hay muchos grandes jugadores que trabajan y se preparan para lograrlo. Por mi parte, tengo que plantearme grandes objetivos, así que espero lograrlo en 2025», reconoció el propio Alcaraz hace unos días.