El Real Madrid aterrizó en Francia para medirse a un equipo joven y descarado, uno de esos rivales efervescentes que lo fían todo a acertar en alguna jugada rápida para crecerse e incomodar a los blancos antes de que los de Ancelotti saquen el mazo. El Lille es uno de esos adversarios con más acné que oficio plagado de jugadores que zanganean el área como su ariete, el canadiense Jonathan David o el extremo alemán de nacionalidad kosovar Edon Zhegrova.
Los dos encendieron las gradas con varias llegadas que no se concretaron en el inicio, mientras Chevalier salvaba dos goles cantados, uno con una parada a un alicaído disparo de Vinicius y otro en una estampida de un Endrick que suple su falta de elegancia con un vigor incontenible. El brasileño se generó una ocasión en la que hizo todo bien, menos localizar el disparo en la red cuando lo tenía hecho.
Indolencia castigada por el VAR
El paso de los minutos diluyó el burbujeo local y acrecentó la indolencia del Madrid. En el minuto 25 Lunin justificó su titularidad con una doble parada a David que hizo saltar las alarmas madridistas. Con Modric en el banquillo, Bellingham estuvo desaparecido en la elaboración, por más que Carletto le parapetase con el mediocampo blanco más robusto del curso junto a Valverde, Tchouameni y Camavinga. Los bostezos madridistas enfadaron a Ancelotti, que llamó la atención a los suyos en varios ocasiones.
Si Jude estaba desaparecido, Vinicius ni compareció. Las ganas de Endrick eran lo único rescatable, mientras los franceses seguían merodeando el área. Y en el minuto 44 una falta lanzada por Zhegrova tropezó en la mano de Camavinga en su camino a portería. Circunstancia que advirtió el VAR. David marcó con enorme solvencia desde los once metros para hacer justicia castigando la haraganería del Real Madrid.
Subieron dos marchas los blancos tras el descanso y tocó el sistema nervioso del equipo Ancelotti incorporando a Mbappé, Modric y Fran García. El francés, como referente ofensivo, y el croata siendo una vez más el generador de juego. Sin embargo, tener más balón no se tradujo en tener más ocasiones. El Lille seguía salvando la desordenada apretura con una paciencia encomiable. Los de Bruno Genesio se desplegaban con orden en defensa y en ataque. Y Carletto seguía buscando fútbol en su banquillo, de donde salió Arda Guler. A falta de clarividencia, Ancelotti fue amontonando talento en el campo esperando un chispazo puntual que equilibrase la balanza.
Alergia a remangarse
Sin actitud el técnico italiano lo fiaba todo a la aptitud. Media hora por delante tenían para evitar un naufragio estrepitoso, más por la forma que por la trascendencia en esta nueva Champions que no termina de convencer a nadie. La solidaridad local desconectaba a las estrellas madridistas, cuyas caras de desasosiego contrastaban con los gestos de ánimo de los jugadores locales. Chevalier no tuvo que hacer ni una parada en la primera media hora de la segunda parte ante un Madrid cargado de prisas y ansiedad. Una entrada impotente de Bellingham fue lo más destacado del inglés en la segunda mitad, Vinicius se marchó sumido en la más absoluta intrascendencia, y Mbappé ni siquiera remató a puerta.
La derrota no afecta clasificatoriamente al Real Madrid, pero anímicamente retrata a un equipo que parece empachado de fútbol. Un equipo diseñado para jugar grandes partidos en grandes estadios y ante grandes rivales al que incomoda remangarse para solucionar duelos incómodos corriendo detrás de la pelota, como el que le propuso este Lille bien construido. Empachado de caviar y champagne al Madrid parece darle pereza comerse un buen filete con una cerveza. Terminó el Madrid asediando al Lille, aferrado al tremendismo y a la épica ante un rival en el que su portero, Chevalier, salvó varios goles cantados. Pero la purpurina madridista no brilló ante el entusiasmo francés y Ancelotti se marchó muy enfadado.