Se hace raro no ver a Nandu Jubany (Monistrol de Calders, 1971) con el delantal. Es más, se hace aún más inusual verlo enfundado en un mono de carreras. Alterna sus dos uniformes desde hace años, pero estas últimas semanas, antes de embarcarse en una nueva aventura con su segundo Dakar, se ha intensificado. Esta vez irá en coche, pero la aventura no por ello será menor.
¿Cómo están siendo estas semanas previas?
Es muy diferente a cuando fui en moto. No siento lo mismo. Sé que estoy preparado para ir. Lo que voy a hacer, lo sé hacer y lo que pretendo, también si no me pongo nervioso.
¿Por qué el Dakar?
Hay un gusanillo, algo que hace que te enganches. Cuando fui dije que no volvería. Ahora doy la excusas y matizo que decía que no volvería en moto [ríe]. Pensaba que no volvería, de verdad. Veía lo del coche muy lejos. Vale mucho dinero, es un presupuesto que pensé que nunca lo tendría. Con coche no tiene nada que ver con la moto.
La diferencia es importante, por lo que atañe también a la seguridad.
El Dakar en moto es un sueño, pero también una temeridad. Con coche lo es mucho menos.
¿En qué momento decide que toca volver al Dakar?
Es que es mi hobby. Cuando no trabajo voy en moto, en bici o con coches. Nunca he dejado de ir en moto. El problema que veo es que yo ahora haré 54 años el día 19 de enero. Cada vez veo más claro que la tengo que ir dejando. Pero necesito un hobby que me haga olvidar los problemas que tengo en el trabajo día a día. Y creo que lo hemos encontrado con el coche. Me lo pasó muy bien con otro tipo de riesgo. Siempre hay, pero es totalmente distinto. En la moto, el parachoques eres tú. Estoy muy feliz.
¿Está cumpliendo un sueño?
Cuando no voy vestido de chef,voy con el mono de la moto. Es mi vida desde siempre. Yo quería ser piloto, pero no se pudo. Me jodí una rodilla cuando era muy pequeño y me dediqué a la cocina. Y no me ha ido mal [ríe]. Los coches se me dan bien, también la velocidad. Cuando en una cosa tienes pasión y te hace ilusión, te lo pasa bien porque dominas un poco el medio. La gente tiene la imagen de mí de que soy un cocinero y se preguntan: ¿ahora éste hará el Dakar? Es la percepción de la gente que no me conoce, pero mi entorno sabe que siempre estoy con esas cosas de motos. Mi pasión siempre ha sido la gasolina.
Tu familia siempre te ha visto en este mundo, pero el Dakar es distinto. ¿Cómo lo llevan?
Mi mujer está un poco cansada y me dice: «Pensaba que no lo harías otra vez» [ríe]. Ya sabe lo que supone: entrenarme, tener poco tiempo para ella, el mundo de los sponsors, entrevistas y actos… El tiempo has de usarlo para lo que te apetece si puedes. Ha llegado un momento en que me lo puedo permitir. Tengo un equipo detrás muy bueno y que tira del carro. Y que el Dakar sea en enero me va muy bien, porque es justo cuando siempre hago vacaciones. Del 1 al 20 de enero. Normalmente, me veo el Dakar por la tele estirado en una hamaca, descansando, este año lo viviré un poco distinto. Hay gente que en sus vacaciones va a otros sitios, yo me voy a hacer el Dakar.
¿Hay un punto de miedo? Tanto suyo o de su entorno.
Me da miedo tener un accidente y hacerme daño yo o sobre todo al Marc. Él va atado en coche y está a expensas de mí. Eso es lo que me da más miedo. Por lo demás, no tengo miedo, pero sí respeto. Cada año pasan cosas y en el Dakar se corre mucho. Pero soy consciente que no es lo mismo que en moto. Mi familia también está más tranquila porque no voy en moto. Además, voy en un coche grande, un buggy. Tenemos que ir con cuidado, hacer las cosas como sabemos y todo irá bien y nos lo pasaremos de puta madre.
Sonríe cuando piensa en la carrera. Habrá momentos de todos, ¿también para sonreír en medio de desierto?
Hay momentos donde te los pasa bien, otras muy bien y otras que no tanto. También se sufre. Pero tengo clarísimo que más allá de la carrera voy a pasármelo bien. Es mi divertimento y todo lo que haga está bien.
¿Se pone presión a nivel deportivo? ¿Se ha marcado un objetivo?
Soy muy competitivo en todo lo que hago. Si juego con mis hijos a las cartas, quiero ganar. Si corremos en bici, quiero ganar. Lo soy hasta demasiado porque no debería serlo. Nunca tengo suficiente con hacerlo bien, tengo que hacerlo muy bien. Ese es el peligro. Que no quiera correr demasiado y hagamos la croqueta como un general. Es una carrera donde tenemos que intentar no hacer ninguna croqueta [ríe]. ¡Si no hacemos ninguna, lo habremos hecho bien! El coche va muy bien, el Marc Solá [su copiloto] va muy bien, yo voy a un buen ritmo. Si no tenemos ningún susto lo haremos muy bien.
¿Cómo ha preparado la carrera?
Como tal, no lo he hecho. Casi no me lo he mirado. Soy de los que pienso que todos haremos la misma carrera. Ya me lo encontraré. Tampoco tengo mucho tiempo. Sé que la primera semana está complicada, con las 48 h y la etapa maratón. Lo que quiere hacer la organización, supongo, es echar a la mitad, así la gestión es más corta [ríe]. Tenemos que intentar no ser los que se van en el inicio. Tengo claro que debo terminar porque si no lo haces es un desastre. Si termino lo habremos hecho bien y tengo que mirar de no cagarla. Vigilaré pero correré. ¡Si no, no me lo pasó bien! No tengo suficiente con participar. Yo tengo que ir y hacerlo bien. De los cocineros ganaré.
Son unas fechas de mucho trabajo en la cocina. ¿Le afectará?
Será de los que llegué más cansado. El día 31 de diciembre haré unos 2.500/2.800 menús para llevar. Me tomaré las uvas en el avión, me las tendré que llevar allí porque llegaré el 1 por la mañana justo para hacer las comprobaciones técnicas. Mi vida es esta, no tengo ninguna excusa. Siempre estoy cansado, pero dicen que los cansados son los que hacen el trabajo.