Tirado en el suelo celebrando un último punto, una última victoria y un último triunfo. Así nos gustaría a todos haber visto a Rafa Nadal despedirse del tenis y así se merecía una figura como la suya haber puesto punto y final a la carrera más imponente del deporte español.
Pero la realidad, como en la vida misma, pocas veces da lugar a la justicia. Nadal se despidió probablemente de la forma más amarga que Málaga y el mundo se podían imaginar desde que el de Manacor anunció el pasado 10 de octubre su retirada tras la disputa de la Copa Davis.
A las primeras de cambio, cediendo su punto de la eliminatoria y acabando su carrera con el sufrimiento desde el banquillo. No fue el final seguramente deseado ni el homenaje más preciado que podría haber tenido.
La organización tenía preparado un acto escueto, pero emotivo, como así lo quiso el propio Rafa. Palabras de agradecimiento hacía todo el mundo y una despedida final superada la media noche en un Martín Carpena que se resignaba a abandonar sus sitios y a su gran ídolo de las últimas décadas.
Del llanto a la resignación
En un día de fuertes emociones, la noticia saltó por la mañana cuando se filtró su participación en el primer partido de la eliminatoria. Málaga y el mundo estallaron de alegría al saber que se esfumaba la posibilidad de no poder ver una última vez a Nadal en acción. Su preparación y sus palabras daban lugar a la esperanza, pero la realidad fue bien distinta.
Tras las lágrimas y la emoción en la ceremonia previa, Nadal no pudo reflejar en la pista todo lo que sentía y la inactividad de tantos meses le pasó factura. Él mismo asumió no haber llegado al nivel que pensaba poder llegar y dejó bien claro que no iba a exigirse más de lo que ya había hecho en toda su carrera. Lo intentó como siempre al máximo, pero no pudo ser.
Veloz se marchó al banquillo español tras atender por última vez en su carrera a la prensa para poder apoyar a Carlos Alcaraz, que le brindo la última gran alegría de su carrera. No había punto del murciano que no fuera celebrado como si de su partido se tratará por parte de un Nadal que celebró exultante el empate de la eliminatoria.
De la alegría al sufrimiento
No se separó un segundo de sus compatriotas a los que les quedaba la definición de la eliminatoria en sus manos. Alcaraz repetía turno junto a Marcel Granollers, en el que sin saberlo, iba a ser su último partido. Se quedó en el interior de los vestuarios los primeros juegos del encuentro, pero los nervios le comían por dentro y decidió salir de nuevo al banquillo.
Esta vez, sentado en la esquina más próxima al túnel de vestuarios junto a Carlos Moyá y delante mismo del palco en el que estaba toda su familia. Allí vivió sus últimas horas como tenista profesional. Eso sí, más en pie que sentado. No había punto que no le levantará de su butaca.
Trató de animar todo lo que pudo a sus compatriotas e incluso al final del segundo set se acercó en repetidas ocasiones a David Ferrer para intentar encontrar la fórmula a la solidez de la pareja neerlandesa. Algo tramaba con el servicio de su verdugo, Botic Van de Zandschulp, pero no surtió efecto. El segundo ‘tie break’ del partido también cayó del lado de la pareja de Países Bajos, que con el ganador de Koolhof en el último punto bajaron el telón a la participación del equipo español y a la carrera de Rafa Nadal.
El último adiós
Sus miradas se centraron rápidamente en él, pero lejos de querer ser el protagonista, trato de animar y consolar a Carlos y Marcel. La organización anunciaba su homenaje y la grada empezaba a grito unánime a corear su nombre.
Un discurso claro, conciso y de muchos agradecimientos. Sin querer descuidarse a nadie. A su familia, por encima de todo, los amigos, compañeros, rivales, equipo e incluso a los medios de comunicación, para los que tuvo unas bonitas palabras. Intentó no emocionarse de nuevo, pero las palabras de David Ferrer enfrente suyo acabaron por derrumbarle.
Mientras tanto, los integrantes del equipo español no podían reprimir las lágrimas y tanto Alcaraz, como Marcel y también Pedro Martínez miraban desconsolados como su gran ídolo, amigo y referente se despedía por última vez de su amado deporte.
Un último adiós antes de enfilar por última vez la salida de una pista de tenis.