No hay consuelo en Mánchester, ciudad patrimonio del fútbol. Ni en el sector ‘blue’, ni mucho menos en el ‘red’. El City de Pep Guardiola ha gripado y el periclitado United está llagado como nunca. Tal es el derrumbamiento en Old Trafford -hoy el teatro de las pesadillas- que al técnico portugués Rúben Amorim, recién llegado, ya le interpelan sobre el descenso. Por majareta que parezca, no es descabellado. Solo seis equipos circulan peor que los ‘reds’ en la Premier y pocos, muy pocos, juegan peor. Las cinco derrotas de este mes son su peor registro desde 1962. El City, a la baja, le saca nueve puntos.
La llegada de Guardiola a Inglaterra en 2016 acentuó el cambio de agujas que ya se presagiaba en la futbolera Mánchester. La primacía del club que consagraron Matt Busby, Bobby Charlton y Alex Ferguson, entre otros muchos, era abrumadora. Pero la abstinencia en la última década ha resultado ulcerosa para quien era, junto al hoy vivificante Liverpool, la bandera del fútbol inglés.
Nomadismo hacia ninguna parte
El United ganó su último título liguero en 2013. Desde entonces, el City ha brindado por siete, seis con el preparador catalán. Antes de 2012, los ‘citizens’ habían descorchado dos, y en el Pleistoceno (1937 y 1968). El de Santpedor ha visto transitar a siete entrenadores por la Siberia futbolística de Old Trafford (Mourinho, Solskjaer, Carrick, Rangnick, Ten Hag, Van Nistelrooy y Amorim, si bien el tercero y el sexto fueron etiquetados como interinos). Un nomadismo hacia ninguna parte.
Con Guardiola no solo se acabaron las cenizas del City, sino que a los títulos se añadió un sello de distinción. Un equipo de autor, con innovaciones constantes, falsamente moroso con la pelota y siempre con la vista al frente. Un equipo cosmético. Un City por primera vez entre la realeza del fútbol mundial. Los críticos, un pelotón corrosivo que no le perdona una, se apresuraban a recusar los trofeos y su versallesco fútbol. Cuestión de pasta, de mucha pasta, sin más. Como si los fichajes del Madrid, el PSG y otros fueran calderilla.
Reto fascinante
Del excitante y facundo City se ha pasado a un equipo con un fallo multiorgánico. Quizá la suela desgastada del espinazo –De Bruyne, Bernardo Silva, Walker- y, sobremanera, la baja de Rodri, quien daba rima a todos. Por el camino, Foden, proclamado el mejor de la Premier el pasado curso tras un reciclaje de su técnico -de extremo a volante-, ha pegado un bajón considerable, Grealish no ha anotado en todo 2024 y los nuevos extremos (Doku y Savinho) no han despegado. Con estos rasgos debe tocar otras teclas el preparador catalán. De momento, ha sabido perder, ha asumido sin titubeos toda la responsabilidad y se ha dado carrete con una renovación en el peor momento de su célebre carrera. Guardiola como ejemplo también en tiempos de crisis. Una decisión bizarra y un reto fascinante a estas alturas.
En el confuso United, Amorim lamenta tener una plantilla acorde con las ideas de su predecesor, el holandés Ten Hag. No advierte un equipo flexible que se acomode a su libreto. Un galimatías para una institución en la que no han faltado estrépitos intramuros con algunos futbolistas. Un United en el que Casemiro no es ni pariente lejano del Casemiro blanco. Como no lo fue Varane en su atribulado paso por Mánchester. Rashford está castigado, Antony se ha frenado, Maguire es Maguire y pocos no tiritan con el portero Onana. Un conjunto a granel, babélico, de gatillazo en gatillazo.
En el Mánchester rojo no saben a qué atenerse. En el Mánchester azul no dudan por ahora: Guardiola se lo ha ganado con creces.
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