Con más sufrimiento de lo esperado, el Atlético de Madrid solventó su eliminatoria ante el Cacereño y accedió a los diecisiesavos de final de la Copa del Rey tras remontar en los últimos diez minutos con dos goles de Lenglet y De Paul. Sufrió de lo lindo el equipo de Simeone, que tuvo que recurrir a la unidad A para sacar adelante una eliminatoria que se le puso muy complicada con el gol en la primera mitad de Merencio , pero se salió con la suya y aumentó hasta ocho la racha de victorias consecutivas para seguir vivo en la competición del KO.
Como viene siendo la línea habitual de los últimos partidos, el Atlético se plantó en Cáceres a no especular, a buscar al rival y a ganar por la vía rápida. Bien es cierto que el rival, esta vez, era muy inferior, hasta tres divisiones de diferencia, pero también que ha habido otras que ni por esas. Recuperando a Le Normand, que , y tirando de una unidad B de muchos quilates, al menos en cuanto a nombre se refiere
Campeones del mundo como De Paul, Koke, Sorloth, Lino, Riquelme… Una lista que debería servir de sobra Con Correa, de nuevo, asumiendo galones. Bajando a recibir, lanzando ataques, y distribuyendo para que sus compañeros, al igual que hicieron en Vic en la primera ronda, mandaran al traste su trabajo con definiciones más propias de la categoría en la que juega el Cacereño que de la Champions.
Lo hizo con Riquelme, lo hizo con Sorloth y lo hizo mediada la primera parte dejando solo delante de Diego a un Samu Lino que, escaso de finura, disparo a trallón, que dirían en el cole, y al bulto, A estas alturas, hay dos mundos entre los extremos titulares, Giuliano y Llorente, hoy suplentes, y los de la unidad B, que ahora mismo pinta a C tras la irrupción de Galán.
Un desbarajuste defensivo dejo a Chris Martínez y a Merencio en en dos contra uno con Witsel. Y en el que era el primer aproximamiento con peligro del Cacereño, allá por la media hora de juego, ambos resolvieron como si de jugadores de Primera se trataran. Centro del primero, y remate a las mallas del segundo ante el que nada pudo hacer un Musso vendido.
En ese momento aparecieron en escena los nervios y la tensión propios de cuando un equipo de los gordos se ve al filo del trastazo. Por mucho que quedara por delante, más de una hora, es difícil escapar de ellos. Ni siquiera para un Simeone que ya sabe lo que es tropezar. y más de una vez, antes de tiempo y ante rivales muy inferiores en una competición que lleva más de una década sin ganar.
Fue suficiente otro mano a mano fallado por Riquelme para que, a la vuelta del descanso, el técnico argentino no cediera más tiempo y empezara a dar entrada a la unidad A. De golpe, entraron Julián, Llorente y Lenglet por el señalado Roro, Azpilicueta y Le Normand. Y poco después, hizo lo propio con Barrios, que sustituyó al capitán Koke.
Reactivaron los cambios al equipo de Simeone, como no podía ser de otra forma. Pero se pertrechó el Cacereño, que cada vez veía más cerca el sueño conforme pasaban los minutos sin sufrir en exceso. Y se puso en manos de Diego, que si en la primera parte había sacado dos manos a manos, en la segunda emergió con una estupenda palomita para frustrar un disparo de Rodrigo De Paul que iba directo a la escuadra.
Pasaba el tiempo, y el Atlético no se apresuraba en exceso, como si fuera consciente de que el gol iba a acabar cayendo. Pero la ventaja, y las sensaciones de poder lograr la hazaña, daban a los jugadores del Cacereño aire para resistir fisicamente el paso de los minutos, con un Atlético al completo en su área.
Lo detectó el Cholo, que sacó más músculo al campo. Conor Gallagher por Correa, para dejar a Julián en punta junto a un Sorloth desacertado en los remates en el área. Y a madurar, con calma, en una situación cada vez más y más compleja. Porque el Atlético sabía que los jugadores del Cacereño no iban a soportar su ritmo. Y así fue.
Empezaron los problemas físicos, y Javi Galán, extremeño, detectó las debilidades para incidir por su banda. En una de las faltas que forzó, y tras un rechace, el balón cayó en las botas de un De Paul que, brazalete en brazo incluido, colgó un balón templado para que Lenglet, de cabeza, empatara y trajera la calma a la expedición rojiblanca. Y para que, apenas unos minutos después, el propio De Paul y Julián terminaran de sellar el pase.