La gloriosa temporada del Real Madrid con la conquista del doblete de Liga y Champions ha perdido todo su valor en dos días. De sábado a lunes. Frente a un Barça que ha vivido una de las peores campañas de los últimos años sin ningún título que exhibir. Vapuleado en el césped y en el parquet, en el estadio y en el teatro. El Madrid fue goleado en el Bernabéu y quedó avergonzado en el Teatro de Chatelet.
El club de Florentino Pérez manifestó a todo el mundo el mal perder que le caracteriza. Perdió el relato del fútbol con el 0-4 y dejó perder el de los valores, renunciando por una pataleta a recibir dos de los ocho galardones que le habían otorgado, sin tener la certeza absoluta de que Vinicius no ganaba el Balón de Oro. La sospecha fue suficiente para montar el numerito por el presunto desaire.
La rebaja blanca
La incomparecencia rebajó la categoría de las distinciones, que no eran menores (el de mejor entrenador, Carlos Ancelotti, y el de mejor equipo), a la pequeñez más absoluta. La renuncia del Madrid a asistir a la gala mundial del fútbol y a recoger los merecidos galardones eliminó los recordatorios de las gestas blancas urbi et orbe y elevó a homenaje la asistencia del Barça, que no ganó ninguno de los cuatro títulos del curso pasado, echó a su entrenador, y anda rehaciéndose con un equipo de niños a lomos de una galopante deuda.
El abandono madridista multiplicó el mérito azulgrana, con las apariciones de Aitana Bonmatí (Balón de Oro femenino), Lamine Yamal (mejor joven) y Joan Laporta y Alexia Putellas (mejor equipo femenino) en el escenario. A la suma se le puede añadir la de Jennifer Hermoso, exjugadora del Barça y abanderada de la lucha contra el machismo y la prepotencia de los dirigentes de la federación española de fútbol cuando menos.
Luz y color azulgrana
La concesión del Balón de Oro a Rodri, un futbolista antagónico a Vinicius, completó la gala en un homenaje al fútbol español, con triunfo en siete de los ocho premios. Incluyendo entre ellos por delegación a Kylian Mbappé, trofeo Gerd Müller al mejor goleador empatado con Harry Kane. El francés también menospreció a su gente. La única excepción era Emiliano Dibu Martínez, trofeo Yashin al mejor portero.
Aguó la fiesta el club que se autoproclama el garante y la representatividad de la españolidad. Y sí estaba el club al que se le atribuye y se le acusa del máximo grado de la disidencia, que el sábado goleó con seis canteranos a uno, ocho españoles a uno y el lunes exhibió a Lamine Yamal y Aitana Bonmatí alargando la fama de la inagotable cantera que ha ido desfilando por la escena: Messi, Xavi, Iniesta, Pedri, Gavi…
Por París se paseó el Barça, y las cámaras enfocaron la jovialidad y la amplia presencia de la expedición azulgrana. La gala aproximó al mundo la inocencia de Lamine Yamal y su antinatural presencia a los 17 años en la fiesta de las estrellas consagradas. La transmisión televisiva reprodujo el himno del Barça con la designación del mejor equipo femenino de la temporada. La jornada evocó el memorable pasado del dream team de Johan Cruyff con la presencia de su hijo Jordi y Hristo Stoichkov, dos culés de pura cepa, para entregar el premio a Ancelotti, que secundó el feo plantón del Madrid.
La penúltima imagen fue la reedición del podio del Balón de Oro femenino (Aitana Bonmatí, Caroline Graham Hansen y Salma Paralluelo) con los tres escudos del Barça, transmitiendo instantáneamente la primera versión masculina del 2010 con Lionel Messi, Andrés Iniesta y Xavi Hernández. Dos podios enteramente culés igualando los dos podios del AC Milan de 1987 y 1988 con el oro de Marco van Basten (con los también neerlandeses Ruud Gullit y Frank Rijkaard) y el itaniano Franco Baresi).
El último recuerdo fue el mensaje de Rodri al hacer partícipes de su triunfo a compañeros que lo merecieron antes, como Xavi, Iniesta, Busquets, citando incluso a Casillas.
Rodri humanizó la noche con su trabajoso esfuerzo para volar a París con las muletas. Devolvió al fútbol a la tierra.